crueldad: el carcelero era prisionero del prisionero. Zgama habia dormido entre las cenizas calientes y su cabello estaba sucio, de modo que el parecia ser el hombre quemado, y no Rocannon, cuya piel desnuda aparecia intacta. Todos fueron partiendo y una vez mas la habitacion quedo vacia por el resto de la jornada, aunque algunos guardias permanecian junto a la puerta. Rocannon dedico su tiempo a ejecutar, en forma subrepticia, algunos ejercicios isometricos. Cuando, al pasar, tina mujer lo sorprendio estirandose, prosiguio con sus flexiones mientras canturreaba por lo bajo, con voz mal modulada. La mujer se echo al suelo y gateando entre sollozos se alejo de prisa.
La niebla oscura se dejaba entrever detras de las ventanas. Sombrias mujeres pusieron a cocer unos trozos de carne y de pescado; los rebanos alborotaban afuera, a su regreso del pastoreo; Zgama y sus hombres llegaron con las barbas y las ropas brillantes de gotas de agua. Todos se sentaron en el suelo, para comer. El salon se lleno de ruidos, humo, vapores. La tension de volver a enfrentarse, una vez mas, con lo desconocido era evidente.
— ?Echad lena a la piral ?Aun lo hemos de asar! — Los rostros estaban hoscos, las voces sonaban irritadas. Zgama se acerco para acercar un leno encendido a la pira, pero ninguno de sus hombres se movio.
— ?Me comere tu corazon, Olhor, cuando este frito entre tus costillas! Usare tu piedra azul de nariguera! — Zgama se sentia enloquecer frente a la mirada fija y silenciosa que por dos noches lo persiguiera —. ?Yo te hare cerrar los ojos! — vocifero, y cogiendo un pesado leno del suelo lo arrojo con fuerza contra la cabeza de Rocannon; al propio tiempo dio un salto hacia atras, como si lo poseyera el terror. El leno cayo entre las ascuas, un extremo fuera del fuego.
Lentamente, Rocannon hizo descender su mano derecha hasta asir el leno; lo removio entre las llamas hasta encenderlo; lo elevo luego hasta la altura de los ojos de Zgama y, muy lentamente, dio un paso adelante. Las cadenas cayeron. Las llamas brincando, esparcian chispas y ascuas sobre sus pies desnudos.
— ?Fuera! — dijo marchando en linea recta hacia Zgama, que retrocedia paso a paso —. No eres tu el amo. El hombre sin ley es un esclavo, el hombre cruel es un esclavo, y el hombre estupido es un esclavo. Tu eres mi esclavo; seras mi bestia de carga. ?Fuera!
Zgama bloqueo la puerta con sus brazos, pero el leno ardiente se acercaba a sus ojos y el brinco hacia el patio. Los guardias, echados por tierra, estaban inmoviles. En la puerta exterior, antorchas resinosas iluminaban la niebla; no habia mas ruido que el del movimiento de los rebanos en sus establos y el bronco rumor del mar mas alla de los acantilados. Paso a paso Zgama retrocedia hacia la puerta iluminada por la luz de las antorchas. Su rostro blanco y negro estaba palido en una mueca mientras el leno ardiente se le aproximaba. Paralizado por el pavor, el normal se apoyo en una de las jambas de la puerta; su cuerpo macizo bloqueaba la salida. Rocannon, exhausto y vengativo, le hizo trastabillar, empujandolo con el leno ardiente, sobre su cuerpo y se interno en la negrura brumosa. Camino cincuenta pasos en la oscuridad, tropezo y ya no logro alzarse.
Nadie le perseguia. Nadie acudio en su busca. Se tendio semiinconsciente sobre la hierba de la duna. Despues de largo tiempo las antorchas se extinguieron o fueron apagadas; solo quedo la noche. El viento silbaba entre las hierbas, el mar murmuraba alla abajo.
Cuando la niebla comenzo a disiparse, cuando las lunas brillaron entre las volutas brumosas, Yahan lo hallo cerca del borde del acantilado. Con su ayuda, Rocannon se puso en pie y camino. A ciegas casi, tropezando, arrastrandose sobre manos y rodillas cuando el camino era dificil y la oscuridad los envolvia, se encaminaron hacia el sudeste, lejos de la costa. Por dos veces detuvieron la marcha para recuperar fuerzas y Rocannon quedo dormido en el mismo instante. Pero Yahan lo desperto y obligo a andar en ambas ocasiones, hasta que al amanecer se hallaron en un valle cubierto de arboles. Los ramajes se veian negros entre la niebla densa. Yahan y Rocannon continuaron por el lecho que habian estado siguiendo, pero no avanzaron mucho. Rocannon se detuvo y dijo en su propia lengua:
— No puedo seguir.
Yahan hallo un espacio arenoso cubierto por arriba, y alli se echaron; como un animal en su guarida, Rocannon durmio.
Al despertar, quince horas mas tarde, al atardecer, Yahan estaba a su lado y le tendio algunas hojas y raices verdes para que comiera.
— Aun no estamos en la estacion calida; no hay frutas — dijo con pesar — y aquellos estupidos cogieron mi arco; he armado unas trampas, pero habra que esperar hasta la noche.
Rocannon comio las raices con avidez, y cuando hubo bebido y desentumecido sus musculos, pudo volver a pensar. Pregunto:
— Yahan, ?como es que estabas con la gente de Zgama?
El joven normal bajo los ojos y enterro algunos restos de las raices en la arena.
— Bien, Senor, tu sabes que yo… he desafiado a mi Senor Mogien. Asi que despues he pensado que debia unirme a los rebeldes.
— ?Sabias de ellos?
— En mi tierra se habla de lugares en los que nosotros, los Olgyior, somos a la vez senores y sirvientes. Tambien se ha dicho que en los viejos tiempos solo nosotros, los normales, viviamos en Angien, cazando en los montes, y no teniamos amos; y los Angyar llegaron desde el sur en botes con cabezas de dragon… Bien, halle el fuerte y la gente de Zgama me tomo por un fugitivo de alguna otra plaza costera. Cogieron mi arco, me pusieron a trabajar, no hicieron preguntas. Asi ha sido; luego te he hallado a ti. Aunque no hubieras llegado, me habria escapado. ?No quiero ser senor entre tales idiotas!
— ?Sabes donde estaran nuestros companeros?
— No. ?Los buscaras, Senor?
— Llamame por mi nombre, Yahan. Si; si existe la posibilidad de hallarlos, los buscare. No podremos cruzar un continente solos, a pie, sin ropas ni armas.
Yahan nada dijo; continuo revolviendo la arena, con la vista fija en el arroyuelo que corria entre las luces y sombras que dejaban pasar las ramas de las coniferas.
— Si mi amo Mogien me halla, me matara. Es su derecho.
De acuerdo con el codigo Angyar, asi era; y si alguien respetaba ese codigo, era Mogien.
— Si hallaras un nuevo amo, el antiguo no podria tocarte, ?no es verdad, Yahan?
El muchacho asintio.
— Pero el hombre rebelde jamas hallara un nuevo amo.
— No lo creas. Prometeme tu servicio y yo respondere por ti ante Mogien… si damos con el. No se que palabras usais vosotros.
— Decimos — Yahan hablo con voz debil — a mi Senor entrego las horas de mi vida y el uso de mi muerte.
— Los acepto. Y con ellos mi propia vida que tu me has devuelto.
El arroyo corria ruidoso desde las piedras altas y el cielo se oscurecio con solemnidad. Avanzado el crepusculo, Rocannon se quito su traje protector y, tendiendose en la corriente, permitio que el agua corriera por su cuerpo y lavara el sudor, la fatiga, el miedo y el recuerdo del fuego lamiendo sus ojos. El traje era un manojo transparente y semiinvisible de tubos delgadisimos, cordeles y un par de cubos translucidos del tamano de una una. Yahan le echo una mirada inquieta cuando Rocannon volvio a ponerse el protector, ya que no tenia otra ropa y Yahan habia debido cambiar sus prendas Angyar por dos sucias pieles.
— Senor Olhor — pregunto el joven, por fin —, ?ha sido… ha sido esa piel la que te ha protegido? ?O el… el collar?
El collar estaba oculto ahora en la bolsa de amuletos de Yahan, en torno del cuello de Rocannon, que respondio con suavidad:
— La piel. Nada de hechizos. Se trata de una armadura muy fuerte.
— ?Y el leno blanco?
Reparo en el palo con uno de sus extremos carbonizado. Yahan lo habia cogido de entre la hierba, junto al acantilado, y ya antes los hombres de Zgama lo habian llevado al fuerte junto con el. Todos parecian empenados en que conservara el leno: ?que podia hacer un brujo sin su vara?
— Vaya — dijo —, sera un buen baston, si debemos caminar. — Volvio a estirarse y, por toda cena, bebio de la corriente del arroyo, sombria, fresca, ruidosa.
Por la manana siguiente, tarde, al despertarse, se sintio recuperado y hambriento. Yahan habia partido al alba, para revisar sus trampas y porque tenia demasiado frio para quedarse quieto en el humedo refugio. Regreso