pocas pieles vellosas de pejijunur. De cabello oscuro y robusto, semejantes a todos los Olgyior del sur, parecian mas salvajes que Piai; temerosos como animales frente a los forasteros, los evitaban aunque los examinaron de soslayo.
— Llaman a mi gente esclavos — dijo Yahan a Rocannon, en una ocasion en que los otros estaban fuera de la cabana —. Pero yo prefiero ser un hombre al servicio de hombres que una bestia cazando bestias, como estos. — Rocannon hizo un rapido gesto y Yahan guardo silencio cuando uno de los surenos volvio a entrar, mirandolos de lado, sin una palabra.
— Sera mejor que nos marchemos — musito Rocannon en lengua Olgyior, que dominaba un poco mejor al cabo de aquellos dos dias. Hubiera querido no estar alli al regreso de los companeros de Piai, y tambien Yahan se sentia incomodo, de modo que hablo con Piai, quien en ese momento llegaba:
— Nos marcharemos, este buen tiempo durara hasta que alcancemos la ensenada. Si no nos hubieras alojado, no habriamos sobrevivido a estos dos dias de borrasca. Y nunca he oido la cancion del pejijunur tocada como la tocas tu. ?Que vuestras cacerias sean afortunadas!
Pero Piai estaba quieto y nada decia. Por fin, echo un escupitajo a la lumbre y girando los ojos farfullo:
— ?La ensenada? ?No quieres cruzar en bote? Hay un bote. Es mio. En fin, puedo usarlo, os llevaremos al otro lado del agua.
— Os ahorrareis seis dias de marcha — explico el mas bajo de todos, Karmik.
— Asi os ahorrareis seis dias de viaje — repetia Piai —. Os cruzaremos con el bote. Ahora podemos ir.
— De acuerdo — contesto Yahan tras intercambiar una mirada con Rocannon; nada podian hacer.
— Adelante, pues — gruno Piai, y asi, de forma abrupta, sin ofrecerles ninguna provision, abandonaron la cabana, Piai a la cabeza, sus companeros a la zaga. El viento era suave, el sol brillante. Aunque la nieve persistia en los lugares protegidos, el camino estaba lleno de fango pegajoso y avanzaron chapoteando por trechos. Siguieron la linea de la costa, hacia el oeste, y ya se habia puesto el sol cuando en una pequena cueva hallaron un bote con sus remos, afianzado con rocas y alguna cuerda. El rojo del poniente tenia el agua y el cielo del oeste; por encima del resplandor rojizo, la diminuta luna Heliki resplandecia en su creciente, y en el profundo firmamento oriental surgio la Gran Estrella. La lejana companera de Fomalhaut semejaba un opalo. Por debajo del cielo brillante, por encima del agua brillante, las amplias playas montuosas y oscuras.
— Aqui esta el bote — dijo Piai, que se detuvo y los enfrento; su rostro estaba rojo con la luz del poniente. Los otros dos se acercaron en silencio a Rocannon y Yahan.
— Tendreis que remar en la oscuridad al regreso — dijo Yahan.
— La Gran Estrella ilumina; sera una noche clara. Ahora, muchacho, veamos cual sera la paga para que os crucemos al otro lado.
— Ah — dijo Yahan.
— Piai lo sabe: no tenemos nada. Esta capa es presente suyo — intervino Rocannon que, al ver como soplaba el viento, no se preocupaba ya de que su acento los delatara.
— Somos unos pobres cazadores. No podemos hacer regalos — dijo Karmik, cuya voz era mas suave y cuyo aspecto parecia mas comun e insignificante que el de Piai y el otro cazador.
— Nada tenemos — insistio Rocannon —. No podremos pagaros. Dejadnos aqui mismo.
Yahan comenzo a repetir las palabras de Rocannon con mayor claridad, pero Karmik le interrumpio:
— Llevas una bolsa en tomo al cuello, extranjero, ?que tienes ahi?
— Mi alma — repuso Rocannon sin vacilar.
Todos clavaron los ojos en el, incluso Yahan. Pero no estaba en condiciones de baladronear, asi que la pausa fue breve. Karmik echo mano de su cuchillo de caza y se acerco; Piai y el otro lo imitaron.
— Vosotros estabais en el fuerte de Zgama — dijo el cazador —. Por alli cuentan un larga historia, en la aldea Timash. Que un hombre desnudo soporto el fuego y que quemo a Zgama con un palo blanco y que salio andando del fuerte, llevando una gran piedra en una cadena de oro alrededor del pescuezo. Hablan de magia y hechizos. Se me hace que estan todos locos. Tal vez no se te pueda herir. Pero este… — sujeto a Yahan, rapido como la luz, cogiendole por el pelo; le giro la cabeza hacia atras y hacia un lado y apoyo el cuchillo en su garganta —. Chico, dile al extranjero que llevais con que pagar vuestro alojamiento, ?quieres?
Todos estaban en silencio. El resplandor rojo se deslucia en el agua, la Gran Estrella refulgia en el este, el viento frio los traspasaba, de camino hacia el mar.
— No queremos lastimar al muchacho — farfullo Piai, con una mueca de su tosco rostro —. Haremos lo que os he dicho: os llevaremos al otro lado, pero pagad. No me dijisteis que teniais oro para pagar. Decis que perdisteis todo vuestro oro. Habeis dormido bajo mi techo. Dadnos esa cosa y os llevaremos al otro lado.
— Os la dare… al otro lado — dijo Rocannon senalando la otra orilla del estrecho.
— No — replico Karmik.
Indefenso en sus manos, Yahan no movia ni un solo musculo. Rocannon percibia el latido de la arteria en su garganta, sobre la que reposaba el filo del cuchillo.
— Al otro lado — repitio, inflexible, y llevo hacia atras su palo de apoyo, con la esperanza de impresionar un tanto a los cazadores —. Llevadnos. Os dare la cosa. Esto os digo. Pero lastimalo, y moriras aqui, ahora. ?Esto os digo!
— Karmik, es un pecan — murmuro Piai —, haz lo que te ha dicho. Han estado conmigo, bajo mi techo, dos noches. Deja al chico. Te ha prometido esa cosa.
Karmik fruncido el ceno, miro a Piai, luego a Rocannon y por ultimo se avino:
— Arroja tu vara. Luego os cruzaremos.
— Antes suelta al chico — ordeno Rocannon, y cuando Karmik quito sus manos, el etnologo arrojo la vara lejos, al agua.
Los cuchillos volvieron a sus vainas, los tres cazadores los empujaron hacia el bote; luego de arrastrarlo hasta el agua, lo abordaron saltando desde las rocas resbaladizas junto a las que morian ondas opacas. Piai y el tercer hombre remaban; Karmik, cuchillo en mano, se sento detras de los pasajeros.
— ?Les daras la joya? — susurro Yahan en lengua comun, que aquellos cazadores de la peninsula no comprendian.
Rocannon asintio.
El susurro de Yahan era ronco y tremulo.
— Salta y nada, llevasela, Senor. Cerca de la costa sur. Me dejaran ir cuando vean…
— Te cortaran el pescuezo. ?Shh!
— Estan diciendo hechizos, Karmik — advertia el tercer hombre —. Hundiran el bote…
— Rema, tu, pescado podrido. Y tu, calla o le cortare el pescuezo al chico.
Rocannon, sentado en uno de los bancos, observaba, paciente, como se elevaba del agua una niebla gris a medida que en ambas costas se imponia la noche. Los cuchillos no podian herirlo, pero podrian matar a Yahan antes de que el lograra hacer algo. Podia nadar, sin mucho esfuerzo, pero Yahan no. No habia alternativa. Al menos harian el viaje por el que debian pagar.
Lentamente las oscuras colinas de la costa sur se elevaban, se hacian visibles. En el oeste, unas pocas y debiles sombras grises; en el cielo gris unas pocas estrellas. El remoto brillo solar de la Gran Estrella dominaba incluso a la luna Heliki, ahora en su fase menguante. Ya podian oir el arrullo de las ondas en la playa.
— Basta de remar — ordeno Karmik, y se encaro con Rocannon —. Dame la cosa ahora.
— Mas cerca de la playa — fue la respuesta impasible.
— Desde aqui llegare, Senor — murmuro Yahan, tremulo —. Hay canas que van hasta la playa…
El bote se movio unos metros mas y luego se detuvo.
— Saltaras conmigo — ordeno Rocannon a Yahan; se irguio con lentitud sobre el banco. Abrio el cuello de su protector, que por tantos dias llevara, rompio el cordon que le rodeaba el cuello y con un movimiento brusco arrojo la bolsa que contenia el zafiro y la cadena al fondo del bote; volvio a cerrar el traje y al mismo tiempo se zambullo.
Un par de minutos despues, junto con Yahan, desde las rocas de la costa, observaba el bote, una mancha oscura sobre el agua, entre la luminosidad grisacea, alejandose.
— ?Oh, que se pudran, que los gusanos les carcoman las tripas, que los huesos se les vuelvan fango! — exclamo Yahan y se echo a llorar. Habla sentido mucho temor, pero su autocontrol se habia quebrado no por