solo con un punado de hierbas y buena cantidad de pesimas noticias. Habia trepado por el cerro boscoso a cuyo pie, de frente al mar, se hallaban; desde la cima habia visto otra amplia extension de mar, al otro lado.
— Esos malnacidos comedores de pescado de Tolen, ?nos habran dejado en una isla? — perdido el habitual optimismo a causa del frio, el hambre y la duda.
Rocannon intento recordar el trazado de la costa, tal como lo habia visto en sus perdidos mapas. Un frio procedente del oeste desembocaba al norte de. una amplia lengua de tierra, ocupada por un cordon montanoso costero, orientado de este a oeste; entre esa lengua y la porcion continental de tierra, habia un estrecho, tan amplio como para haber quedado bien registrado en los mapas y en su memoria. ?Cien, doscientos kilometros?
— ?Muy ancho? — pregunto a Yahan.
— Muy ancho — fue la desalentada respuesta —. No se nadar, Senor.
— Podemos caminar. Estos cerros llegan hasta tierra firme, al oeste de aqui. Mogien nos buscara en esta direccion, probablemente.
Ahora le correspondia asumir el liderazgo; Yahan ya habia hecho mas de la cuenta. Pero su corazon estaba abatido ante la idea del amplio rodeo a traves de un pais desconocido y hostil. Yahan no se habia cruzado con nadie, pero habia marchado por senderos perdidos y, sin duda, debia de haber hombres en esos bosques, que traerian dificultades.
Con todo, en la esperanza de que Mogien Podria hallarlos — si vivia aun y estaba libre y todavia conservaba las monturas —, tenian que marchar hacia el sur, hacia el interior, porque alli estaba el objetivo del viaje.
— En marcha — dijo Rocannon, y comenzaron a caminar.
Poco despues del mediodia alcanzaron la cima del cerro: una amplia ensenada, gris plomo bajo un cielo amenazante, se extendia de este a oeste, hasta donde llegaba la vista. De la costa sur solo se vislumbraba una linea oscura de colinas bajas. El viento que surgia de la ensenada era frio al golpear sus espaldas mientras descendian hacia la playa y reemprendian la marcha hacia el oeste. Yahan observo las nubes, hundio la cabeza entre los hombros y dijo con pesadumbre:
— Esta a punto de nevar.
Poco despues cayo la nieve, una nevisca ventosa de primavera, que se desvanecia en la tierra y en el agua oscura de la ensenada. El traje protector guardaba a Rocannon del frio, pero la fatiga y el hambre lo llenaban de preocupacion. Yahan, ademas de preocupacion, sentia el frio. Marchaban afligidos: nada mas podian hacer. Vadearon un riacho, luchando por alcanzar la otra orilla entre las malezas y la nieve. De pronto se encontraron cara a cara con un hombre.
?Uj! — exclamo el individuo, sorprendido y luego admirado, porque veia a dos hombres avanzando en una tormenta de nieve, uno con los labios violaceos y estremecido de frio, envuelto en unas sucias pieles, el otro tieso y desnudo —. ?Hey! — volvio a exclamar. Era alto, huesudo, encorvado; llevaba largas barbas y sus ojos oscuros tenian un destello salvaje —. ?Eh, vosotros! — los interpelo en lengua Olgyior —. ?Os congelareis a muertes!
— Hemos tenido que nadar… nuestra barca zozobro — logro improvisar Yahan con rapidez —. ?Tienes una casa con fuego, cazador de pejijunur?
— ?Estabais cruzando la ensenada desde el sur?
El hombre parecia confuso, y Yahan respondio con un gesto vago:
— Somos del este… hemos venido a comprar pieles de pejijunur, pero todo lo que hemos traido para mercar se ha perdido en el agua.
— Aja — asintio el salvaje, aun confuso; a pesar de todo, una pizca de astucia parecia sobreponerse a sus temores —. Seguidme, tengo fuego y comida — aseguro y se adentro en la nieve que se abatia sobre ellos en rafagas. Poco despues arribaron a la choza, encaramada sobre una altura entre el cerro boscoso y la ensenada. Por dentro y por fuera se parecia a cualquier choza de invierno de los normales de los bosques y colinas de Angien, y Yahan se acuclillo junto a la lumbre con una expresion de real alivio, como si se hallase nuevamente en casa. El gesto sereno al huesped, mas que cualquier ingeniosa explicacion.
— Atiza el fuego, tu — Ordeno mientras le alcanzaba a Rocannon una capa de tosco tejido para que se envolviera en ella.
Luego de desembarazarse de su propia capa, el hombre acomodo un cuenco rebosante de algun cocido entre las ascuas; acto seguido se acuclillo junto a ellos, de buen talante; sus ojos iban de uno a otro.
— Siempre nieva en esta epoca del ano; muy pronto nevara mas aun. Hay lugar para vosotros. Somos tres aqui, durante el invierno. Los otros llegaran esta noche, o manana, o en seguida; deben de estar pasando la nevisca en el cerro; salieron de caza. Somos cazadores de pejijunur, como tu has dicho. Lo has sabido por mis flautas, ?eh, muchacho? — Palpo la pesada flauta que pendia de su cintura y sonrio. Tenia un aspecto fiero, salvaje y como enloquecido, pero su hospitalidad era franca. Les sirvio cocido en abundancia y al oscurecer les hizo lugar para que descansaran. Rocannon no perdio tiempo. Se echo entre las pieles hediondas que hacian las veces de cama, para dormirse en el acto, como un nino.
Al dia siguiente aun caia la nieve; la tierra estaba blanca, oculta bajo una capa espesa. Los companeros del dueno de la choza no hablan regresado.
— Seguramente habran dormido al otro lado de la Espina, en la aldea de Timash. Ya vendran cuando deje de nevar.
— ?La Espina es el brazo de mar?
— No, eso se llama estrecho; no hay aldeas al otro lado. La Espina es el cerro, las colinas de alla arriba. ?De donde venis vosotros? Tu hablas casi como yo, pero tu tio no.
Yahan echo una mirada de disculpa a Rocannon, que seguia durmiendo mientras le endosaban un sobrino.
— Oh… el es de las Tierras del Interior; hablan de otro modo. Nosotros tambien llamamos estrecho a estas aguas. Me gustaria saber de alguien que pudiera cruzamos en barca.
— ?Ireis ir hacia el sur?
— Bien… ahora que todos nuestros bienes se han perdido, no somos mas que pordioseros. Sera mejor que regresemos.
— Hay un bote en la playa, cerca. Cuando deje de nevar lo buscaremos; te lo aseguro, chico, cuando hablas tan fresco de ir hacia el sur se me hiela la sangre. Nadie vive entre la ensenada y las grandes montanas, que yo sepa, como no sean los Innombrables. Todas esas son historias viejas, ?y quien puede decir siquiera que alla haya montanas? Yo he estado al otro lado de la ensenada y no habra muchos hombres que te puedan decir otro tanto. Alli he estado, cazando, en las colinas. Hay mucho pejijunur alla, cerca del agua. Pero ni una sola aldea. Ni hombres. Nada. Y no me gustaria pasar la noche alla.
— Solo seguiremos la costa sur hacia el este — dijo Yahan con indiferencia; pero se sentia perplejo, porque, a cada pregunta, sus invenciones debian hacerse mas complejas.
Pero al mentir lo habia guiado un instinto correcto:
— Por fortuna no vienes del norte — el huesped, Piai, gruno en tanto que afilaba la hoja de su cuchillo sobre una piedra —. No hay hombre que cruce la ensenada, y al otro lado del mar solo estan esos tipos sarnosos que sirven de esclavos a los cabezas amarillas. ?No los conoce tu pueblo? En el pais del norte, mas alla del mar, existe una raza de hombres de cabeza amarilla. Es la verdad. Dicen que las casas en que viven son altas como arboles y que llevan espadas de plata y que cabalgan entre las alas de las bestias aladas. Yo lo creere cuando lo vea. La piel de esos animales tiene buen precio en la costa; pero son muy peligrosos de cazar, imaginate lo que sera domarlos y montarlos, no se puede creer todo lo que la gente cuenta. Con las pieles de los pejijunur me va muy bien. Puedo atraer a todas las bestias que esten a un dia de vuelo a la redonda. ?Escucha! — Aplico sus labios a la siringa y fue creciendo un lamento apenas audible al principio, cambiante, palpitando quebradamente hasta convertirse en una melodia similar al grito salvaje de una bestia. Un escalofrio atraveso la espalda de Rocannon; ya antes, en los bosques de Hallan, habia oido esa melodia. Yahan, entrenado como cazador, reia excitado, gritaba como en las partidas de caza, a la vista de la presa:
— ?Sigue, sigue!
Piai y Yahan pasaron el resto de la tarde intercambiando historias de sus cacerias, en tanto que afuera la nieve caia aun, ahora sin viento, serena.
El dia siguiente amanecio despejado. Como en una manana de la estacion fria, el violento brillo del sol cegaba al reflejarse en las colinas nevadas. Antes de mediodia Regaron los dos companeros de Piai con unas