Gran Salon, para que lo recuerdes y no temas mi reproche si regresas: no creo que el vuelva contigo.
— Pero, Senora, el es el heredero de Hallan.
Avanzaron en silencio por unos momentos; la Senora de Hallan se volvio al llegar a un extremo del salon, bajo unos tapices oscurecidos por el tiempo, donde unos gigantes alados luchaban con hombres de cabellos claros, y hablo nuevamente:
— Hallan buscara otros herederos. — Su voz era serena, amarga y fria —. Vosotros, los Senores de las Estrellas, estais aqui otra vez, trayendo nuevos caminos y nuevas guerras. Reohan es polvo; ?cuanto podra durar Hallan? El mundo mismo se ha convertido en un grano de arena en la ribera de la noche. Todas las cosas cambian ahora. Pero aun estoy segura de algo: la oscuridad se cierne sobre mi estirpe. Mi madre, a quien tu has conocido, se perdio en los bosques, llevada por su locura; mi padre ha sido muerto durante la batalla, mi marido ha sido asesinado; y cuando di a luz un hijo, mi espiritu se lleno de pesadumbre, en medio de la alegria, porque se ha previsto que su vida sera breve. Esto no es motivo de dolor para el, que es un Angya y porta las dos espadas. Pero mi parte de oscuridad consiste en gobernar sola un dominio que se tambalea, vivir y vivir y sobrevivir a todos ellos…
Hubo otro largo silencio.
— Tal vez necesitaras un tesoro mucho mas grande que el que yo pueda darte, para comprar tu vida o tu camino. Toma esto. A ti te lo doy, Rokanan, no a Mogien. No proyectara oscuridad sobre ti. ?No fue, acaso, tuyo en la ciudad que esta al cabo de la noche? Para nosotros solo ha sido una carga y una sombra. Recibelo nuevamente, Senor de las Estrellas; utilizalo como rescate o como presente. — Haldre desprendio de su cuello el oro y el azul del collar que costara la vida de su madre y lo deposito en la mano del hombre. Rocannon lo cogio oyendo casi con terror el suave y helado tintineo de los eslabones dorados, y alzo sus ojos hacia el rostro de la anciana, que lo observaba, erguida, sus ojos azules oscurecidos en el aire oscuro y sereno del salon —. Ahora llevate a mi hijo, Senor de las Estrellas, sigue tu camino. Que tu enemigo muera sin hijos.
Antorchas y humo, sombras presurosas en las cuadras del castillo, voces de bestias y de hombres, algarabia y confusion… todo se desvanecio a poco que la rayada montura de Rocannon comenzara a batir sus alas. Ahora Hallan estaba por debajo de ellos, como una debil claridad en medio de las colinas, y no habia otro sonido que la friccion del aire por entre las veloces alas de las bestias. Alla abajo, el este estaba palido y la Gran Estrella ardia como un cristal brillante, anunciando la llegada del sol, aunque aun no se hacia presente el amanecer. El dia y la noche, el alba y el anochecer eran majestuosos y lentos en aquel planeta que tardaba treinta horas en completar su rotacion. Tambien el correr de las estaciones era calmo; aquella era el alba del equinoccio de primavera, a la que seguirian cuatrocientos dias de primavera y estio.
— Cantaran canciones sobre nosotros en los elevados castillos — dijo Kyo, que montaba a la grupa de Rocannon —. Cantaran como el Errante y sus companeros cabalgaron hacia el sur, a traves del cielo, en la oscuridad primaveral… — y rio apenas. Ante ellos las colinas y fertiles planicies de Angien se desplegaban como un paisaje dibujado sobre seda gris, en una claridad creciente que, por ultimo se hizo vivida de colores y sombras con la majestuosa aparicion del sol que se elevaba a espaldas de los viajeros.
Sobre el mediodia descansaron por un par de horas junto a un rio cuyo curso hacia el sudoeste seguian en busca del mar; al anochecer bajaron a un pequeno castillo, asentado como todas las fortalezas Angyar en la cima de una colina cerca de una vuelta del rio. Alli les dio la bienvenida el senor del lugar, junto con los restantes castellanos. Era evidente su curiosidad al ver a un Fian cabalgando sobre una bestia alada, con el Senor de Hallan, cuatro hombres normales y otro que hablaba con extrano acento, vestido como un senor, pero sin espadas y con el rostro blanco de un normal. Sin duda, entre ambas castas, Angyar y Olgyior, habia mas mezcla que la que la mayoria de los Angyar estaban dispuestos a admitir; era frecuente ver guerreros de piel clara y sirvientes de cabellos rubios; pero aquel Errante era enteramente anomalo. Para evitar que se expandiera el rumor de su presencia en el planeta, Rocannon nada dijo, y su anfitrion no formulo ninguna pregunta al heredero de Hallan; si alguna vez alcanzo a saber quien habia sido su extrano visitante, su fuente de informacion provino de los juglares que, anos despues, cantaron el hecho.
El dia siguiente transcurrio similar al anterior para los siete viajeros: cabalgaron en el viento sobre tierras bellisimas. Pernoctaron en una aldea Olgyior, sobre el rio, y en el tercer dia arribaron a un pais que era nuevo aun para Mogien. El rio, girando hacia el sur, dibujaba amplios meandros y curvas cerradas, en tanto que las colinas se perdian en extensas llanuras; muy lejos, el cielo se empalidecia con los brillos de una claridad espejeante. A ultima hora del dia llegaron a un castillo asentado en la soledad de un risco blanquecino, a cuyos pies se extendia la arena gris, salpicada de lagunillas que conducian hasta el mar.
Al desmontar, envarado y lleno de fatiga, con los oidos zumbando por el viento de la marcha, Rocannon penso que, de todas las vistas por el, aquella era la plaza Angyar mas lamentable; un apinamiento de chozas, como gallinas mojadas que se refugiaran bajo las alas de una tosca y casi agazapada fortaleza. Hombres normales, palidos y contrahechos, los espiaron desde lo alto de las callejas escalonadas.
— Parecen haberse alimentado entre los gredosos — dijo Mogien —. Aqui esta la entrada, este es el lugar llamado Tolen, si el viento no nos ha descarriado. ?Eh! ?Senores de Tolen, un huesped llama a vuestras puertas!
El castillo permanecio silencioso.
— La puerta de Tolen se balancea con el viento — dijo Kyo, y todos advirtieron que en el portal de bronce y madera cedian los goznes y las hojas batian al impulso del viento marino. Mogien abrio una de las hojas con la punta de su espada. Dentro habia oscuridad, un precipitado susurro de alas, olores rancios.
— Los Senores de Tolen no aguardaban visitas — dijo Mogien —. Bien, Yahan, habla con esas pobres gentes y busca un alojamiento para la noche.
El joven sirviente se volvio para interpelar a la gente del pueblo reunida en uno de los extremos del patio exterior del castillo, desde donde hablan atisbado la escena. Uno de ellos tuvo el valor de adelantarse, entre reverencias, caminando de lado como una bestezuela marina, y hablo con humildad a Yahan. En parte, Rocannon pudo seguir la conversacion en dialecto Olgyior y comprendio que el viejo normal explicaba que la aldea no poseia lugar adecuado para el alojamiento de pedanar, fueran estos lo que fuesen. Raho, el normal mas alto de Hallan, se adelanto hablando con crudeza, pero el anciano solo respondio con evasivas, reverencias y grunidos, hasta que, por ultimo, Mogien se acerco al grupo. El codigo Angyar le prohibia hablar con los siervos de un dominio extranjero, pero desenvaino una de sus espadas, blandiendola en direccion hacia el frio mar, para luego volverse y senalar las oscuras callejuelas del caserio. Los viajeros avanzaron; las alas plegadas de sus monturas rozaban, a ambos lados, los techos bajos y pajizos.
— Kyo, ?que son los pedanar?
El hombrecito sonrio.
— Yahan, ?que significa la palabra pedanar?
El joven normal, hermano y candido, se mostro incomodo.
— Bien, Senor, un pecan es… alguien que camina entre los hombres…
Rocannon asintio con la cabeza; la leve insinuacion habia despertado un recuerdo. Cuando era un mero estudioso de aquellas especies en vez de su aliado, se habla dedicado a buscar religion entre ellas; pero todas parecian carentes de credo. Sin embargo, eran muy credulas. Consideraban que los hechizos, maldiciones y poderes extranos eran hechos objetivos, y en su relacion con la naturaleza prevalecia un intenso animismo; pero no tenian dioses. Aquella palabra, sin embargo, parecia tener connotaciones sobrenaturales. En aquel momento no penso que el vocablo habia sido aplicado a su persona.
Tomaron como alojamiento tres de las lobregas casuchas; las bestias aladas, demasiado grandes para entrar en cualquiera de las chozas, quedaron afuera, atadas. Los animales se reunieron en una sola masa que elevaba su ronroneo contra el agudo viento marino. La montura rayada de Rocannon arano la pared, con un maullido doliente que no ceso hasta que Kyo se le acerco para acariciarle las orejas.
— Pronto estaran aun mas inquietas, pobres bestias — dijo Mogien, sentado con Rocannon junto al hogar que caldeaba el ambiente de la choza —. Detestan el agua.
— En Hallan me has dicho que no volarian sobre el agua, y estos aldeanos seguramente no tendran naves que puedan transportarlas. ?Como cruzaremos el canal?
— ?Tienes tu dibujo de la tierra? — pregunto Mogien. Los Angyar no poseian mapas, y Mogien estaba fascinado por los mapas de la seccion Estudio Geografico del Manual. Rocannon extrajo el libro de la vieja maleta de piel que habia llevado consigo de un mundo a otro, y que contenia el o equipo que llevara a Hallan antes de que la nave espacial fuera bombardeada: el Manual, libretas de anotaciones, un traje y la pistola, botiquin medico,