las piernas cruzadas, permanecia en silencio sobre el piso, junto a la ventana.
— Ese era el enemigo, Kyo.
El rostro del Fian estaba como petrificado.
— Kyo — dijo Rocannon, pues era costumbre interpretar a un Fian mediante el nombre Angyar de su aldea, ya que los individuos de la especie podian o no poseer nombres individuales —, Kyo, si quisieras ?lograrias escuchar con la mente a los enemigos?
En las breves notas de una de sus visitas a la aldea Fian, Rocannon habia senalado que las especies I-B raras veces contestaban en forma directa a las preguntas directas; y recordaba muy bien la sonriente evasividad de los Fiia. Pero Kyo, desolado como estaba en la extranjera tierra del habla, contesto a lo que Rocannon preguntara:
— No, Senor — y su voz era sumisa.
— ?Podrias escuchar con la mente a quienes no son de tu raza, en otras aldeas?
— Muy poco. Si viviese entre ellos, quiza… Los Fiia han ido en ocasiones a vivir en otras aldeas, que no eran las suyas. Tambien se dice que los Fiia y los Gdemiar en un tiempo hablaban con la mente, como un solo pueblo, pero de esto hace ya mucho; se dice… — y se detuvo.
— Por cierto que tu pueblo y los gredosos constituyen una sola raza, aunque ahora marchen por caminos bien distintos. ?Que mas, Kyo?
— Se dice que muchos anos ha, en el sur, en los lugares elevados, en los lugares grises, vivian los que hablaban con la mente con todas las criaturas. Oian todos los pensamientos aquellos Primitivos, los Ancianos… Pero nosotros hemos descendido de las montanas y hemos vivido en valles y cavernas y asi olvidamos ese camino mas dificil.
Rocannon analizo los datos por un Instante. No habia montanas en el continente al sur de Hallan. En el momento en que se puso de pie para coger el Manual para el Area Galactica Ocho, y sus mapas, la radio, que aun siseaba en la misma banda, lo paralizo: una voz llegaba, muy debil, remota, elevandose y cayendo entre las ondulaciones de la estatica, pero hablando en lengua galactica. «Numero Seis, adelante. Numero Seis, adelante. Aqui Control. Adelante, Numero Seis.» Luego de innumeras repeticiones y pausas, continuo: «Aqui Viernes. No, aqui Viernes… Aqui Control; ?estais ahi, Numero Seis? Las HL deben llegar manana y necesito un informe completo sobre las vias muertas y las redes Siete Seis. Dejad el plan escalonado al Destacamento del Este. ?Me estais recibiendo, Numero Seis? Manana mantendremos contacto con la Base a traves del transmisor instantaneo. Me dareis inmediatamente esa informacion sobre las vias muertas. Vias muertas Siete Seis. Innecesario…» Una interferencia espacial se trago la voz por un instante, y cuando desaparecio el mensaje solo era audible fragmentariamente. Diez largos minutos transcurrieron en medio de la descarga estatica y el silencio, mezclados con algun que otro trozo de mensaje; luego irrumpio una voz mucho mas cercana, hablando con rapidez en la lengua desconocida que ya antes habia utilizado. El mensaje proseguia, sin pausas; inmovil, minuto tras minuto, con la mano aun apoyada sobre su Manual, Rocannon escuchaba. Tambien inmovil, el Fian permanecia sentado en las sombras, en el otro extremo de la habitacion. La voz dijo y repitio un doble par de numeros; la segunda vez Rocannon logro comprender el vocablo cetio correspondiente a «grados». Cogio su libreta de notas, que estaba abierta, y garabateo los numeros; por ultimo, y aunque seguia escuchando, abrio el Manual en la Seccion de mapas de Fomalhaut II.
Los numeros que habia anotado eran 28? 28' y 121? 40'. «Si se tratara de coordenadas de latitud y longitud…» Observo los mapas, marcando por dos veces, con la punta de su lapiz, un lugar en medio del mar abierto. Por ultimo, probando con 121? oeste y 28' norte, apunto justamente al sur de un cordon montanoso, en el centro del Continente Sudoeste. Su mirada no se apartaba del grafico. La voz de la radio habia callado.
— ?Que ocurre, Senor de las Estrellas?
— Creo que me han dicho donde estan. Quiza. Y que tienen un transmisor instantaneo. — Miro hacia Kyo, sin verlo; luego volvio su vista al mapa —. Si estan alli… si no pudiera ir a desbaratarles el juego, si lograra transmitir solo un mensaje a la Liga desde el transmisor fotofono de ellos, si pudiera…
El Continente Sudoeste habia sido cartografiado exclusivamente desde el aire y solo las montanas y los rios importantes estaban marcados, ademas de la linea costera: miles de kilometros de espacio vacio, desconocido. Y un objetivo apenas entrevista.
«Pero no puedo quedarme aqui sentado», se dijo Rocannon. Alzo los ojos y alli estaban los ojos claros del hombrecito, sin entender.
Rocannon se paseo arriba y abajo por el piso de piedra de la habitacion. La radio emitio algunos silbidos, algun susurro.
Una cosa habia a su favor: sin duda el enemigo no estaria aguardandolo. Pensarian que todo el planeta estaba en sus manos. Pero era la unica cosa a su favor.
— Utilizare sus armas contra ellos mismos — determino —. Creo que intentare hallarlos. En las tierras del sur… Mi gente ha sido asesinada por esos extranjeros, como la tuya, Kyo. Tu y yo estamos solos, debemos hablar una lengua que no es la nuestra. Tu compania sera motivo de regocijo para mi
El etnologo no supo que lo habia llevado a plantear tal invitacion.
La sombra de una sonrisa recorrio el rostro del Fian. Elevo sus manecitas, paralelas y separadas. En las paredes, las luces de los candelabros se amortiguaron, fluctuantes y mudadizas.
— Se ha dicho que el Vagamundo podra escoger a sus companeros — contesto —. Por un tiempo.
— ?El Vagamundo? — pregunto Rocannon, pero no obtuvo respuesta.
III
La Senora del Castillo cruzo con lentitud el enorme salon, arrastrando el borde de su falda sobre la piedra. Su tez se habia oscurecido hasta llegar al negro de un icono; sus hermosos cabellos estaban blancos. Aun era visible la belleza de su figura. Rocannon se inclino mientras la saludaba segun la costumbre de los Angyar:
— Salud, Senora de Hallan, Hija de Durhal, Haldre la Bella.
— Salud, Rokanan, huesped mio — respondio la mujer, mirandolo desde lo alto de su estatura. Como la mayoria de las mujeres y todos los hombres Angyar, Haldre era mucho mas alta que el —. Dime por que vas a ir hacia el sur.
Ella prosiguio su camino lento a traves del salon y Rocannon marcho a su lado. Los rodeaban paredes oscuras, oscura piedra, tapices sombrios pendientes de los muros, y la luz fria de la manana se filtraba a traves de las ventanas altas, en oblicuos haces que chocaban con las vigas negras del techo.
— Ire a enfrentar a mi enemigo, Senora.
— ?Y cuando lo hayas hallado?
— Espero que podre entrar en su… su castillo y utilizar su… emisor de mensajes, para comunicar a la Liga que ellos estan aqui, en este mundo. Se ocultan aqui y hay muy pocas probabilidades de que sean hallados: los mundos son tantos como granos hay en la arena de las playas. Pero han de ser hallados. Han hecho mucho dano aqui y lo haran aun mayor en otros mundos.
Haldre asintio por una vez con la cabeza.
— ?Es verdad que iras casi solo, con muy pocos hombres?
— Si, Senora. Es un largo viaje y habra que cruzar el mar. Y la astucia, no la fuerza, es mi unica esperanza contra la fuerza de ellos.
— Necesitaras algo mas que astucia, Senor de las Estrellas — dijo la anciana. — Bien, enviare contigo a cuatro normales de absoluta lealtad, si eso te basta, dos bestias de carga y seis ensilladas y una o dos bolsas de plata para el caso de que los barbaros de tierras extranjeras exijan paga para alojaros a ti y a mi hijo Mogien.
— ?Vendra Mogien conmigo? ?Todos son valiosos presentes, Senora, pero este es el mas valioso!
Lo observo por un minuto con su clara, triste e inexorable mirada.
— Me place que te agrade, Senor de las Estrellas.
Reanudo su lento paso y Rocannon la siguio.
— Mogien desea ir, porque gusta de tu compania y ama la aventura; y tu, un gran senor en una peligrosa mision, deseas su ayuda. Asi es que creo que su camino es seguirte. Pero te lo dire ahora, en esta manana, en el