El carro temblo un tanto. Fuera de su unica ventana se extendia una noche total… ?o era bruma, o nada? Una larga noche, le habian dicho. Muy larga. Sentada, inmovil, soporto el contacto de las gruesas manos grises sobre su cabello. Luego quisieron tocarle las manos, los pies y los brazos, y uno, la garganta: salto entonces en pie, y mostro los dientes; los gredosos retrocedieron.

— No te hemos hecho dano, Senora — le dijeron.

Sacudio su cabeza.

Cuando se lo ordenaron, volvio a tenderse en la silla y a dejarse atar. Cuando la luz se torno dorada, a traves de la ventana, hubiera querido llorar ante aquel espectaculo, pero cayo desfallecida.

— Bien — dijo Rocannon —, al menos ahora sabemos a que raza pertenece.

— Querria tener el medio de saber quien es — murmuro el director —. Busca algo que tenemos aqui, en el museo. ?No es lo que han dicho los trogloditas?

— No los llames trogloditas — observo Rocannon, lleno de escrupulos; como exoetnologo, especializado en formas de vida inteligentes, se resistia al empleo de tales palabras. No son hermosos, pero tienen el grado C entre nuestros aliados… Me pregunto por que la Comision los escogio a ellos para el plan de desarrollo, aun antes de tomar contacto con todas las especies inteligentes. Apuesto a que lo decidieron los de Centauro; a los centaurianos siempre les han gustado los cavernicolas nocturnos. Creo que aqui tenemos la especie II.

— Parecen tenerle un temor respetuoso, estos trogloditas.

— ?Tu no?

Ketho contemplo a la mujer una vez mas, y se ruborizo, sonriente.

— Vaya, en cierto modo; jamas, en dieciocho anos, habia visto tan bello tipo alienigena, ni aqui ni en Nueva Georgia del Sur. Y, de hecho, jamas habia visto ninguna mujer tan bella. Parece una diosa. — El rubor le cubrio ahora la calva, porque Ketho era un hombre timido, nada afecto a las hiperboles. Pero Rocannon asintio con sobriedad.

— Preferiria hablarle sin estos trog… Gdemiar de por medio. Pero no hay manera. — Rocannon se encamino hacia los visitantes y, cuando ella volvio su esplendido rostro, le hizo una profunda reverencia, hasta plantar un rodilla en tierra, con la cabeza doblada y los ojos cerrados. Era lo que el denominaba un «gesto de acercamiento intercultural» y lo ejecutaba con cierta gracia. Cuando se irguio, la mujer hablo, sonriente.

— Ha dicho «salud, Senor de las Estrellas» — gruno uno de los pigmeos, en su monserga galactica.

— Salud, Senora de los Angyar — respondio Rocannon —. ?En que podemos complacer a la Senora nosotros, los del museo?

Tras los grunidos del troglodita, la voz de la mujer se deslizo como una brisa de plata.

— Ha dicho que, por favor, le devolvais su collar, tesoro de sus ancestros remotos.

— ?Que collar? — pregunto el cientifico.

La mujer, que le habia comprendido, senalo el centro de una vitrina que exhibia una pieza magnifica: una cadena de amarillo oro, macizo pero delicado en su orfebreria, con un enorme zafiro azul engastado en el centro. Rocannon enarco las cejas, mientras Ketho murmuraba sobre su hombro:

— Tiene buen gusto. Es el collar Fomalhaut, una pieza unica.

La joven sonrio a los dos hombres y volvio a hablarles.

— Ha dicho: Senores de las Estrellas, Joven y Anciano, Habitantes de la Casa de los Tesoros, este tesoro es mio. Mucho, mucho tiempo atras. Gracias.

— ?De donde salio esta pieza, Ketho?

— Veamos; dejame consultar el catalogo. Aqui lo tengo. Aqui esta. Salio de estos trog… bueno, lo que sean, Gdemiar. Al parecer estos tipos tienen la obsesion de los negocios; tuvimos que dejarles comprar la nave con que han venido, una AD-4. El collar fue parte del pago. Fue hecho por ellos.

— Apostaria a que ya no pueden hacer esta clase de trabajo; ahora estan adiestrados en la rama industrial.

— Pero se diria que piensan que la joya pertenece a esta mujer y no a ellos o a nosotros. Ha de ser importante, Rocannon, o no le habrian dedicado tanto tiempo a esta diligencia. El intervalo objetivo entre Fomalhaut y aqui debe de ser considerable.

— Varios anos, sin duda — contesto el etnologo, que sabia de viajes espaciales. No muchos.

— Bueno, ni el Manual ni la Guia me dan datos suficientes para una estimacion correcta. Esta claro que. estas especies no han sido estudiadas bien. Los pigmeos le deben estar manifestando mera cortesia. O quiza una guerra interracial dependa del maldito zafiro. O quiza los deseos de ella sean ordenes, porque la consideran superior. O, a pesar de las apariencias, puede que ella este prisionera, que sea un senuelo. ?Como podemos saber…? ?Puedes disponer de las piezas, Ketho?

— Oh, si. Todos los objetos de la sala Exotica estan, tecnicamente, en caracter de prestamo, no son de nuestra propiedad, ya que estas reclamaciones se han producido siempre. Pocas veces ha habido negativas. Paz, antes que nada, hasta que llega la Guerra…

— Entonces creo que es mejor que se lo entregues.

Ketho sonrio.

— Es un privilegio — dijo, y abriendo la vitrina cogio la gruesa cadena de oro; luego, timido, la tendio hacia Rocannon —. Dasela tu.

Y la piedra azul, por un instante, refulgio en las manos del cientifico. Pero su mente estaba lejos; se volvio hacia la esplendida alienigena con el manojo de fuego azul y oro. Ella no alzo las manos para cogerlo, sino que inclino la cabeza y el deslizo el collar sobre sus cabellos. Refulgia como una brasa en torno a su garganta broncineo dorada. Parecia tan llena de orgullo, delectacion y gratitud que Rocannon enmudecio y el director murmuro en su propia lengua:

— Es un placer, un gran placer…

La mujer inclino la cabeza en un saludo hacia Ketho y Rocannon, luego se volvio hacia sus guardias (?o captores?) y envolviendose en la capa azul atraveso el salon y se marcho.

— A veces siento… — comenzo Rocannon.

— ?Que? — pregunto Ketho con voz ronca, tras una larga pausa.

— A veces siento, cuando… me encuentro con estas gentes de mundos que conocemos tan poco, a veces… siento como si transitara por el margen de una leyenda, de un mito tragico, tal vez, que no alcanzo a comprender…

— Si — dijo el director, aclarandose la garganta —. Me pregunto… Me pregunto cual es su nombre.

Semley la Bella, Semley la Dorada, Semley la del Collar. Los gredosos se habian plegado a su deseo y tambien lo hablan hecho los Senores de las Estrellas, en aquel terrible lugar al que la llevaran los gredosos, la ciudad que estaba al termino de la noche. Le habian hablado y le habian devuelto con alegria su tesoro.

Pero aun no habia podido desechar el sentimiento opresivo de aquellas cavernas que la rodearon, donde la roca la aplastaba, las voces retumbaban y las grises manos se tendian a… Ya era suficiente. Habia pagado por el collar; bien. Ahora le pertenecia. La cuenta estaba saldada, el pasado era pasado.

Su montura alada se habia deslizado fuera de una gran caja, con los ojos como velados y la piel escarchada; en un principio, al abandonar las cuevas de los Gdemiar no habia querido volar. Ahora el animal estaba restablecido, y volaba en un suave viento sureno, a traves del cielo brillante, hacia Hallan.

— Rapido, rapido — le decia, entre sonrisas, a medida que el viento despejaba la oscuridad de sus pensamientos —, quiero llegar pronto junto a Durhal…

Y volaron, veloces, de regreso a Hallan, donde llegaron al atardecer del segundo dia. Ya las cavernas de los gredosos no eran mas que una pesadilla lejana; estaban a mil pasos de Hallan y atravesaron el Puente del Precipicio, donde los bosques prosperan. En la luz dorada del crepusculo desmonto en las cuadras y camino entre las rigidas estatuas de los antepasados heroicos; los guardias, en el portal, se inclinaron, sin dejar de admirar la magica joya que lucia en tomo a su garganta.

En la sala de entrada detuvo a una joven que pasaba, una joven bellisima, parienta cercana de Durhal, por su aspecto, aunque Semley no lograba recordar su nombre.

— ?Me conoces, doncella? Soy Semley, la esposa de Durhal. ?Le diras a la Senora Durossa que he regresado?

Porque temia entrar y, quiza, hallarse sola en presencia de Durhal necesitaba el apoyo de Durossa.

La nina la observaba con extraneza; murmurando «si, Senora», se precipito hacia la Torre.

Вы читаете El mundo de Rocannon
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×