El Presidente abrio las cortinas. El cielo era de un azul cegador con solo unas cuantas nubes que se marchaban. El sol centelleaba al reflejarse sus rayos en las montanas de nieve que cubrian el jardin.
— En apariencia sabe usted de lo que habla — dijo -. Pero controlar el tiempo es un gran paso. Un grandisimo paso.
— Lo se respondio Ted. Luego, hablando despacio y con mucho cuidado, explico -: Con un control del tiempo a gran escala, los costos de mantener al pais libre del dano de los huracanes serian probablemente inferiores que si tuviesemos que perseguir cualquier amenaza de perturbacion en el oceano y anularla. Y el control del tiempo es el objetivo ultimo. Se hara tarde o temprano… Me gustaria realizarlo ahora, con esta Administracion.
— Espero residir aqui otros cuatro anos — replico el Presidente, riendo.
Ted seguia repitiendo la mayor parte de los argumentos que utilizo con el doctor Weis; el Consejero Cientifico presento sus contraargumentos, tambien. El Presidente permanecio sentado y escuchando.
Por ultimo, dijo:
— Senor Marret, aprecio su dedicacion y su impetu. Pero debe recordar que sobre el Gobierno recae la responsabilidad del bienestar de toda la nacion. Me parece que sus ideas podrian resultar, pero nunca se han visto puestas a prueba en la escala que usted mismo dijo que seria preciso. Si se equivoca, perderiamos mucho mas que una eleccion; perderiamos vidas y una asombrosa cantidad de propiedades y recursos.
— Eso es verdad, senor — dijo Ted -. Pero si no me equivoco…
— Usted seguira estando en lo cierto el ano que viene, ?verdad? Me gusta el Proyecto THUNDER. Pienso que detener los huracanes sera un regalo tremendo para la nacion… y una tarea bastante grande para ocupar todo un ano. ?Acepta usted voluntariamente dedicarse a esa parte y dejar que el control del tiempo aguarde un poco mas?
Asintiendo, triste, Ted dijo:
— Si no puede ser de otra manera…
El Presidente se volvio al doctor Weis.
— Debe darse cuenta de que nos jugamos el cuello. THUNDER es una especie de riesgo, e ir contra el Pentagono no es siempre bueno en cuestion politica.
— Pero la recompensa podria ser enorme — dijo el doctor Weis.
— Si, me doy cuenta. Y supongo que los beneficios de detener incluso un solo huracan son mas importantes que unos pocos millones de votos este otono.
El doctor Weis se encogio de hombros.
— La politica es un arte, senor Presidente. Yo solo soy cientifico.
Solto una carcajada.
— Quizas hagamos de usted todavia un politico. Se muestra muy decidido en favor de THUNDER, ?verdad?
— En la parte de detener los huracanes, si.
— ?Fuertemente a su favor?
— Fuertemente, senor — respondio el doctor Weis.
— Entonces, de acuerdo. Si el Congreso autoriza los fondos, adelante.
Charlamos durante unos cuantos minutos mas y el Presidente incluso bromeo conmigo acerca de mis tios de Massachusetts, que en las ultimas elecciones trabajaron para su oponente. Rapidamente le dije que mi padre habia estado a su lado. El secretario del Presidente entro y le recordo su siguiente cita. Educadamente nos acompanaron hasta la salida del despacho despues de otra ronda de apretones de manos.
— Buena suerte con THUNDER — nos dijo el Presidente al marcharse -. Estare atento a sus progresos.
Ted asintio. Fuera, en el pasillo, murmuro:
— Hariamos muchos progresos mas si yo tuviese todo THUNDER, en lugar de la parte mas dura.
XVI
PROYECTO THUNDER
Fueron unos freneticos cuatro meses. Entre marzo y julio teniamos que organizar un proyecto que comprendia aviones de la Fuerza Aerea, barcos de la Marina, satelites de la NASA y un buen tanto por ciento del talento y el equipo del Departamento de Meteorologia. El personal del Proyecto fue extraido principalmente del pequeno grupo de Ted en Climatologia y de mi personal en Eolo. Tambien me encargaron de contratar a nuevas personas, que, oficialmente, trabajaban para Eolo, pero que en realidad eran personal de THUNDER. Y, puesto que el Proyecto n~ era ahora militar, Barney y Tuli quedaron en libertad para trabajar con nosotros.
Por ultimo, la primera semana de julio, estabamos dispuestos para partir hacia Miami. El doctor Barneveldt nos despidio en el aeropuerto Logan, junto con una multitud de periodistas y fotografos. Ya no nos escondiamos de la publicidad; de hecho, estaba programada una conferencia de prensa en Miami, a ultima hora de aquella tarde.
Tras unas cuantas palabras finales de despedida, despegamos en el reactor del personal directivo. A bordo teniamos mucho trabajo que hacer. Yo revise un borrador de nuestro acuerdo con el Gobierno britanico referente a las islas Bermudas. Ted habia decidido que THUNDER protegeria al continente de Norteamerica y las islas del Caribe; pero queria dejar en paz a las tormentas en el oceano abierto. Tenia dos motivos. Primero, necesitaba un control cientifico en los experimentos de THUNDER y las tempestades que no tocasemos podrian utilizarse como comparacion contra aquellas en las que trabajaramos. Segundo, simplemente no teniamos recursos para afrontar cada perturbacion en todo el oceano.
Pero las tormentas que permanecian lejos del continente ahora amenazaban las Bermudas, asi que tuvimos que concertar un acuerdo con los ingleses para que las Bermudas no quedasen protegidas.
Mientras leia los papeles del Departamento de Estado, Ted y Barney, a la otra parte del pasillo con respecto ~ mi, hablaban de la conferencia de prensa a la que se enfrentarian aquella tarde.
— Es importante dar a los periodistas la impresion Correcta — decia Barney -. Tenemos que demostrarles que THUNDER es estrictamente un experimento.
Ted asintio con impaciencia.
Yo alce la vista de mi lectura.
— Ted, no te olvides que el doctor Weis estara presente, en el estrado, contigo. Sera mejor que no digas nada que suene a control del tiempo.
Me dirigio una mirada de malhumor.
— No trates de predecir el futuro — anadio Barney -. Solo habla del trabajo que vamos a hacer para el Proyecto. No dejes que los periodistas te coloquen en una posicion en donde te veas obligado a hacer promesas…
Alzo las manos.
— Quiza deberia ponerme una barba postiza, unas gafas oscuras y marcharme antes que empiece la conferencia de prensa. Escuchad, sabeis tan bien como yo que, tenemos resultados con THUNDER, o nos dan la patada. No tratemos de olvidarlo. No importa cuanto alardeemos, todos saben que si dejamos que un huracan pase a traves de nuestros medios y cause danos, estaremos perdidos. Tenemos la obligacion de echar el cerrojo.
Tuli asomo la cabeza desde el asiento de detras de Ted.
— No podremos detener a cada huracan. No, a menos que las perturbaciones esten lo bastante espaciadas para que trabajemos en una o dos al mismo tiempo. A estas alturas de la temporada, cuando las perturbaciones vienen en grupos, algunas de ellas se nos escaparan.
— Eso es cierto — asintio Barney. Volviendose a Ted, le apremio. Es preciso que seamos precavidos, especialmente delante de los periodistas.
Si fuesemos precavidos — gruno Ted -, no estariamos ahora en este avion.
Uno de los mas elegantes hoteles de Miami Beach habia sido elegido para la conferencia de prensa. El salon de baile principal estaba atestado y bajo los focos de la television todos sentimos calor y nerviosismo.
El jefe de la oficina en Miami del Departamento de Meteorologia nos presento con un inacabable