23

Cuando llegue a San Luis hacia mucho frio, estaba a punto de nevar. Encontre una habitacion en un sitio agradable y limpio, una habitacion en el segundo piso, en la parte trasera del edificio. Estaba cayendo la tarde y yo estaba sufriendo uno de mis ataques depresivos, asi que me fui temprano a la cama y me las arregle para dormir de alguna manera.

Cuando me desperte por la manana hacia un frio de perros. Estaba tiritando descontrolado. Me levante y vi que una de las ventanas estaba abierta. La cerre y volvi a meterme en la cama. Empece a sentir una nausea permanente. Consegui dormir otra hora, luego me desperte. Me levante, me vesti, corri a medio vestir al bano del vestibulo y vomite. Me desnude y volvi a meterme en la cama. Pasado un rato oi a alguien llamar a mi puerta.

– ? Si? -pregunte.

– ?Se encuentra usted bien?

– Si.

– ?Podemos entrar?

– Adelante.

Eran dos chicas. Una era un poco gordita, pero limpia y radiante, con un vestido floreado de color rosa. Tenia una cara simpatica. La otra llevaba un gran cinturon ajustado que acentuaba su magnifica figura. Su cabello era largo y oscuro, y su nariz era graciosa; tacones altos, piernas perfectas y llevaba una blusa escotada de color blanco. Sus ojos eran de color marron oscuro, muy oscuro, y no dejaban de mirarme divertidos, muy divertidos.

– Soy Gertrude -dijo-, y esta es Hilda.

Hilda se ruborizo. Mientras, Gertrude atraveso la habitacion hasta llegar a mi cama.

– Te oimos en el bano. ?Estas enfermo?

– Si, pero no es nada serio, seguro. Una ventana que estaba abierta.

– La senora Downing, la casera, te esta haciendo algo de sopa.

– No, si estoy perfectamente.

– Te sentara bien.

Gertrude se me acerco mas en la cama. Hilda se quedo donde estaba, rosada, reluciente y ruborizada. Gertrude comenzo a mover el somier arriba y abajo con sus zapatos de tacon.

– ?Eres nuevo en la ciudad?

– Si.

– ?No estas en el ejercito?

– No.

– ?Que es lo que haces?

– Nada.

– ?No trabajas?

– No trabajo.

– Si -le dijo Gertrude a Hilda-, mirale las manos. Tiene unas manos preciosas. Se ve que no ha trabajado en su vida.

La casera, la senora Downing, llamo a la puerta. Era grandota y agradable. Me imagine que su marido habria muerto y que seria muy devota. Traia un gran cuenco de consome de carne, sosteniendolo en el aire, bien alto. Pude ver el humo que se desprendia de el. Cogi el cuenco. Intercambiamos frases amables. Si, su marido habia muerto. Era muy religiosa. Habia tostaditas, ademas de sal y pimienta.

– Gracias.

La senora Downing miro a las chicas.

– Ahora nos vamos todas. Esperamos que pronto se ponga bien. Y espero que las chicas no le hayan molestado demasiado.

– ?Oh, no! -sonrei desde el cuenco. A ella le gusto eso.

– Vamonos, chicas.

La senora Downing dejo la puerta abierta. Hilda se sonrojo por ultima vez, me ofrecio un esbozo de sonrisa y se fue. Gertrude se quedo. Me observo mientras me tomaba las cucharadas de caldo.

– ?Esta bueno?

– Quiero daros las gracias a todas. Todo esto… no es muy corriente.

– Me tengo que ir.

Se levanto y camino muy lentamente hacia la puerta. Sus nalgas se movian bajo su ajustada falda negra; sus piernas parecian de oro. En la puerta se paro y se dio la vuelta, descanso de nuevo sus oscuros ojos en mi, me atrapo. Yo estaba transfigurado, ardiendo. En el momento en que sintio mi respuesta, volvio la cabeza y se rio. Tenia un cuello adorable, y toda esa oscura cabellera… Se fue hacia las escaleras, dejando la puerta entreabierta.

Cogi la sal y la pimienta, aderece el caldo, meti las tostadas, y lo introduje a cucharadas en mi enfermedad.

24

Encontre un trabajo como empleado de almacen en una tienda de modas para senora. A pesar de que estabamos en mitad de la segunda guerra mundial y se suponia una escasez general de hombres, habia siempre cuatro o cinco solicitantes para cada trabajo (por lo menos para los peores empleos). Aguardamos con nuestros impresos de solicitud rellenados. ?Nacido? ?Soltero? ?Casado? ?Estado militar? ?Ultimo empleo? ?Ultimos empleos? ?Por que los dejo? Habia rellenado tantos impresos de solicitud por aquellos dias que ya me tenia memorizadas todas las respuestas correctas. Como que me habia levantado bastante tarde aquella manana fui el ultimo en ser entrevistado. Un hombre calvo con extranos mechones de pelo encima de cada oreja estaba esperandome.

– ?Si? -me pregunto, observandome por encima de la hoja de papel.

– Soy un escritor temporalmente bajo de inspiracion.

– ?Ah, un escritor, eh?

– Si.

– ?Esta seguro?

– No, no lo estoy.

– ?Que es lo que escribe?

– Relatos cortos, principalmente. Y estoy en mitad de una novela.

– ?Una novela, eh?

– Si.

– ?Como se titula?

– La gotera en el grifo de mi destino.

– Oh, eso me gusta. ?De que trata?

– De todo.

– ?De todo? ?Quieres decir, por ejemplo que trata sobre el cancer?

– Si.

– ?Y que me dices de mi esposa?

– Tambien aparece.

– No me digas. ?Por que quieres trabajar en una tienda de vestidos para senora?

– Siempre me han gustado las senoras en vestidos de senora.

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