– ?Estas exento del servicio?

– Si.

– Dejame ver tu cartilla militar.

Le ensene mi cartilla militar. Me la devolvio.

– Estas contratado.

25

Trabajabamos en un sotano. Las paredes estaban pintadas de amarillo. Empaquetabamos los trajes de senora en cajas oblongas de carton de cerca de un metro de longitud por cuarenta o cincuenta centimetros de ancho. Hacia falta cierta habilidad a la hora de doblar cada vestido para que no se arrugara dentro de la caja. Para prevenir esto usabamos relleno de papel de seda, y nos habian dado cuidadosas instrucciones de plegado. Se utilizaba el correo para los repartos fuera de la ciudad. Cada uno de nosotros tenia su propia escala y su propia maquina de franqueo. No se podia fumar.

Larabee era el encargado. Klein era su asistente. Lara-bee mandaba. Klein estaba tratando de quitarle el puesto a Larabee. Klein era judio y los duenos del almacen eran tambien judios y Larabee estaba preocupado. Klein y Larabee discutian y se pasaban toda la manana y toda la tarde peleando. Si, toda la tarde. El problema en aquellos dias de la guerra era el horario intensivo. Los que llevaban el control siempre preferian explotar continuamente a unos pocos en vez de contratar a mas gente para que todo el mundo trabajase menos. Le dabas al patron ocho horas de sudor y siempre te pedia mas. Jamas en la vida te dejaba irte a casa pasadas seis horas de trabajo, por ejemplo. Tenias largo rato para pensar.

26

Cada vez que entraba en el vestibulo de la pension, Gertrude parecia estar alli aguardandome. Era perfecta, puro sexo enloquecedor, y ella lo sabia y jugaba con ello, te lo daba con cuentagotas, dejando que sufrieras. Eso la hacia feliz. Yo tampoco me sentia muy mal. Le hubiera sido facil ignorarme y no permitirme el calor de una gota siquiera. Como la mayoria de los hombres en tal situacion, me daba cuenta de que no conseguiria nada de Gertrude -conversaciones intimas, excitantes excursiones por la costa, largos paseos las tardes de domingo… hasta despues de haberle hecho unas cuantas promesas absurdas.

– Eres un tio extrano. Te pasas mucho tiempo solo ?no?

– Si.

– ?Tienes algun problema?

– Estuve largo tiempo enfermo antes de aquella manana en que me conociste.

– ?Estas enfermo ahora?

– No.

– Entonces, ?que es lo que pasa?

– No me gusta la gente.

– ?Piensas que eso esta bien?

– Probablemente no.

– ?Me llevaras al cine alguna noche?

– Lo intentare.

Gertrude se mecio enfrente mio; se mecio con sus zapatos de tacon. Se acerco. Algunas partes de ella me tocaban. Solo que no pude responder. Quedaba un espacio entre nosotros. La distancia era demasiado grande. Senti como si ella le estuviese hablando a una persona que se habia esfumado, una persona que ya no estaba alli, ni estaba viva por mas tiempo. Sus ojos parecian mirar a traves mio. No podia conectar con ella. No sentia verguenza, solo me daba un poco de corte, y de algun modo, me sentia indefenso.

– Ven conmigo.

– ?Que?

– Quiero ensenarte mi alcoba.

Segui a Gertrude hasta el salon. Abrio la puerta de su dormitorio y entramos. Era una habitacion muy femenina. La amplia cama estaba cubierta de animales de pelu-che. Todos los animales parecian sorprendidos y me miraban: jirafas, osos, leones, perros. El aire estaba perfumado. Todo era bonito y limpio y parecia suave y confortable. Gertrude se me aproximo mas.

– ?Te gusta mi alcoba?

– Es muy bonita. Si, me gusta.

– No le digas nunca a la senora Downing que te he traido aqui, se escandalizaria.

– No le dire nada.

Gertrude se quedo alli mirandome, en silencio.

– Tengo que irme -le dije finalmente. Me acerque hasta la puerta, la abri, la cerre tras de mi y volvi a mi cuarto.

27

Despues de haber perdido numerosas maquinas de escribir en manos de prestamistas, simplemente habia dejado atras la idea de poseer una. Caligrafiaba mis historias a mano y asi las enviaba. Las caligrafiaba con una pluma. Llegue a ser un caligrafo muy veloz. Llegue a un punto en que podia caligrafiar mas rapido que escribir con mi letra. Escribia tres o cuatro relatos cortos por semana. Los enviaba por correo. Me imaginaba a los editores de Atlantic Monthly y Harper's diciendo:

– Vaya, aqui tenemos otra cosa de esas que escribe ese chiflado…

Una noche lleve a Gertrude a un bar. Nos sentamos en una mesa lateral y bebimos cerveza. Afuera estaba nevando. Me sentia un poco mejor de lo habitual. Bebimos y charlamos. Paso cerca de una hora. Empece a clavar mis ojos en los de Gertrude y ella me devolvia la mirada. «?Un buen hombre, en estos dias, es dificil de encontrar!», decia la maquina tocadiscos. Gertrude movia su cuerpo con la musica, movia su cabeza con la musica, y me miraba a los ojos.

– Tienes un rostro muy extrano -me dijo-. No eres realmente feo.

– Empleado de almacen numero cuatro, abriendose camino.

– ?Has estado alguna vez enamorado?

– El amor es para la gente real.

– Tu pareces real.

– No me gusta la gente real.

– ?No te gusta?

– La odio.

Bebimos algo mas, sin hablar mucho. Seguia nevando.

Gertrude volvio su cabeza y miro a la gente del bar. Luego me miro a mi.

– ?Verdad que es guapo?

– ?Quien?

Вы читаете Factotum
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×