– Aquel soldado de alli. Esta sentado solo. Se sienta tan derecho. Y lleva puestas todas sus medallas.

– Venga, vamonos de aqui.

– Pero si es temprano aun.

– Te puedes quedar si quieres.

– No, quiero ir contigo.

– No me importa un pijo lo que hagas.

– ?Es el soldado? ?Te has cabreado por culpa de ese soldado?

– ?Oh, mierda!

– ?Es por ese soldado!

– Me voy.

Me levante de la mesa, deje un billete y me fui hacia la puerta. Oi como Gertrude me seguia. Baje por la calle en mitad de la nieve. Al poco rato ella estaba caminando a mi lado.

– No puedes ni siquiera coger un taxi. ?No puedo andar por la nieve con estos tacones altos!

Yo no conteste. Caminamos las cuatro o cinco manzanas que nos separaban de la pension. Subi los escalones de la puerta con ella a mi lado. Subi a mi habitacion, abri la puerta, la cerre, me quite la ropa y me meti en la cama. La oi arrojar algo contra la pared de su habitacion.

28

Segui caligrafiando mis relatos. La mayoria de ellos los mandaba a Clay Gladmore, cuya revista neoyorquina Frontfire yo admiraba. Solo pagaban 25 dolares por historia, pero Gladmore habia descubierto a William Saroyan y a muchos otros, y habia sido amigo intimo de Sher-wood Anderson. Gladmore me devolvia muchas cosas con notas de rechazo escritas por el mismo. La verdad es que la mayoria de estas notas no eran muy extensas, pero eran amables y me daban animos. Las grandes revistas usaban notas de rechazo ya impresas. Incluso las notas de rechazo impresas de Gladmore parecian tener algun calor amigable: «Lamentamos que, vaya, esta sea una nota de rechazo, pero…»

Asi que mantuve a Gladmore ocupado con cuatro o cinco relatos por semana. Mientras tanto trabajaba en modas para senora, en las profundidades del sotano amarillo. Klein todavia no habia podido echar de su puesto a Larabee. A Cox, el otro empleado, no le importaba quien echase a quien mientras pudiese fumarse su pitillito en las escaleras cada veinticinco minutos.

Las horas extraordinarias se hicieron automaticas. Yo bebia cada vez mas y mas en mis horas libres. La jornada de ocho horas habia desaparecido para siempre. Cuando entrabas alli por la manana podias estar seguro de que ibas a tener un minimo de once horas de trabajo. Esto incluia tambien los sabados, que en teoria eran media jornada, pero que se habian transformado en jornada completa. La guerra seguia su curso, pero las senoras compraban trajes como endemoniadas…

Fue despues de una jornada de doce horas intensivas. Me habia puesto mi abrigo, subido las escaleras del sotano, encendido un cigarrillo e iba caminando por el pasillo hacia la salida cuando oi la voz del jefe:

– ?Chinaski!

– ?Si?

– Venga aqui.

El jefe estaba fumandose un largo y costoso cigarro. Parecia feliz y descansado.

– Este es mi amigo Carson Gentry.

Carson Gentry tambien estaba fumandose un costoso cigarro.

– El senor Gentry tambien es escritor. Esta muy interesado en la literatura. Le he dicho que usted era escritor y ha querido conocerle. ?No le importa, no?

– No, no me importa.

Los dos se quedaron alli sentados mirandome y fumandose sus puros. Pasaron unos cuantos minutos. Inhalaban, expulsaban el humo, me miraban.

– ?Les importa que me vaya?

– Esta bien -dijo mi jefe.

29

Siempre me iba andando hasta la pension, estaba a seis o siete bloques de distancia. Los arboles a lo largo de las calles eran todos iguales: pequenos, retorcidos, medio congelados, sin hojas. Me gustaban. Caminaba junto a ellos bajo la fria luz de la luna.

Aquella escena en la tienda se me habia quedado grabada. Aquellos puros, los trajes lujosos. Pense en buenos solomillos, largos paseos en magnificos automoviles metiendose por carreteras privadas que llevaban a hermosas mansiones fastuosas. Relajo. Viajes a Europa. Mujeres de primera. ?Eran ellos mucho mas inteligentes que yo? La unica diferencia era el dinero, y su deseo de acumularlo.

?Yo tambien tenia tal deseo! Ahorraba mis perras chicas. Pero tenia una idea. Pediria un credito. Yo contrataria y despediria a la gente. Tendria un escritorio de caoba lleno de botellas de whisky. Tendria una mujer con pechos de la talla 40 y un culo que haria que el chico de los periodicos de la esquina se corriese en los pantalones cuando lo viera contonearse. Yo la enganaria con otras y ella lo sabria y no diria nada para poder seguir viviendo en mi casa gozando de mi fortuna. Despediria a hombres solo por advertir una leve sombra de disgusto en sus caras. Despediria a mujeres que no se esperaban que yo las fuese a despedir.

Eso era todo lo que un hombre necesitaba: esperanza. Era la falta de esperanza lo que hundia a un hombre. Recordaba mis dias en Nueva Orleans, viviendo de dos barritas de caramelo de 5 centavos al dia durante semanas con tal de no trabajar y tener tiempo para escribir. Pero el morirse de hambre, desgraciadamente, no ayuda a mejorar el arte. Solo era un impedimento. El alma de un hombre estaba radicada en su estomago. Un hombre podia escribir mucho mejor despues de haberse zampado un buen solomillo de ternera y bebido medio litro de whisky de lo que jamas podria hacerlo despues de haber comido una barrita de caramelo de a niquel. El mito del artista hambriento era una falacia. Una vez que te dabas cuenta de que todo era una falacia, conseguias la sabiduria y empezabas a sangrar y a arder en llamas y a romper tu ser en explosiones. Yo construiria un imperio con los cuerpos fracturados y las vidas de los hombres sin esperanza, mujeres y ninos… Les impulsaria a todos ellos a lo largo de todo el camino. ?Les ensenaria!

Estaba en mi pension. Subi las escaleras hasta la puerta de mi cuarto. Abri la puerta y encendi la luz. La senora Downing habia dejado mi correo en el umbral. Habia un gran sobre marron de Gladmore. Lo recogi, era pesado, contenia manuscritos rechazados. Me sente y abri el sobre.

Estimado Sr. Chinaski:

Le devolvemos estos cuatro relatos, pero nos quedamos con Mi alma borracha de cerveza es mas triste que todos los arboles de Navidad muertos en todo el mundo. Hemos estado observando su trabajo desde hace tiempo y nos alegramos mucho de aceptar este relato.

Un abrazo:

Clay Gladmore

Me levante de la silla sosteniendo todavia la nota entre mis manos, mi PRIMER texto aceptado. De la revista literaria numero uno de America. Nunca me habia parecido el mundo tan hermoso, tan lleno de promesas. Camine encima de la cama, me sente, me tumbe en el suelo, la lei otra vez, estudie cada curvatura de la firma de Gladmore. Me levante, lleve la nota hasta la comoda, la apoye alli. Entonces me desnude, apague las luces y me meti en la cama. No me podia dormir. Me levante, encendi la luz, me acerque a la comoda y la lei de nuevo:

Estimado Sr. Chinaski…

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