habia bebido cantidad de esa mierda cargada de grados. Trate de convencerle de que se fuera a la cama…

– ?Ah, si?

– Le estuve diciendo todo el rato que se fuera a la cama, pero el no quiso. Estaba tan desquiciado que yo tuve que beber tambien. Al final, me entro la dormilera y le deje sentado en aquella silla con su vodka.

– ?No le llevaste a la cama? -pregunto Grace.

– No. Por la manana, entre en la sala y el todavia seguia sentado en la silla, con la botella de vodka a su lado. «Buenos dias, Willie», le dije. Nunca habia visto unos ojos tan hermosos. La ventana estaba abierta y la luz del sol los hacia brillar, con toda el alma.

– Ya lo se -dijo Grace-, Willie tiene unos ojos muy bonitos.

– El no me contesto. No consegui que dijera una sola palabra. Fui hasta el telefono y llame a su hermano, ya sabes, el doctor drogadicto. Vino el hermano y le echo un vistazo y cogio el telefono y nos sentamos hasta que vinieron dos tios que le cerraron los ojos a Willie y le pusieron una inyeccion. Luego nos sentamos y hablamos un rato hasta que uno de los tios miro su reloj y dijo «Ya esta» y se levantaron y cogieron a Willie de la silla y lo extendieron en una camilla. Luego se lo llevaron y alli acabo todo.

– Mierda -dijo Grace-, estoy jodida.

– Estas jodida -dijo Jerry-, yo al menos tengo todavia mis cincuenta mensuales.

– Y tu culazo gordo y redondo -dijo Grace.

– Y mi culazo gordo y redondo -dijo Jerry.

Laura y yo sabiamos que estabamos jodidos. No habia necesidad de decirlo.

Nos quedamos todos sentados en el bar tratando de pensar en nuestro proximo paso.

– Me pregunto -dijo Jerry-, si no lo mataria yo.

– ?Matarle como? -pregunte.

– Por mezclar agua con vodka. El siempre lo bebia a palo seco. Podria haber sido el agua lo que lo mato.

– Podria ser -dije.

Entonces me volvi hacia el camarero.

– Tony -dije-. ?Podrias por favor servirle a la senorita un vodka con agua?

Grace no encontro la broma divertida.

Yo no vi como ocurrio, pero mas tarde me lo contaron. Grace salio y se fue a casa de Wilbur y empezo a dar golpes en la puerta, a dar golpes y a gritar y a dar golpes, y el hermano, el doctor, abrio la puerta, pero no la dejo entrar, estaba de luto y drogado y no la quiso dejar pasar, pero Grace no se dio por vencida. El doctor no conocia a Grace muy bien (puede que todo lo que supiese de ella es que era una buena jodedora) y el tio cogio el telefono y llamo a la policia, que vino, pero ella estaba demasiado enloquecida y rabiosa e hicieron falta dos de ellos para ponerle las esposas. Cometieron el error de esposarla por delante y ella subio los brazos y luego los bajo y le rasgo a uno de los polis la mejilla, se la abrio de tal modo que podias asomarte por un lado de su cara y verle los dientes. Vinieron mas polis y se llevaron a Grace, dando alaridos y pegando patadas, y despues de eso ninguno de nosotros nos volvimos nunca a ver.

36

Filas y filas de silenciosas bicicletas. Estanterias repletas de repuestos de bicicletas. Filas y filas de bicicletas colgando del techo: bicicletas verdes, bicicletas rojas, bicicletas amarillas, bicicletas purpura, bicicletas azules, bicicletas para ninas, bicicletas para ninos, todas colgando alli arriba; los radios relucientes, las ruedas, los neumaticos de goma, la pintura, los sillines de cuero, luces traseras, luces delanteras, los frenos de mano; cientos de bicicletas, fila tras fila.

Teniamos una hora libre para almorzar. Yo comia rapidamente. Como me pasaba levantado casi toda la noche y me despertaba muy temprano, estaba siempre cansado, con todo el cuerpo dolorido. Habia logrado encontrar un rincon retirado bajo las bicicletas. Me arrastraba hasta alli, bajo las nutridas hileras de bicicletas inmaculadamente ordenadas. Me tumbaba alli de espaldas, y suspendidas sobre mi, alineadas con precision, colgaban filas de relucientes radios de plata, llantas, cubiertas de caucho negro, brillante pintura nueva, pedales. Todo en perfecto orden. Era inmenso, correcto, ordenado… 500 o 600 bicicletas en formacion encima mio, cubriendome, por todas partes. De algun modo aquello estaba lleno de significado. Solo tenia que mirarlas para saber que unicamente tenia cuarenta y cinco minutos de reposo bajo aquella selva ciclica.

Tambien sabia por otra parte de mi conciencia que si alguna vez me dejaba llevar y caia en el torbellino mecanico de aquellas bicicletas nuevas y relucientes, estaba listo, acabado para siempre, y nunca podria salvarme. Asi que solo me tumbaba de espaldas y dejaba que las ruedas y los radios y los colores me calmaran de algun modo.

Me tapaban. Y es que un hombre con resaca nunca debe tumbarse de espaldas y ponerse a contemplar el techo de un almacen. Las vigas de madera al final se apoderan de ti; y los cielorrasos de cristal -puedes ver la jaula para gallinas en los cielorrasos de cristal- esos barrotes a un hombre le recuerdan de algun modo una jaula. Entonces viene la pesadumbre en los ojos, el morirse por un trago; y luego el sonido de la gente moviendose, los puedes oir, sabes que tu hora ha llegado, y no se sabe como te ves levantandote y moviendote y rellenando y facturando pedidos…

37

Ella era la secretaria del encargado. Se llamaba Carmen -mas a pesar del nombre espanol era rubia y llevaba siempre vestidos ajustados con escote, zapatos de tacon, medias de nylon y liguero, y su boca estaba empo-rrotada de lapiz de labios, pero, ay, podia vibrar, podia menearse, se cimbreaba mientras llevada las ordenes a facturar, se cimbreaba de vuelta a la oficina, con todos los muchachos pendientes de cada movimiento, cada sacudida de sus nalgas; meciendose, balanceandose, bamboleandose. No soy un hombre de damas. Nunca lo he sido. Para ser un hombre de damas te lo tienes que hacer con una conversacion cortes. Nunca he sido muy bueno conversando asi, pero, finalmente, con Carmen presionandome, la lleve a uno de los camiones que estabamos descargando en la parte trasera del almacen y alli me la tire, de pie en el fondo de la caja del camion. Fue algo bueno, algo calido, pense en el cielo azul y en anchas playas vacias, aunque tambien fue un poco triste - habia una ausencia definitiva de sentimiento humano que yo no podia comprender ni superar. Tenia su vestido subido por encima de las caderas y alli estaba yo, bombeandole mi polla en la vagina, abrazandola, presionando finalmente mi boca contra la suya, espesa de carmin, y corriendome entre dos cajas de carton sin abrir, con el aire lleno de cenizas y su espalda apoyada contra la pared mugrienta y astillada del camion en medio de la misericordiosa oscuridad.

38

Todos nos desdoblabamos a la vez en mozos de carga y en chupatintas de almacen. Cada uno rellenaba y facturaba sus propias ordenes. El encargado solo se ocupaba de descubrir errores. Y como cada uno era responsable de sus encargos de principio a fin, no habia manera de escurrir el bulto. Tres o cuatro meteduras de pata en los repartos y estabas despedido.

Vagabundos e indolentes, todos los que alli trabajabamos sabiamos que teniamos los dias contados. Asi que andabamos relajados y aguardabamos a que descubriesen lo ineptos que eramos. Mientras tanto, viviamos integrados en tal sistema, les dabamos unas pocas horas de honestidad y bebiamos juntos por las noches.

Eramos tres. Uno, yo. Y un tio que se llamaba Hector Gonzalves, alto, con los hombros caidos, placido. Tenia una adorable esposa mejicana que vivia con el en una gran cama doble por arriba de Hill Street. Yo lo sabia porque una noche habia estado alli con el bebiendo cerveza y luego habia acojonado a su mujer. Hector y yo habiamos llegado despues de una noche de borrachera en diversos bares y yo la saque de un tiron de la cama y la bese delante de Hector. Me figure que llegado el caso podria noquearle. Todo lo que tenia que hacer era mantener un ojo alerta por si sacaba la navaja. Finalmente, me disculpe por ser tan gilipollas. No pude culparla

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