encrespadas y duras.

– ?Que clase de hombre soy? -me pregunte en voz alta-. ?Mi padre me advirtio que acabaria de este modo! ?Es que no puedo salir a la calle y conseguir algo? Voy a salir a la calle a conseguir algo… Pero primero, un buen trago de vino.

Llene un vaso grande con oporto. Era de garrafa y tenia un sabor vil y nauseabundo, no podias pensar en ello mientras lo bebias a riesgo de vomitarlo al instante. Asi que siempre proyectaba otra pelicula en mi cinelandia mental cuando me pegaba un trago. Pensaba en un viejo castillo en Escocia cubierto de musgo -con puentes levadizos, aguas azules, arboles, cielo azul, nubes en cumulos. O pensaba en una seductora dama quitandose un par de medias de seda muy muy lentamente. Esta vez escogi la pelicula de las medias de seda.

Me trague el vino.

– Me voy. Hasta luego, Jan.

– Hasta luego, Henry.

Baje hasta el vestibulo, pateandome los cuatro pisos de escaleras, con mucho cuidado al pasar por el apartamento del casero (estabamos atrasados con el alquiler) hasta llegar a la calle. Baje por la colina. Estaba entre la sexta y Union Street. Cruce la sexta y me dirigi hacia el este. Alli habia un pequeno mercado. Pase junto al mercado, entonces me di media vuelta y me acerque. La tienda de verduras estaba junto a la calle. Fuera habia tomates, pepinos, naranjas, pinas y uvas. Me quede mirandolo todo. Eche un vistazo al interior de la tienda; habia un viejo con un delantal. Estaba hablando con una mujer.

Agarre un pepino, me lo guarde en el bolsillo y me aleje de alli. Estaba a unos cuantos metros de distancia cuando oi que me gritaban:

– ?Eh, senor! ?SENOR! ?Deje ese PEPINO donde estaba o llamo a la POLICIA! ?Si no quiere ir a la CARCEL, traiga aqui ESE PEPINO!

Me di la vuelta y recorri el largo camino de regreso. Habia tres o cuatro personas observando. Saque el pepino de mi bolsillo y lo volvi a poner en la cima de la piramide. Luego me fui caminando hacia el oeste. Subi por Union Street hacia el lado oeste de la colina. Entre por el portal y me subi los cuatro pisos de escaleras. Abri la puerta. Jan me miro desde detras de su bebida.

– Soy un desastre -dije-, ni siquiera puedo robar un pepino.

– No pasa nada.

– Haz unas tortitas.

Me acerque a la garrafa y me servi otro trago.

…Estaba montado en un camello cruzando el Sahara. Tenia una gran nariz, que se asemejaba en cierto modo al pico de un aguila, pero aun asi era muy hermoso, si, con blancas vestiduras ajustadas con cordones verdes. Y tenia valor, habia matado a mas de uno. Llevaba una gran cimitarra sujeta a mi cinturon. Iba camino de la tienda donde una nina de catorce anos bendecida con una gran sabiduria y un himen inmaculado me esperaba con ansiedad, tendida en un inmenso camastro oriental, recargado de ornatos…

La bebida bajo por mi esofago; el veneno sacudio mi cuerpo; pude oler la harina quemandose. Servi un trago para Jan y me servi otro trago para mi.

En algun momento de aquellas noches infernales, acabo la segunda guerra mundial. La guerra nunca habia sido para mi mas que una vaga realidad, pero ahora habia terminado. Y los trabajos que siempre habian sido dificiles de obtener, ahora lo iban a ser aun mas. Me levantaba todas las mananas y recorria todas las agencias publicas de empleo, empezando por el mercado de trabajo en granjas. Me levantaba a duras penas a las 4:30 de la madrugada, con resaca, y estaba normalmente de vuelta antes del mediodia. Caminaba de una agencia a otra, en un peregrinaje sin fin. A veces conseguia algun trabajo ocasional por un dia descargando camiones, pero esto era solo despues de recurrir a una agencia privada que se llevaba un tercio de tus ganancias. En consecuencia, habia muy poco dinero y nos ibamos retrasando mas y mas en el pago del alquiler. Pero manteniamos las botellas de vino en brava formacion, haciamos el amor, nos peleabamos y esperabamos.

Cuando teniamos un poco de dinero nos ibamos al gran Mercado Central y comprabamos carne barata para estofado, zanahorias, patatas, cebollas y apio. Lo poniamos todo en una cazuela y nos sentabamos a conversar, sabiendo que ibamos a comer, oliendolo todo -las cebollas, las verduras, la carne- escuchando como se cocia. Liabamos cigarrillos y nos ibamos juntos a la cama y nos levantabamos y cantabamos canciones. A veces subia el casero y nos decia que no armasemos escandalo, recordandonos, de paso, que estabamos retrasados en el pago del alquiler. Los vecinos nunca se quejaban de nuestras peleas, pero no les gustaban nuestras canciones:

Tengo mucho de nada; Old man river; Botones y ballestas; A volteretas con las zarzas voltereteras; Dios bendiga America; Deutschland uber alies; El retrato de Bo-naparte; Me pongo triste cuando Hueve; Manten alto tu lado soleado; No queda dinero en el banco; Quien teme al lobo feroz; Cuando cae el purpura profundo; Una tara una tarea; Me case con un angel; Los pobres corderitos se han perdido; Quiero una chica igual que la chica que se caso con mi papa; Como demonios los vas a guardar en la granja; Si hubiera sabido que venias hubiera cocinado un pastel…

43

Una manana estaba demasiado enfermo como para levantarme a las 4:30 de la madrugada -o de acuerdo con nuestro reloj, a las 7:27 y treinta segundos. Apague la alarma y me volvi a dormir. Un par de horas mas tarde se oyo un fuerte ruido en el vestibulo.

– ?Que cono ha sido eso? -le pregunte a Jan.

Sali de la cama. Dormia en calzoncillos. Los calzoncillos estaban muy manchados -los limpiaba con periodicos que mojabamos y reblandeciamos con las manos-, pero generalmente no podia quitar las manchas. Tambien estaban hechos jirones, y tenian quemaduras de cigarrillos.

Fui hasta la puerta y la abri. Habia una humareda muy espesa en el vestibulo. Y bomberos con grandes cascos de metal con numeros pintados delante. Bomberos arrastrando largas mangueras de gruesa lona. Bomberos vestidos de amianto. Bomberos con hachas. El ruido y la confusion eran increibles. Cerre la puerta.

– ?Que pasa? -me pregunto Jan adormilada.

– Son los bomberos.

– Ah -dijo ella. Volvio a taparse con las mantas y se dio la vuelta. Yo me meti a su lado en la cama y me dormi.

44

Me contrataron finalmente en un almacen de recambios de automoviles. Estaba en Flower Street, bajando por la Onceava calle. Vendian al detall en la parte delantera y tambien se encargaban de ventas al por mayor a otros distribuidores y tiendas. Tuve que hacer el nume-rito para conseguir el empleo -les dije que me gustaba pensar en mi trabajo como un segundo hogar. Eso les gusto.

Era el empleado de recibos. Tambien solia recorrerme media docena de sitios en la vecindad apuntando pedidos. Me ayudaba a olvidarme del gran edificio.

Un dia, durante el descanso del almuerzo, me fije en un muchacho chicano con un aire intenso e inteligente que estaba leyendo las carreras del dia en el periodico.

– ?Juegas a los caballos? -le pregunte.

– Si.

– ?Me dejas ver el periodico?

Eche un vistazo a las carreras. Le devolvi luego el periodico.

– My Boy Bobby tiene que ganar en la octava.

– Ya lo se. Y no sale favorito.

– Lo tiene chupado, es el mejor de todos.

– ?Cuanto crees que pagaran?

– Alrededor de 9 a 2.

– Hostia, me gustaria poder apostarle.

– Tambien a mi.

– ?A que hora se corre la ultima en Hollywood Park? -me pregunto.

– A las cinco y media.

– Nosotros salimos de aqui a las cinco.

– Nunca conseguiremos llegar.

– Podemos intentarlo. My Boy Bobby va a ganar.

– Estamos de suerte.

– ?Vienes conmigo?

– Claro.

– Estate atento al reloj. A las cinco en punto nos largamos.

Вы читаете Factotum
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×