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Corrimos a traves del tunel en el momento en que los estaban colocando en la valla de salida. Nos gustaba Hap-py Needles. Solo estaba 9 a 5 y yo me figuraba que no podiamos ganar dos dias seguidos, asi que solo le aposte 5 dolares. Manny le puso 10 dolares a ganador. Happy Needles gano por una cabeza, rematando por el exterior en los ultimos metros. Teniamos el ganador y tambien teniamos 32 dolares de apuestas equivocadas, cortesia de los chicos del almacen.

Se corrio la voz y los chicos de los otros almacenes donde yo iba a recoger los pedidos me entregaban sus apuestas. Manny tenia razon, muy raras veces acertaban. No sabian como apostar; apostaban al muy favorito o al caballo imposible, cuando el adecuado siempre andaba por la mitad de la escala. Me compre un buen par de zapatos, un cinturon nuevo y dos costosas camisas. El dueno del almacen dejo de parecerme tan poderoso. Manny y yo comenzamos a tomarnos mas tiempo con nuestros almuerzos y a volver fumando habanos de primera. Pero seguia siendo una brutal galopada todas las tardes para llegar a la ultima carrera. La muchedumbre del hipodromo ya nos conocia de vernos aparecer siempre corriendo por aquel tunel, y todas las tardes nos aguardaban. Nos animaban aplaudiendo y agitando sus revistas hipicas, y los vitores parecian crecer cuando pasabamos a su lado en el sprint final hasta la ventanilla de apuestas.

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La nueva vida no le sento bien a Jan. Ella estaba acostumbrada a sus cuatro polvos diarios y a verme pobre y humilde. Despues de la jornada en el almacen y luego de la carrera salvaje y el sprint final a traves del parking y tunel abajo, no me quedaba mucho amor en el cuerpo. Cuando llegaba por la noche, ella siempre estaba sumergida en su vaso de vino.

– El senor juegacaballos -me decia al entrar. Estaba completamente vestida; con tacones altos, medias de ny-lon y las piernas cruzadas bien altas, balanceando el pie-. El gran senor juegacaballos. Sabes, cuando te conoci me gustaba el modo que tenias de cruzar una habitacion, andabas como si fueses atravesando paredes, como si lo poseyeses todo, como si nada importase. Ahora consigues tener unos cuantos pavos en el bolsillo y dejas de ser el mismo. Actuas como un estudiante de dentista o un fontanero.

– No me empieces a largar ningun rollo de fontaneros, Jan.

– No me has hecho el amor en dos semanas.

– El amor toma muchas formas. El mio ha tomado una forma mas sutil.

– No me has follado en dos semanas.

– Ten paciencia. En seis meses estaremos de vacaciones en Roma, en Paris…

– ?Mirate! Sirviendote ese whisky bueno y dejandome a mi aqui tirada bebiendo este vino barato pudretripas.

Yo me relajaba en una silla y movia los cubitos de hielo con el whisky. Llevaba puesta una costosa camisa amarilla, bastante chillona, y unos pantalones nuevos, verdes con rayitas blancas.

– ?El gran senor juegacaballos!

– Te doy el alma, te doy sabiduria y luz y musica y un poco de diversion. Aparte, soy el mas grande jugador de caballos del mundo.

– ?Mierda de caballo!

– No, jugador de caballos. -Me bebi el whisky, me levante y me servi otro.

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Las discusiones eran siempre las mismas. Entonces lo comprendi muy bien -los grandes amantes eran siempre hombres ociosos. Yo follaba mejor siendo un vagabundo desocupado que siendo un salta-cronometros.

Jan comenzo su contraataque, que consistia en discutir conmigo, enfurecerme y luego salir corriendo por las calles y mas tarde entrar en los bares. Todo lo que tenia que hacer era sentarse sola en la barra y las bebidas, las ofertas, venian rapido. A mi no me parecio que eso fuese honesto por su parte, naturalmente.

La mayoria de las noches se repetia la misma cancion. Ella me gritaba, agarraba su bolso y se largaba pegando un portazo. Era efectivo; habiamos vivido juntos y nos habiamos amado durante mucho tiempo, tenia que afectarme y me afectaba. Pero siempre la dejaba irse y me sentaba sin remedio en mi silla bebiendo mi whisky y conectaba la radio para escuchar un poco de musica clasica. Sabia que ella estaba ahi fuera, y sabia que alguien mas estaria con ella, pero tenia que dejar que ocurriera, tenia que dejar que las cosas siguiesen su propio curso.

Pero cierta noche, estaba ahi sentado cuando algo se quebro en mi interior, pude sentir como se quebraba, algo se agito y crecio dentro de mi y entonces me levante y baje los cuatro pisos de escaleras hasta la calle. Baje por la Tercera y Union Street hasta la Sexta y luego segui por la Sexta hasta Alvarado. Pase por las puertas de los bares y supe que estaba en uno de ellos. Tuve una intuicion, entre en uno y alli estaba Jan sentada al fondo de la barra. Llevaba un panuelo de seda verde y blanco extendido en bandolera. Estaba sentada entre un hombre flaco con una gran verruga en la nariz y otro que era una pequena joroba de carne amontonada con gafas vestido con un viejo traje negro.

Jan me vio llegar. Alzo su cabeza y a pesar de la penumbra del bar la vi palidecer. Me acerque hasta ponerme detras de ella, pegado a su taburete.

– ?Trate de hacer de ti una mujer, pero nunca seras otra cosa que una maldita puta!

La pegue una bofetada del reves y la tire de la banqueta. Cayo con dureza al suelo y se puso a chillar. Cogi su bebida y me la acabe. Luego me fui tranquilamente caminando hacia la salida. Cuando llegue alli, me di la vuelta.

– Ahora, si hay alguien, aqui… al que no le guste lo que acabo de hacer… solo tiene que decirlo.

No hubo respuesta. Supuse que les habia gustado lo que acababa de hacer. Fui caminando de regreso por la calle Alvarado.

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En el almacen de repuestos trabajaba cada vez menos. El senor Mantz, el dueno, se acercaba hasta el oscuro rincon donde yo estaba agachado poniendo con desgana nuevas piezas en los estantes y me preguntaba:

– Chinaski, ?se encuentra bien?

– Si.

– ?No esta enfermo?

– No.

Entonces Mantz se alejaba. La escena se repitio una y otra vez con minimas variaciones. Una vez me sorprendio haciendo un dibujo del callejon, de vuelta de uno de mis recados. Mis bolsillos estaban repletos de dinero de apuestas. Las resacas no eran tan malas, teniendo en cuenta que eran causadas por el mejor whisky que el dinero podia comprar.

Segui alli dos semanas mas recibiendo mis cheques. Entonces, un miercoles por la manana, Mantz me espero plantado junto a la linea central de repisas cercana a su oficina. Me llamo con un gesto. Cuando entre en su oficina, habia vuelto a sentarse detras de su escritorio.

– Sientese, Chinaski.

En el centro del escritorio habia un cheque, puesto boca abajo. Cogi el cheque deslizandolo por la mesa de cristal y me lo guarde en la cartera sin mirarlo.

– ?Sabia ya que ibamos a despedirle?

– No, pero a los patrones no cuesta mucho adivinarles las intenciones.

– Chinaski, no ha dado golpe en todo el mes, y lo sabe.

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