– Un hombre se rompe el alma trabajando y ustedes no lo aprecian.

– Usted no se ha estado rompiendo el alma, Chinaski.

Me quede mirandome los zapatos durante un rato. No sabia que decir. Entonces le mire.

– Le he estado dando mi tiempo. Es todo lo que tengo que dar, es todo lo que un hombre tiene. Por un cochino dolar cada cuarto de hora.

– Acuerdese de que nos suplico por este trabajo. Dijo que el trabajo era su segundo hogar.

– …dandole mi tiempo para que usted pueda vivir en su mansion en lo alto de la colina y tener los lujos que desee. Si hay alguien que haya perdido en este trato, en este puto arreglo…ese he sido yo, ?entiende?

– Esta bien, Chinaski.

– ?Esta bien?

– Si. Vayase.

Me quede alli de pie. Mantz estaba vestido con un conservador traje marron, camisa blanca y corbata rojo oscura. Trate de acabar la discusion con algo tajante.

– Mantz, quiero mi seguro de paro. No quiero tener ningun problema con eso. Ustedes siempre estan tratando de arrebatarle a un obrero sus derechos. Asi que no me ponga ningun problema o volvere aqui y se las tendra que ver conmigo.

– Conseguira el subsidio. ?Ahora larguese de una pune-tera vez!

Me largue de una punetera vez.

50

Tenia mis ganancias y el dinero de las apuestas, no tenia nada que hacer salvo quedarme por. ahi tumbado y vaguear, y a Jan eso le gustaba. Pasadas dos semanas tenia ya el seguro de paro y nos relajabamos y follabamos y nos recorriamos los bares y todas las semanas bajaba al Departamento de Desempleo del Estado de California y guardaba cola y recibia mi hermoso taloncito. Solo tenia que responder a tres preguntas:

– ?Esta usted capacitado para trabajar?

– ?Desea trabajar?

– ?Aceptaria un empleo?

– ?Si! ?Si! ?SI! -contestaba siempre.

Tenia que darles tambien una lista de tres companias en las que hubiera intentado conseguir trabajo durante la semana. Yo cogia los nombres y las direcciones de la guia telefonica. Siempre me sorprendia cuando alguno de los solicitantes respondia «No» a cualquiera de las tres preguntas. Sus cheques eran inmediatamente anulados y se les conducia a otro despacho donde consejeros especialmente entrenados les ayudaban a encauzar sus pasos por el camino correcto.

Pero a pesar de los cheques del paro y el respaldo del dinero del hipodromo, mi capital empezo a desvanecerse. Tanto Jan como yo eramos totalmente irresponsables cuando bebiamos duro y todos nuestros problemas empezaron con las multas. Cada dos por tres estaba bajando a la carcel de mujeres de Lincoln Heights para sacar a Jan. Bajaba en el ascensor acompanada por una de las tremendas matronas guardianas, casi siempre con un ojo morado o un labio roto y muy a menudo una dosis de ladillas, cortesia de algun maniaco que se hubiese encontrado en un bar o en cualquier otro sitio. Entonces venia el dinero de la fianza y los costes del juicio, ademas de una obligacion impartida por el juez de asistir a las reuniones de Alcoholicos Anonimos durante seis meses. Yo tambien me lleve mi tanda de condenas, fianzas y gastos de juicio. Jan me sacaba de la carcel acusado de una variedad de cargos que iban desde intento de violacion hasta asalto y desde exhibicion indecente a escandalo publico -perturbar la paz era tambien uno de mis cargos favoritos. La mayoria de estas acusaciones no nos suponian tener que pasar ninguna temporada en la carcel -mientras las fianzas fuesen pagadas-, pero era un gasto continuo y considerable. Me acuerdo de una noche en la que se nos quedo el coche repentinamente parado justo a la puerta del parque Mac Arthur. Mire por el retrovisor y dije:

– Muy bien, Jan, estamos de suerte. Un coche viene justo detras nuestro y nos va a empujar. Menos mal que siempre hay algun alma caritativa en esta mierda de mundo.

Entonces volvi a mirar:

– ?Agarrate el CULO, Jan, nos va a pegar un TRASTAZO!

El hijo de puta no habia reducido en ningun momento la velocidad y nos pego de lleno por detras, de tal modo que el asiento delantero nos lanzo contra el parabrisas. Sali del coche y le pregunte al tio si habia aprendido a conducir en la China. Tambien me cague en toda su familia. Vino la policia y me pregunto si no me importaba soplar un poco en su globito.

– No lo hagas -me dijo Jan, pero yo pase de escucharla. De algun modo, tenia la conviccion de que, como el tio habia tenido la culpa dandonos el golpe, yo no podia estar intoxicado. Lo ultimo que recuerdo es como me metian en el coche patrulla mientras Jan se quedaba alli junto a nuestro coche avenado con el asiento delantero caido hacia delante. Incidentes como este -que no paraban, uno tras otro- nos costaron mucho dinero. Y poco a poco nuestras vidas iban derrumbandose por separado.

51

Jan y yo estabamos en Los Alamitos. Era sabado. Las carreras de cuarto de milla eran una novedad por aquel entonces. En dieciocho segundos eran un ganador o un jodido perdedor. En aquellos dias las tribunas consistian en filas superpuestas de simples bancos de madera sin barnizar. Se estaba llenando de gente cuando llegamos, asi que extendimos unos periodicos en nuestros asientos para senalar que estaban ocupados. Luego bajamos al bar a estudiar nuestros programas…

En la cuarta carrera llevabamos 18 dolares ganados descontando gastos. Hicimos nuestras apuestas para la siguiente carrera y volvimos a nuestros asientos. Un viejo bajito de pelo gris estaba sentado en mitad de nuestros periodicos.

– Senor, estos son nuestros asientos.

– Estos asientos no estan numerados.

– Ya se que no son asientos numerados. Pero es una cuestion de comun cortesia. Vera… hay gente que llega aqui temprano, gente pobre, como usted y como yo, que no pueden pagar la entrada a los asientos reservados; esta gente extiende periodicos en sus asientos para indicar que estan ocupados. Es como un convenio ?sabe? un convenio de cortesia… porque si los pobres no se comportan decentemente entre si, nadie lo va a hacer.

– Estos asientos NO estan reservados.

Se acomodo un poco mas en los periodicos que habiamos puesto alli.

– Jan, sientate. Yo me quedare de pie.

Jan trato de sentarse.

– Corrase un poco -le dije-, si no puede ser un caballero, no sea un cerdo.

Dejo un poco de sitio y Jan se sento. Mi caballo, que estaba 7 a 2, salia de la valla mas exterior. Hizo una mala salida y tuvo que correr retrasado. Remonto en el ultimo momento para quedar en fotografia junto al favorito a 6 a 5. Aguarde esperanzado. Subieron a la barra el numero del otro caballo. Yo habia apostado 20 dolares a ganador.

– Necesito un trago.

Dentro habia un tablero totalizador de apuestas. Los dividendos de la siguiente carrera ya estaban puestos cuando entramos. Le pedimos bebidas a un tio que parecia un oso polar. Jan se miro en el espejo, preocupandose por la flaccidez de sus mejillas y las bolsas bajo sus ojos. Yo nunca me miraba en los espejos. Jan cogio su bebida.

– Ese viejo de nuestro asiento, tiene caracter. Es un viejo zorro con un par de cojones.

– No me agrada.

– Te dejo en mantillas.

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