– Crei que usted no hablaba nunca.

– Ah, ya. Cojones. Yo no mearia en un agujero por ellos. ?Para que andarme con chacharas y jodiendas?

– ?Por que limpia los retretes a oscuras?

– Es por Mary Lou. La espio. Entonces me la casco y me corro por el suelo. Luego lo friego. Ella lo sabe.

– ?Es usted pintor?

– Si, estoy trabajando en un lienzo en mi habitacion. Tan grande como esta pared. Pero no es un mural, es un gran lienzo. Estoy pintando la vida de un hombre - desde su nacimiento a traves de la vagina, a lo largo de toda su existencia y finalmente hasta su sepultura. Observo a la gente en el parque. Los utilizo. Esa Mary Lou, debe dar gusto follar con ella, ?verdad?

– Tal vez. Puede ser un espejismo.

– Yo vivi en Francia. Conoci a Picasso.

– ?De veras?

– Mierda, ya lo creo. Un tio cojonudo.

– ?Como le conocio?

– Llame a su puerta.

– ?Se molesto?

– No, no se molesto en absoluto.

– Hay gente a la que no le gusta Picasso.

– Hay gente a la que no le gusta nadie que sea famoso.

– Y hay gente a la que no le gusta nadie que no lo sea.

– La gente no cuenta. Yo no mearia en un agujero por ella.

– ?Que dijo Picasso?

– Bueno, yo le hice una pregunta, le dije: «Maestro: ?que tengo que hacer para mejorar mi trabajo?»

– ?Contesto con topicos?

– No, se enrollo bien.

– ?Que dijo?

– Me dijo: «Mira, yo no puedo decirte nada sobre tu trabajo. Yo que se. Tu trabajo te lo tienes que hacer todo tu solo. Pasa de los demas».

– Ja.

– Si.

– Esta bien.

– Si. ?Tienes una cerilla?

Le pase las cerillas. Su cigarro se habia apagado.

– Mi hermano es rico -me dijo-, pero no quiere saber nada de mi. No le gusta que yo beba. No le gusta que pinte.

– Pero su hermano no ha conocido a Picasso.

Maurice se levanto y sonrio.

– No, no ha conocido a Picasso.

Se alejo por el pasillo hacia la parte delantera del almacen, con el humo del cigarro subiendole por encima del hombro. Se habia quedado con mi caja de cerillas.

76

Bud se acerco empujando la carretilla con tres botes de un galon de pintura. Los puso en la mesa de empaquetado. Llevaban la etiqueta de rojo carmesi. Me entrego tres etiquetas. En estas ponia bermellon.

– Se nos ha acabado el bermellon -me dijo-. Quita las etiquetas de los botes y pega estas de bermellon.

– Pero hay bastante diferencia entre el carmesi y el bermellon -dije yo.

– Tu ocupate solo de cambiarlas.

Me paso unos trapos y una cuchilla. Moje los trapos con agua y envolvi con ellos los botes. Luego, con la cuchilla, raspe las etiquetas y pegue las nuevas.

Bud volvio unos pocos minutos despues. Traia un bote de azul ultramarino y una etiqueta de azul cobalto. Bueno, el tio se estaba enrollando…

77

Paul era uno de los empleados de la tienda. Era gordo, tendria unos 28 anos. Sus ojos eran muy grandes, vidriosos e hinchados. Le pegaba a las pastillas. Me enseno un punado. Todas de diferentes colores y tamanos.

– ?Quieres unas cuantas?

– No.

– Vamos, coge una.

– Bueno.

Cogi una amarilla.

– Yo me las tomo todas -me dijo-. Son cosas diabolicas. Unas me quieren hacer subir, otras me quieren hacer bajar. Yo dejo que luchen dentro de mi.

– Se supone que eso debe dar bastante palo.

– Ya lo se. ?Oye, por que no te vienes a mi casa despues del trabajo?

– Tengo una mujer.

– Cualquiera tiene una mujer. Pero yo tengo algo mejor.

– ?Que?

– Mi novia me compro esta maquinita por mi cumpleanos. Follamos con ella. Se mueve para arriba y para abajo, no tenemos que hacer ningun esfuerzo. Todo el esfuerzo lo hace la maquina.

– Suena bien.

– Tu y yo podemos usar la maquina. Hace mucho ruido, pero no pasa nada mientras la usemos antes de las diez de la noche.

– ?Y quien se pone encima?

– ?Eso que importa? A mi me da igual por un lado que por otro. Joder o que me jodan, es lo mismo.

– ?Es lo mismo?

– Claro, no importa. Lo echaremos a suertes.

– Lo tengo que pensar.

– Bueno, ?quieres otra pastilla?

– Si. Dame otra amarilla.

– Te vere a la salida.

– Vale.

Paul me abordo a la salida.

– ?Y bien?

– No puedo hacerlo, Paul. Yo soy heterosexual.

– Es una maquina cojonuda. Una vez que te pongas con la maquina, pasaras de todo.

– No puedo hacerlo.

– Bueno, de todos modos ven y te ensenare mi coleccion de pildoras.

– De acuerdo. Eso si.

Cerre la puerta trasera del almacen. Luego salimos juntos por delante. Mary Lou estaba sentada en la oficina fumando un cigarrillo y charlando con Bud.

– Buenas noches, tios -dijo Bud con una ancha sonrisa cruzandole la cara…

La casa de Paul estaba a una manzana hacia el sur. Tenia un apartamento en una planta baja con las ventanas dando a la Septima calle.

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