– Aqui esta la maquina -dijo. La puso en marcha.

– Mirala, mirala. Suena como una lavadora. La mujer del piso de arriba, cuando me ve por las escaleras me dice: «Paul, se ve que es usted un hombre muy limpio. Le oigo lavar la ropa tres o cuatro veces a la semana».

– Apagala -dije yo.

– Mira mis pastillas. Tengo miles de pastillas, millares. Muchas ni siquiera se para que sirven.

Paul tenia todos los frascos en la mesilla de la cocina. Habia once o doce frascos, todos de diferentes tamanos y formas, rellenos de pildoras de multiples colores. Era algo hermoso. Mientras lo contemplaba, abrio un frasco, saco tres o cuatro pastillas y se las trago. Luego abrio otro frasco y se tomo otro par de pastillas. Luego abrio un tercer frasco.

– Venga, que demonios -me dijo-, vamos a ponernos con la maquina.

– Parece que va a llover. Tengo que irme.

– ?Muy bien! -dijo el-. ?Si no quieres follarme, me follare yo solo!

Cerre la puerta detras mio y sali a la calle. Oi como ponia la maquina en marcha.

78

El senor Manders se acerco adonde yo estaba trabajando, se paro alli y me observo. Yo estaba empaquetando un voluminoso pedido de pinturas y el se quedo alli mirandome. Manders habia sido el primer dueno del almacen, pero su esposa se habia fugado con un negro y el habia empezado a beber. Bebio hasta arruinarse. Ahora era solo un vendedor y otro hombre era el dueno del negocio.

– ?Esta poniendo etiquetas de FRAGIL en estos paquetes?

– Si.

– ?Lo empaqueta todo bien? ?Con un buen relleno de papel de periodico y paja?

– Creo que lo hago bien.

– ?Tiene suficientes etiquetas de FRAGIL?

– Si, hay un cajon lleno debajo de este banco.

– ?Esta seguro de que sabe lo que hace? Usted no tiene pinta de empleado de envios.

– ?Y que pinta deberia de tener?

– Normalmente llevan delantales. Usted no lleva delantal.

– Ah.

– Los de Smith y Barnsley han llamado para decir que han recibido rota una jarra de cola en un envio.

No conteste.

– Si se le acaban las etiquetas de FRAGIL, digamelo.

– Como no.

Manders se fue andando por el pasillo. Entonces se paro, se dio la vuelta y me miro. Corte algo de cinta adhesiva del rollo y con especial cuidado precinte el paquete. Manders se volvio y siguio caminando.

Bud vino corriendo.

– ?Cuantos bastidores de metro y medio hay disponibles?

– Ninguno.

– Hay un tio que quiere cinco bastidores de metro y medio para ahora mismo. Los esta esperando. Hazlos rapidamente.

Se fue corriendo. Un bastidor es una plancha de contrachapado con un borde de goma. Se usa en serigrafia. Subi al atico y cogi una larga plancha de madera, senale secciones de metro y medio y las serre. Luego empece a taladrar agujeros en uno de los bordes. Colocabas la tira de goma despues de taladrar unos agujeros. Luego tenias que pegar bien la goma de modo que quedase absolutamente recta y ajustada. Si el borde de goma no quedaba perfectamente recto y nivelado, el proceso de serigrafia no funcionaba. Y la puta goma tenia la mania de torcerse y levantarse y resistirse.

Bud volvio pasados tres minutos.

– ?Tienes ya listos esos bastidores?

– No.

Volvio corriendo a la parte delantera. Yo taladraba, apretaba tornillos, lijaba. Pasados cinco minutos regreso de nuevo.

– ?Tienes ya listos esos bastidores?

– No.

Volvio a irse corriendo.

Tenia acabado un bastidor y estaba a mitad de otro cuando vino otra vez.

– Olvidalo ya, se ha marchado -dijo, y regreso caminando a la parte delantera…

79

El almacen iba hacia la quiebra. Los pedidos eran cada vez mas pequenos. Cada dia habia menos cosas que hacer. Despidieron al amigo de Picasso y me pusieron a limpiar los retretes, vaciar las papeleras y colocar el papel higienico. Todas las mananas barria y regaba la acera junto a la puerta del almacen. Una vez a la semana lavaba las ventanas.

Un dia decidi limpiar mi propio terreno. Una de las cosas que hice fue limpiar el cuarto del carton, donde yo guardaba todas las cajas de carton vacias que se utilizaban para los envios. Las saque todas y barri toda la mierda acumulada. Mientras lo limpiaba me apercibi de una pequena caja gris oblonga en el fondo del cuartucho. La cogi y la abri. Contenia veinticuatro pinceles de pelo de camello de tamano grande. Eran soberbios y hermosos y valian diez dolares cada uno. Yo no sabia que hacer. Me quede mirandolos durante algun rato, entonces cerre la caja, sali al callejon y los meti en un cubo de basura. Luego volvi a meter todas las cajas de carton vacias en el cuartito.

Aquella noche sali lo mas tarde posible. Me fui hasta el cafe de al lado y pedi un cafe y tarta de manzana. Luego sali, baje por la avenida y doble por la esquina del callejon. Subi por el callejon y estaba a mitad de camino cuando vi a Bud y Mary Lou bajar por el otro extremo. No podia hacer otra cosa que seguir caminando. Era inevitable. Nos acercamos cada vez mas. Finalmente, al pasar a su lado, dije: -Hola. -Ellos dijeron: -Hola -y segui caminando. Subi hasta el final del callejon, cruce la calle y me meti en un bar. Me sente. Estuve sentado un rato y me tome una cerveza y luego otra mas. Una mujer al final de la barra me pregunto si tenia un cerilla. Me acerque hasta ella y le encendi el pitillo; mientras lo hacia, se tiro un pedo. Le pregunte si vivia en el barrio. Me dijo que era de Montana. Me acorde de una noche desgraciada que habia pasado en Cheyenne, Wyoming, que esta bastante cerca de Montana. Finalmente sali y regreso al callejon.

Me acerque al bote de basura y mire dentro. Aun seguia alli: la caja gris y oblonga. No parecia vacia. Me la meti por el cuello de la camisa y la solte; cayo, se deslizo por mi pecho y fue a asentarse junto a mi barriga. Volvi andando a casa.

80

La siguiente cosa que ocurrio fue que contrataron a una chica japonesa. Yo siempre habia tenido la extrana conviccion, durante mucho tiempo, de que, despues que todos los problemas y el dolor desaparecieran, una chica japonesa vendria un buen dia a mi y juntos viviriamos felices para siempre. No con una felicidad excesiva, sino con facilidad, entendimiento profundo e intereses mutuos. Las mujeres japonesas tenian una hermosa estructura osea. La forma del craneo y ese modo en que se aprieta la piel con la edad, eran algo adorable; la piel tensada del tambor. A las mujeres americanas se les ablandaba la cara mas y mas y finalmente se les caia. Hasta sus culos se les caian tambien, de forma indecente. La fuerza de ambas culturas era asimismo muy diferente: las mujeres japonesas entendian instintivamente el ayer, el hoy y el manana. Llamadlo sabiduria. Y tenian el poder de la firme/a. Las mujeres americanas solo sabian de] hoy y tendian a romperse en pedazos cuando un solo dia les iba mal.

Asi que me quede cantidad con la chica nueva. Aparte, seguia bebiendo duro con Jan, lo cual me descerrajaba a tope el cerebro, me daba una extrana sensacion ventilada, lo hacia funcionar entre cabriolas y quiebros y torbellinos, me daba mucha marcha. Asi que el primer dia que se acerco con un punado de facturas, le dije:

– Eh, ven que te agarre. Quiero besarte.

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