periodistas, criticos, escritores -bueno, toda esa tribu- y tambien algunas jovenes damas sentadas entre las filas de butacas. Me sente en la ultima fila. La mayor parte de la gente no estaba mirando a Hem. Solo hablaban entre si y se reian.
El sol estaba alto. Era a primera hora de la tarde. Yo observaba a Ernie. Tenia atrapado a su hombre, y estaba jugando con el. Se le cruzaba, bailaba, le daba vueltas, lo mareaba. Entonces lo tumbo. La gente miro. Su oponente logro levantarse al contar ocho. Hem se le acerco, se paro delante de el, escupio su protector bucal, solto una carcajada, y volteo a su oponente de un punetazo. Era como un asesinato. Ernie se fue hacia su rincon, se sento. Inclino la cabeza hacia atras y alguien vertio agua sobre su boca.
Yo me levante de mi asiento y baje caminando despacio por el pasillo central. Llegue al ring, extendi la mano y le di unos golpecitos a Hemingway en el hombro.
– ?Senor Hemingway?
– ?Si, que pasa?
– Me gustaria cruzar los guantes con usted.
– ?Tienes alguna experiencia en boxeo?
– No.
– Vete y vuelve cuando hayas aprendido algo.
– Mire, estoy aqui para romperle el culo.
Ernie se rio estrepitosamente. Le dijo al tio que estaba en el rincon.
– Ponle al chico unos calzones y unos guantes.
El tio salto fuera del ring y yo le segui hasta los vestuarios.
– ?Estas loco, chico? -me pregunto.
– No se. Creo que no.
– Toma. Pruebate estos calzones.
– Bueno.
– Oh, oh… Son demasiado grandes.
– A la mierda. Estan bien.
– Bueno, deja que te vende las manos.
– Nada de vendas.
– ?Nada de vendas?
– Nada de vendas.
– ?Y que tal un protector para la boca?
– Nada de protectores.
– ?Y vas a pelear en zapatos?
– Voy a pelear en zapatos.
Encendi un puro y salimos afuera. Baje tranquilamente hacia el ring fumando mi puro. Hemingway volvio a subir al ring y ellos le colocaron los guantes. No habia nadie en mi rincon. Finalmente alguien vino y me puso unos guantes. Nos llamaron al centro del ring para darnos las instrucciones.
– Ahora, cuando caigas a la lona -me dijo el arbitro- yo…
– No me voy a caer -le dije al arbitro.
Siguieron otras instrucciones.
– Muy bien, volved a vuestros rincones; y cuando suene la campana, salid a pelear. Que gane el mejor. Y -se dirigio hacia mi- sera mejor que te quites ese puro de la boca.
Cuando sono la campana sali al centro del ring con el puro todavia en la boca. Me chupe toda una bocanada de humo, y se la eche en la cara a Hemingway. La gente rio.
Hem se vino hacia mi, me lanzo dos ganchos cortos, y fallo ambos golpes. Mis pies eran rapidos. Bailaba en un continuo vaiven, me movia, entraba, salia, a pequenos saltos, tap tap tap tap tap, cinco veloces golpes de izquierda en la nariz de Papa. Divise a una chica en la fila frontal de butacas, una cosa muy bonita, me quede mirandola y entonces Hem me lanzo un directo de derecha que me aplasto el cigarro en la boca. Senti como me quemaba los labios y la mejilla, me sacudi la ceniza, escupi los restos del puro y le pegue un gancho en el estomago a Ernie. El respondio con un derechazo corto, y me pego con la izquierda en la oreja. Esquivo mi derecha y con una fuerte volea me lanzo contra las cuerdas. Justo al tiempo de sonar la campana me tumbo con un solido derechazo a la barbilla. Me levante y me fui hasta mi rincon.
Un tio vino con una toalla.
– El senor Hemingway quiere saber si todavia deseas seguir otro asalto.
– Dile al senor Hemingway que tuvo suerte. El humo se me metio en los ojos. Un asalto mas es todo lo que necesito para finalizar el asunto.
El tio con la toalla volvio al otro extremo y pude ver a Hemingway riendose.
Sono la campana y sali derecho. Empece a atacar, no muy fuerte, pero con buenas combinaciones. Ernie retrocedia, fallando sus golpes. Por primera vez pude ver la duda en sus ojos.
?Quien es este chico?, estaria pensando. Mis golpes eran mas rapidos, le pegue mas duro. Atacaba con todo mi aliento. Cabeza y cuerpo. Una variedad mixta. Boxeaba como Sugar Ray y pegaba como Dempsey.
Lleve a Hemingway contra las cuerdas. No podia caerse. Cada vez que empezaba a caerse, yo lo enderezaba con un nuevo golpe. Era un asesinato.
Me eche hacia atras y el senor Hemingway cayo hacia adelante, sin sentido y ya frio.
Desate mis guantes con los dientes, me los saque, y salte fuera del ring. Camine hacia mi vestuario; es decir, el vestuario del senor Hemingway, y me di una ducha. Bebi una botella de cerveza, encendi un puro y me sente en el borde de la mesa de masajes. Entraron a Ernie y lo tendieron en otra mesa. Seguia sin sentido. Yo estaba alli, sentado, desnudo, observando como se preocupaban por Ernie. Habia algunas mujeres en la habitacion, pero no les preste la menor atencion. Entonces se me acerco un tio.
– ?Quien eres? – me pregunto-. ?Como te llamas?
– Henry Chinaski.
– Nunca he oido hablar de ti -dijo.
– Ya oiras.
Toda la gente se acerco. A Ernie lo abandonaron. Pobre Ernie. Todo el mundo se puso a mi alrededor. Tambien las mujeres. Estaba rodeado de ladrillos por todas partes menos por una. Si, una verdadera hoguera de clase me estaba mirando de arriba a abajo. Parecia una dama de la alta sociedad, rica, educada, de todo -bonito cuerpo, bonita cara, bonitas ropas, todas esas cosas-. Y clase, verdaderos rayos de clase.
– ?Que sueles hacer? -pregunto alguien.
– Follar y beber.
– No, no- Quiero decir en que trabajas.
– Soy friegaplatos.
– ?Friegaplatos?
– Si.
– ?Tienes alguna aficion?
– Bueno, no se si puede llamarse una aficion. Escribo.
– ?Escribes?
– Si.
– ?El que?
– Relatos cortos. Son bastante buenos.
– ?Has publicado algo?
– No.
– ?Por que?
– No lo he intentado.
– ?Donde estan tus historias?
– Alla arriba -senale una vieja maleta de carton.
– Escucha, soy un critico del New York Times. ?Te importa si me llevo tus relatos a casa y los leo? Te los devolvere.
– Por mi de acuerdo, culo sucio, solo que no se donde voy a estar.
La estrella de clase y alta sociedad se acerco: