– El estara conmigo. -Luego me dijo-. Vamos, Henry, vistete. Es un viaje largo y tenemos cosas que… hablar.
Empece a vestirme y entonces Ernie recobro el sentido.
– ?Que cono paso?
– Se encontro con un buen tipo, senor Hemingway -le dijo alguien.
Acabe de vestirme y me acerque a su mesa.
– Eres un buen tipo, Papa. Pero nadie puede vencer a todo el mundo.
– Estreche su mano-. No te vueles los sesos.
Me fui con mi estrella de alta sociedad y subimos a un coche amarillo descapotado, de media manzana de largo. Condujo con el acelerador pisado a fondo, tomando las curvas derrapando y chirriando, con el rostro bello e impasible. Eso era clase. Si amaba de igual modo que conducia, iba a ser un infierno de noche.
El sitio estaba en lo alto de las colinas, apartado. Un mayordomo abrio la puerta.
– George -le dijo-. Tomate la noche libre. O, mejor pensado, tomate la semana libre.
Entramos y habia un tio enorme sentado en una silla, con un vaso de alcohol en la mano.
– Tommy -dijo ella- desaparece.
Fuimos introduciendonos por los distintos sectores de la casa.
– ?Quien era ese grandulon?
– Thomas Wolfe -dijo ella-. Un conazo.
Hizo una parada en la cocina para coger una botella de bourbon y dos vasos. Entonces dijo:
– Vamos.
La segui hasta el dormitorio.
A la manana siguiente nos desperto el telefono. Era para mi. Ella me alcanzo el auricular y yo me incorpore en la cama.
– ?Senor Chinaski?
– ?Si?
– Lei sus historias. Estaba tan excitado que no he podido dormir en toda la noche. ?Es usted seguramente el mayor genio de la decada!
– ?Solo de la decada?
– Bueno, tal vez del siglo.
– Eso esta mejor.
– Los editores de Harper’s y Atlantic estan ahora aqui conmigo. Puede que no se lo crea, pero cada uno ha aceptado cinco historias para su futura publicacion.
– Me lo creo -dije.
El critico colgo. Me tumbe. La estrella y yo hicimos otra vez el amor.
Deje de mirarme las tetas, senor
Big Bart era el tio mas salvaje del Oeste. Tenia la pistola mas veloz del Oeste, y se habia follado mayor variedad de mujeres que cualquier otro tio en el Oeste. No era aficionado a banarse, ni a la mierda de toro, ni a discutir, ni a ser un segundon. Tambien era guia de una caravana de emigrantes, y no habia otro hombre de su edad que hubiese matado mas indios, o follado mas mujeres, o matado mas hombres blancos.
Big Bart era un tio grande y el lo sabia y todo el mundo lo sabia. Incluso sus pedos eran excepcionales, mas sonoros que la campana de la cena; y estaba ademas muy bien dotado, un gran mango siempre tieso e infernal. Su deber consistia en llevar las carretas a traves de la sabana sanas y salvas, fornicar con las mujeres, matar a unos cuantos hombres, y entonces volver al Este a por otra caravana. Tenia una barba negra, unos sucios orificios en la nariz, y unos radiantes dientes amarillentos.
Acababa de metersela a la joven esposa de Billy Joe, la estaba sacando los infiernos a martillazos de polla mientras obligaba a Billy Joe a observarlos. Obligaba a la chica a hablarle a su marido mientras lo hacian. Le obligaba a decir:
– ?Ah, Billy Joe, todo este palo, este cuello de pavo me atraviesa desde el cono hasta la garganta, no puedo respirar, me ahoga! ?Salvame, Billy Joe! ?No, Billy Joe, no me salves! ?Aaah!
Luego de que Big Bart se corriera, hizo que Billy Joe le lavara las partes y entonces salieron todos juntos a disfrutar de una esplendida cena a base de tocino, judias y galletas.
Al dia siguiente se encontraron con una carreta solitaria que atravesaba la pradera por sus propios medios. Un chico delgaducho, de unos dieciseis anos, con un acne cosa mala, llevaba las riendas. Big Bart se acerco cabalgando.
– ?Eh, chico! -dijo.
El chico no contesto.
– Te estoy hablando, chaval…
– Chupame el culo -dijo el chico.
– Soy Big Bart.
– Chupame el culo.
– ?Como te llamas, hijo?
– Me llaman «El Nino».
– Mira, Nino, no hay manera de que un hombre atraviese estas praderas con una sola carreta.
– Yo pienso hacerlo.
– Bueno, son tus pelotas, Nino -dijo Big Bart, y se dispuso a dar la vuelta a su caballo, cuando se abrieron las cortinas de la carreta y aparecio esa mujercita, con unos pechos increibles, un culo grande y bonito, y unos ojos como el cielo despues de la lluvia. Dirigio su mirada hacia Big Bart, y el cuello de pavo se puso duro y choco contra el torno de la silla de montar.
– Por tu propio bien, Nino, vente con nosotros.
– Que te den por el culo, viejo -dijo el chico-. No hago caso de avisos de viejos follamadres con los calzoncillos sucios.
– He matado a hombres solo porque me disgustaba su mirada.
El Nino escupio al suelo. Entonces se incorporo y se rasco los cojones.
– Mira, viejo, me aburres. Ahora desaparece de mi vista o te voy a convertir en una plasta de queso suizo.
– Nino -dijo la chica asomandose por encima de el, saliendosele una teta y poniendo cachondo al sol-. Nino, creo que este hombre tiene razon. No tenemos posibilidades contra esos cabronazos de indios si vamos solos. No seas gilipollas. Dile a este hombre que nos uniremos a ellos.
– Nos uniremos -dijo el Nino.
– ?Como se llama tu chica? -pregunto Big Bart.
– Rocio de Miel -dijo el Nino.
– Y deje de mirarme las tetas, senor -dijo Rocio de Miel- o le voy a sacar la mierda a hostias.
Las cosas fueron bien por un tiempo. Hubo una escaramuza con los indios en Blueball Canyon. 37 indios muertos, uno prisionero. Sin bajas americanas. Big Bart le puso una argolla en la nariz…
Era obvio que Big Bart se ponia cachondo con Rocio de Miel. No podia apartar sus ojos de ella. Ese culo, casi todo por culpa de ese culo. Una vez mirandola se cayo de su caballo y uno de los cocineros indios se puso a reir.
Quedo un solo cocinero indio.
Un dia Big Bart mando al Nino con una partida de caza a matar algunos bufalos. Big Bart espero hasta que desaparecieron de la vista y entonces se fue hacia la carreta del Nino. Subio por el sillin, aparto la cortina, y entro. Rocio de Miel estaba tumbada en el centro de la carreta masturbandose.
– Cristo, nena -dijo Big Bart-. ?No lo malgastes!