– Ya -dijo Margie-, ya se. Necesitas tu soledad. Necesitas estar solo. Excepto cuando necesitas algo, excepto cuando cortamos de una vez y entonces te sientes perdido y en seguida te pones a llamar por telefono diciendome que me necesitas, que te estas muriendo de la resaca. Eres debil y te rajas rapido.
– Si, me debilito rapido.
– Y eres tan
– Cierto.
– Pero cada vez que cortamos empiezas a dar fiestas gigantescas de cuatro dias. Y de repente te vuelves
– No me gustan las fiestas. Me disgusta especialmente la gente en las fiestas.
– Pues para ser un tio al que no le gustan las fiestas, celebras unas cuantas.
– Escucha, Margie, no entiendes. Ya no puedo escribir. Estoy acabado. En algun lugar torci el rumbo. En algun lugar mori en medio de la noche.
– De la unica manera en que te vas a morir es de una de tus monumentales resacas.
– Jeffers dijo que incluso los hombres mas fuertes pueden quedar atrapados.
– ?Quien fue Jeffers?
– Fue el tio que convirtio el Gran Sur en una trampa para turistas.
– ?Que vas a hacer esta noche?
– Iba a irme a escuchar las canciones de Rachmaninoff.
– ?Quien es ese?
– Un ruso muerto.
– Mirate. Te quedas ahi sentado como un idiota.
– Estoy esperando. Algunos tios aguardan dos anos. A veces la inspiracion no vuelve nunca.
– Supon que no te vuelve nunca.
– Entonces me pondria mis zapatos y bajaria andando por Main Street.
– ?Por que no te buscas un trabajo decente?
– No hay ningun trabajo decente. Si un escritor abandona la creacion, esta muerto.
– ?Oh, vamos, Carl! Hay millones de personas en el mundo que no trabajan en la creacion. ?Quieres decir que estan muertas?
– Si.
– ?Y tu tienes alma? ?Eres de los pocos con alma?
– Podria decirse que si.
– ?Podria decirse que si! ?Tu y tu miserable maquinita de escribir! ?Tu y tus cheques enanos! ?Mi abuela gana mas dinero que tu!
Carl abrio otra botella de cerveza.
– ?Cerveza! ?Cerveza! ?Tu y tu condenada cerveza! Esta presente incluso en tus historias: «Marty cogio su cerveza. Al levantar su mirada, vio a una magnifica rubia entrar en el bar y sentarse a su lado…» Tienes razon. Estas acabado. Tu material es limitado, muy limitado. No puedes escribir una historia de amor, ni siquiera puedes escribir una decente historia de amor.
– Tienes razon, Margie.
– Si un hombre no puede escribir una historia de amor, es un inutil.
– ?Cuantas has escrito tu?
– Yo no pretendo ser escritora.
– Pero -dijo Carl-, pareces tomar una pose de estupido critico literario.
Margie se fue pronto despues de eso. Carl se sento y bebio el resto de las cervezas. Era verdad, la literatura le habia abandonado. Esto haria felices a sus enemigos de las catacumbas. Podrian subir un jodido escalon. La muerte les complacia, tanto a subterraneos como a escritores con exito. Recordaba a Endicott, sentado alli y diciendo: «Bueno, Hemingway se fue, Dos Passos se fue, Patchen se fue, Pound se fue, Berryman se tiro desde un puente, todos muertos… Las cosas cada vez estan mejor y mejor y mejor».
Sono el telefono. Carl lo cogio.
– ?Senor Gantling?
– ?Si? -contesto.
– Quisieramos saber si a usted le gustaria venir a dar una lectura en el Fairmont College.
– Bueno, si. ?Para que fecha?
– El treinta del mes proximo.
– No creo tener nada que hacer para entonces.
– Nuestra paga usual son cien dolares.
– Me suelen dar ciento cincuenta. Ginsberg cobra mil.
– Pero es Ginsberg. Solo podemos ofrecerle cien dolares.
– De acuerdo.
– Muy bien, senor Gantling. Le mandaremos los detalles.
– ?Que me dice del viaje? Son varias horas de carretera.
– De acuerdo, veinticinco dolares por el viaje.
– O.K.
– ?Le gustaria hablar a los estudiantes en sus clases?
– No.
– Hay un almuerzo gratis.
– Entonces si.
– Muy bien senor Gantling, estaremos por el campus esperandole.
– Adios.
Carl dio una vueltas por la habitacion. Miro la maquina de escribir. Puso una cuartilla de papel en el rodillo, se asomo a la ventana y vio pasar a una chica con una minifalda increiblemente corta. Empezo a escribir:
«Margie iba a salir con este tio pero en el camino este tio se encontro con otro tio vestido con un abrigo de cuero y el tio del abrigo de cuero abrio el abrigo de cuero y le enseno al otro tio sus tetas y el otro tio se dirigio a Margie y le dijo que no podia mantener su cita porque el tio del abrigo de cuero le habia ensenado sus tetas…»
Carl cogio su cerveza. Era agradable volver a escribir de nuevo.
?Te acuerdas de Pearl Harbour?
Saliamos al patio dos veces al dia, a media manana y a media tarde. No habia muchas cosas que hacer. Los tipos se hacian amigos segun la causa por la que estaban metidos en la carcel. Como decia Taylor, mi companero de celda, los que molestaban a los ninos y los exhibicionistas estaban en el ultimo peldano de la escala social, mientras que los grandes estafadores y atracadores de bancos estaban en la cumbre de la misma.
Taylor en el patio nunca queria hablarme. Paseaba de un lado a otro con un gran estafador. Yo estaba en el ultimo peldano. Me sentaba solo. Algunos tios enrollaban una camisa como si fuese una pelota y jugaban al rugby con ella. Parecian disfrutar del juego. Las facilidades para el entretenimiento de los reclusos no eran nada del otro mundo.
Yo me sentaba alli. Pronto me apercibi de un corro de hombres que se formaba en una esquina. Era un juego de dados. Me levante y me acerque. Tenia cerca de un dolar en calderilla. Observe unas cuantas tiradas. El hombre que tiraba los dados acababa de sacar tres ases. Senti que su suerte se habia acabado y aposte contra el. A la siguiente tirada se paso y perdio. Gane un cuarto de dolar.
Cada vez que un tio se ponia caliente e iba ganando, yo esperaba hasta que me parecia que se le habia acabado la suerte. Entonces apostaba contra el. Me di cuenta de que todo el mundo apostaba en todas las tiradas. Yo hice seis apuestas y gane cinco.