gustado. Eso ayudaria a la causa. Habian visto a esa perra en accion. De cualquier manera, el asunto no habia acabado muy mal. Ella le dejo algunas cosas. Pero claro, ya conoce las tarifas de los abogados. Bastardos. ?Alguna vez se ha fijado en un abogado? Casi siempre estan gordos. Mejillas, papadas.

– De cualquier modo, mierda, ella me ha clavado de mala manera. Pero me he quedado con algo. ?Sabe lo que cuestan unas tijeras como estas? Mirelas. Hojalata con un tornillo. 18,50 dolares. Dios mio, y odiaban a los nazis. ?Que es un nazi comparado con esto?

– No se, doctor. Ya le he dicho que soy un hombre confundido.

– ?Alguna vez ha probado un curandero?

– No vale la pena. Son estupidos, sin imaginacion. No necesito a los curanderos. He oido que siempre acaban molestando sexualmente a sus pacientes femeninas. Me gustaria ser curandero si me pudiera follar a todas las mujeres; fuera de eso, su labor es inutil.

Mi doctor se incorporo en su taburete. Se puso un poco mas amarillento y grisaceo. Un gigantesco espasmo recorrio todo su cuerpo. Estaba ya casi al otro lado. Era un buen tipo.

– Bueno, me libre de mi esposa -dijo-, ya ha pasado todo.

– Magnifico -dije-; hableme de cuando era nazi.

– Bueno, no teniamos mucha eleccion. Ellos simplemente nos metian. Yo era joven. Quiero decir, demonios, ?que vas a hacer? Solo puedes vivir en un pais a la vez. Vas a la guerra, y si no acabas muerto, acabas en un camion descubierto con la gente tirandote mierda por el camino…

Le pregunte si se habia follado a su magnifica enfermera. El sonrio caballerosamente. La sonrisa decia que si. Entonces me conto que despues del divorcio, bueno, se habia citado con una de sus pacientes, y sabia que no era etico hacer eso con los pacientes…

– No, a mi me parece bien, doctor.

– Ella es una mujer muy inteligente. Me he casado con ella.

– Muy bien.

– Ahora soy feliz… pero…

Entonces extendio las manos y abrio las palmas hacia arriba…

Le hable de mi terror a las colas. Me receto Librium.

Entonces me salio un nido de forunculos en el culo. Era una agonia. Me ataron con correas de cuero; estos tios pueden hacer lo que les de la gana contigo. Me pusieron una anestesia local y me abrieron el culo. Volvi la cabeza, mire a mi doctor y dije:

– ?Hay alguna posibilidad de que yo cambie de idea?

Habia tres caras mirandome desde arriba. La suya y otras dos. El para cortar. Ella para cambiar las telas. La tercera para meter agujas.

– No puede cambiar de idea -dijo el doctor, y se froto las manos y gesticulo y sufrio un espasmo y comenzo…

La ultima vez que le vi tenia algo asi como cera en mis oidos. Podia ver sus labios moviendose, trataba de entenderle, pero no oia nada. Por la expresion de sus ojos y su cara pude entender que eran de nuevo tiempos duros para el, y yo asenti con mi cabeza.

Se mostro calido conmigo. Yo estaba un poco mareado y pense, bueno, si, es un tipo agradable, pero, ?por que no me deja hablar nunca de mis problemas? No es correcto, yo tambien tengo problemas, y ademas tengo que pagarle.

Casualmente, mi doctor se dio cuenta de que yo estaba sordo. Cogio algo parecido a un extintor de incendios y me lo metio en los oidos. Mas tarde me enseno gruesos pedazos de cera…

– Era la cera -dijo. Y me senalo el interior de un cubo. Parecia realmente algo asi como judias refritas.

Me levante de la mesa, le pague y me fui. Seguia sin poder oir nada. No me sentia particularmente mal o bien y me pregunte cual seria mi proxima indisposicion, que haria el al respecto, que haria con su hija de 17 anos, que estaba enamorado de otra mujer y que iba a casarse con esa mujer… y entonces me di cuenta de que todo el mundo sufria continuamente, incluidos aquellos que pretendian no sufrir. Me parecio un gran descubrimiento. Mire al chico de los periodicos y pense; humm, humm, y mire a la siguiente persona que paso y pense, hummm, hmmm, hmmmmm, y al lado de la senal de trafico que anunciaba el hospital, un coche nuevo de color negro dio la vuelta a la esquina y atropello a una bonita joven con una minifalda azul, y ella era rubia y llevaba lazos azules en el pelo, se quedo sentada en medio de la calzada bajo el sol y el escarlata salia fluido de su nariz.

Cristo en patines

Era una pequena oficina en el tercer piso de un viejo edificio, no demasiado lejos del muelle. Joe Mason, presidente de Rollerworld, Inc., se sento detras del viejo escritorio que alquilo con la oficina. Estaba lleno de frases escritas en la superficie y en los bordes: «Nacido para morir». «Algunos hombres compran lo que a otros les cuesta la horca.» «Sopa de mierda.» «Odio el amor mas de lo que amo el odio.»

El vicepresidente, Clifford Underwood, se sento en la unica silla restante. Habia un telefono. La oficina olia a orina, pero el retrete estaba 10 metros mas abajo. Habia una ventana que daba al callejon, una gruesa ventana amarilla que dejaba pasar una luz sombria. Los dos hombres fumaban cigarrillos y esperaban.

– ?A que hora le dijiste? -pregunto Underwood.

– 9:30 -dijo Mason.

– Ya.

Esperaron. Pasaron ocho minutos. Cada uno encendio un nuevo cigarrillo. Sono un golpe en la puerta.

– Entra -dijo Mason. Era Monster Chonjacki, barbudo, dos metros veinte de altura y 180 kilos. Chonjacki apestaba. Empezo a llover. Se podia oir un camion de carga pasando por debajo de la ventana. Eran realmente 24 camiones yendo hacia el norte. Chonjacki seguia apestando. Era la estrella de los Yellowjacketts, uno de los mejores patinadores a ambos lados del Mississippi, a 25 metros de cada lado.

– Sientate -dijo Mason.

– No hay sillas -dijo Chonjacki.

– Dejale la silla, Cliff.

El vicepresidente se levanto lentamente, dando toda la impresion de un hombre que va a tirarse un pedo, no lo hizo y fue a apoyarse contra la gruesa ventana amarilla, observando a la lluvia golpear en el cristal. Chonjacki se sento, bajo la cabeza, cogio y se encendio un Pall Mall. Sin filtro. Mason se inclino por encima del escritorio:

– Eres un ignorante hijo de perra.

– ?Eh, espere un momento!

– ?Quieres ser un heroe, eh, hijito? ?Te excitas cuando ninitas sin un solo pelo en sus conos corean tu nombre? ?Te gustan los viejos, rojo, azul y blanco? ?Te gustan los helados de vainilla? ?Sigues meneandote tu minga enana, gilipollas?

– Escuche, Mason…

– ?Callate! ?Trescientos a la semana! ?Trescientos a la semana te he estado dando! Cuando te encontre en ese bar ni siquiera tenias dinero para el proximo trago… ?Tenias almorranas y estabas viviendo entre sopa de cabeza de cerdo y coles! ?No sabias ni atarte un patin! ?Te saque de la nada, soplaculos, y puedo hundirte otra vez en la nada! ?En lo que a ti te concierne, yo soy Dios! ?Y soy un Dios que no olvida tus estupidas faltas de sacude- madres!

Mason cerro los ojos y se echo hacia atras en su butaca. Dio una calada a su cigarrillo; un poco de ceniza caliente le cayo en el labio inferior, pero estaba demasiado furioso para sentir algo o decir un taco. Simplemente dejo que la ceniza le quemara. Cuando la ceniza dejo de arder, el siguio con los ojos cerrados y escucho la lluvia. Ordinariamente a el le gustaba escuchar la lluvia. Especialmente cuando estaba a resguardo en algun sitio y el alquiler estaba pagado y alguna mujer no estaba volviendole loco. Pero hoy la lluvia no le ayudaba. No solamente olia a Chonjacki, sino que lo sentia alli, delante suyo. Chonjacki era peor que la diarrea. Chonjacki era peor que

Вы читаете Mujeres
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату