– Pero eso no quiere decir que te tumbes de espaldas. Tienes que actuar violentamente sin ser violento. ?Te enteras? El truco del espejo, el conejo fuera del sombrero, el tunel lleno de bolona. Les encanta ser enganados. No saben la verdad, pero tampoco quieren saberla, les hace sentirse desgraciados. Nosotros les hacemos felices. Y conducimos coches nuevos y mandamos a nuestros hijos al colegio. ?Cierto?
– Cierto.
– Esta bien, largate echando leches de aqui.
Chonjacki se dispuso a marcharse.
– Y, chico…
– ?Si?
– Date un bano de vez en cuando.
– ?Que?
– Bueno, a lo mejor no es de eso. ?Usas suficiente papel higienico cuando te limpias el culo?
– No se. ?Cuanto es suficiente?
– ?No te lo dijo nunca tu madre?
– ?El que?
– Te limpias hasta que no veas mas mierda.
Chonjacki se quedo alli de pie, mirandole.
– De acuerdo, puedes irte ahora. Y, por favor, recuerda todo lo que te he dicho.
Chonjacki se fue. Underwood se acerco y se sento en la silla vacia. Saco su puro de 15 centavos de despues de la comida y lo encendio. Los dos hombres se quedaron alli sentados por cinco minutos sin decir nada. Entonces sono el telefono. Mason lo cogio. Escucho, luego dijo:
– ?Oh, la tropa de Boys Scouts 763? ?Cuantos? Claro, claro, bueno, los dejaremos a mitad de precio. El domingo por la noche. Reservaremos una seccion. Claro, claro. Ah, esta bien. -Colgo-. Gilipollas -dijo.
Underwood no contesto. Se quedaron sentados escuchando la lluvia. El humo de sus cigarros hacia dibujos caprichosos en el aire. Se quedaron alli sentados, fumando, escuchando la lluvia y mirando los dibujos del humo. El telefono sono de nuevo y Mason hizo una mueca. Underwood se levanto de su silla, se acerco y lo contesto. Era su turno.
Un mozo de cuerda con la nariz roja
La primera vez que me encontre con Randall Harris, el tenia 42 anos y estaba viviendo con una mujer de pelo gris, una tal Margie Thompson. Margie tenia 45 anos y no era demasiado guapa. Yo estaba editando por ese tiempo la pequena revista
Randall era conocido como un hombre aislado e insociable, un borracho, antipatico y amargo, pero sus poemas eran crudos, crudos y honestos, simples y salvajes. Estaba escribiendo como ningun otro por ese tiempo. Aparte, trabajaba como mozo de cuerda en un jodido almacen.
Me sente delante de Randall y Margie. Eran las siete y cuarto de la tarde y Harris ya estaba borracho de cerveza. Puso una botella delante mio. Yo habia oido hablar de Margie Thompson. Era una comunista de los viejos tiempos, una salva-mundos, una mensajera de bondad. Uno se preguntaba que estaba haciendo ella con Randall, al que todo le importaba tres cojones y ademas lo admitia.
– Me gusta fotografiar la mierda -me dijo-, ese es mi arte.
Randall habia comenzado a escribir a la edad de 38 anos. A los 42, despues de tres libros breves
– No soy mas que un jodido mozo de cuerda en la marea aplastante de mierda y saliva negra.
Vivia en un viejo caseron en Hollywood con Margie, y verdaderamente era un ser fuera de lo normal.
– Solo pasa que no me gusta la gente -me dijo-. Ya sabes, Will Rogers dijo una vez: «Nunca encontre un hombre que no me gustara». Yo por mi parte digo: Nunca encontre un hombre que me gustara.
Pero Randall tenia sentido del humor, y capacidad de reirse del sufrimiento y de si mismo. Acababa gustandote. Era un hombre feo con una cabezota y una cara parida a golpes -solo la nariz parecia haber escapado de la paliza general-. «No tengo suficiente hueso en mi nariz, es como goma», me explico. Su nariz era larga y de un color rojo encendido.
Yo habia oido historias sobre Randall. Le daba por golpear ventanas y romper botellas contra la pared. Era un borracho sucio e intratable. Tambien tenia periodos en que no contestaba nunca al telefono ni abria la puerta. No tenia television, solo un pequeno aparato de radio, y no oia otra cosa que no fuese musica sinfonica -extrano en un tio tan bestia como el-.
Tambien tenia temporadas en las que abria el telefono y metia papel higienico alrededor del timbre para que no pudiese sonar. Asi se quedaba durante meses. Uno se preguntaba por que tenia telefono. Su cultura era dispersa, pero evidentemente habia leido a la mayoria de los buenos escritores.
– Bueno, cabronazo -me dijo-, seguro que te estas preguntando lo que hago con ella -senalo a Margie.
Yo no conteste.
– Es un buen cono -me dijo-, y me da buena cantidad del mejor sexo al oeste de San Luis.
Este era el mismo tio que habia escrito cuatro o cinco magnificos poemas de amor a una mujer llamada Annie. Te preguntabas como leches podria hacerlo.
Margie se quedo alli sentada gesticulando. Ella tambien escribia poesia, pero no era muy buena. Trabajaba en dos tiendas y ganaba algun dinero que les ayudaba con dificultad.
– ?Asi que quieres algunos poemas? -me pregunto el.
– Si, me gustaria ojear algunos.
Harris se fue hacia el armario, abrio la puerta y cogio un punado de papeles arrugados del suelo. Me los entrego.
– Escribi estos la noche pasada.
Se fue a la cocina y salio con dos cervezas mas. Margie no bebia.
Empece a leer los poemas. Todos eran poderosos. Escribia a maquina con fuerza y las palabras parecian como grabadas en el papel. La fuerza de su escritura siempre me habia dejado atonito. Parecia decir todas las cosas que cualquiera de nosotros deberia haber dicho pero nunca habiamos pensado en decir.
– Me llevare estos poemas -dije.
– De acuerdo -dijo el-. Bebe un trago.
Cuando ibas a ver a Harris, la bebida era un deber. Fumaba un cigarrillo tras otro. Se vestia con unos pantalones chinos de color marron, dos tallas mas grandes, y camisas viejas que estaban siempre rasgadas. Tendria alrededor de un metro noventa de altura y 110 kilos de peso, la mayor parte debido a su barriga de cerveza. Tenia los hombros caidos, y te escudrinaba desde las dos estrechas hendiduras de sus ojos. Bebimos duro durante dos horas y media, la habitacion soportaba una pesada atmosfera de humo. De repente Harris se levanto y me dijo:
– ?Largate echando leches de aqui, cabronazo, me disgustas!
– Tranquilo, Harris…
– ?He dicho AHORA MISMO, hijoputa!
Me levante y me fui con los poemas.
Volvi al viejo caseron dos meses mas tarde para entregarle un par de copias de
– Esta en Nueva Orleans -dijo Margie-. Creo que tiene una cita. Jack Teller quiere publicar su proximo libro, pero quiere encontrarse antes con Randall. Teller dice que no puede editar a nadie que no le caiga bien personalmente. Ha pagado el billete de avion de ida y vuelta.
– Randall no es precisamente encantador -dije.
– Bueno, mira -dijo Margie-, Teller es un alcoholico ex presidiario. Pueden formar una adorable pareja.