9

Era como en las peliculas: todos los enfermeros parecian ser homosexuales. Uno me parecio algo mas macho que los otros.

– ?Eh, compadre!

El se acerco.

– No puedo mear. Quiero mear pero no puedo.

– Vuelvo dentro de un momento. No se preocupe, le solucionare su problema.

Espere un buen rato. Entonces volvio, abrio la cortina de mi cama y se sento. Me agarro la polla.

Jesus, pense, ?que va a hacerme? ?Me la ira a chupar?

Pero mire y me di cuenta de que habia traido una especie de aparato. Vi como sacaba una aguja hueca y me la metia por el agujero de la uretra. Las sensaciones, que yo pensaba que habian desaparecido de mi polla, volvieron de repente.

– ?Mierda cabrona! -me queje.

– No es la cosa mas agradable del mundo, ?eh?

– Cierto, cierto, tienes toda la razon. ?Weeowe! ?Mierda y Jesus!

– Pronto acabo.

Me fue introduciendo la aguja hasta tocar la vejiga. Presiono y pude ver como el orinal plano al que iba a dar el tubo se iba llenando de orina. Esta era una de las cosas que no sacaban en las peliculas.

– ?Por Dios, muchacho, ya vale, ya vale! Te aseguro que has hecho un buen trabajo.

– Solo un momento. Ya esta.

Saco la aguja. Fuera de la ventana, mi cruz azul y roja cambiaba y cambiaba de color. Cristo colgaba de la pared con un trocito de palma seca clavado en los pies. Los hombres maravillas no se convertian en dioses. Aunque fuese duro admitirlo.

– Gracias -le dije al enfermero.

– A servir, a servir.

Cerro la cortina y se fue con su aparato.

Mi pajaro amarillo meado apreto su timbre.

– ?Donde esta esa enfermera? ?Por que no viene la enfermera?

Apreto de nuevo el boton.

– ?Funcionara el timbre? ?Estara estropeado mi timbre?

La enfermera entro.

– ?Me duele la espalda! ?Oh, me duele terriblemente la espalda! ?Nadie ha venido a visitarme! ?Apuesto a que ustedes se han dado cuenta, eh, tios! ?Ni siquiera mi esposa! ?Donde esta mi esposa? Enfermera, subame la cama. ?Me duele la espalda! ?VAMOS! ?Mas alta! ?No, no, Dios mio; la ha dejado demasiado alta! ?Mas baja, mas baja! ?Aqui, pare! ?Donde esta mi cena? ?No he cenado todavia! Mire…

La enfermera se largo.

Mi pensamiento le daba mas y mas vueltas al aparatito de mear. Probablemente tendria que comprar uno, llevarlo conmigo el resto de mi vida. Utilizarlo en callejones, detras de los arboles, en el asiento trasero de mi coche… con esa aguja…

El okie de la cama uno no hablaba mucho.

– Es mi pie -les dijo de repente a las paredes-. No puedo entenderlo, mi pie se queda todo hinchado por las noches y no vuelve a quedarse bien. Duele, duele.

El tipo del pelo blanco de la esquina pulso su timbre.

– Enfermera -dijo-, enfermera. ?Que tal si me trae una taza de cafe?

Realmente, pense, mi principal problema es procurar no volverme loco.

10

Al dia siguiente, el viejo peloblanco (el cameraman) se acerco con su cafe y se sento en una silla al pie de mi cama.

– No puedo aguantar a ese hijo de perra -me dijo.

Hablaba del pajaro amarillo meado. Bueno, no habia otra cosa que hacer con el viejo peloblanco mas que hablar con el. Le dije que la bebida habia contribuido en gran manera a traerme a mi actual estado de vida. De paso le conte algunas de mis borracheras salvajes y algunas de las demenciales cosas que habian ocurrido. El tambien tenia algunas buenas para contar.

– En mis viejos tiempos -me conto-, solia haber grandes trenes de color rojo que circulaban entre Glendale y Long Beach, creo que era. Funcionaban durante todo el dia y la mayor parte de la noche excepto durante un intervalo de hora y media, creo que entre las 3:30 y las 5:30 de la manana. Bueno, yo andaba por ahi bebiendo una noche y conoci a un tio en un bar, cuando el bar cerro nos fuimos a su casa y acabamos con algo de mosto que el habia dejado alli. Luego sali de su casa y me perdi. Me meti por una calle sin salida, pero sin saber que era una calle sin salida. Iba conduciendo muy de prisa. Segui derecho hasta que choque con los railes del tren. En el choque, el volante me pego en la barbilla y me dejo sin sentido. Y me quede alli, con mi coche en medio de los railes, desmayado. Solo que tuve suerte porque era la hora y media en que los trenes no circulaban. No se cuanto tiempo estuve alli. El pito del tren me desperto. Abri los ojos y vi un tren viniendo derecho hacia mi a toda maquina. Tuve el tiempo justo de arrancar el coche y dar marcha atras. El tren paso atronador delante mio. Yo conduje hacia casa, con las ruedas delanteras dobladas y pinchadas, andando a tumbos, haciendo blop, blop, blop…

– Es emocionante.

– Otra vez estoy sentado en el bar. Justo enfrente hay un sitio donde comen los ferroviarios. El tren se para y los hombres bajan a comer. Yo estoy sentado al lado de un tipo en este bar. Se vuelve hacia mi y me dice: «Yo antes conducia una de esas cosas y estoy seguro de que puedo conducirla de nuevo. Vamos y veras como la arranco». Salgo con el y subimos a la locomotora. El, tranquilo, va y pone en marcha la cosa. Salimos a una buena velocidad. Entonces yo empece a pensar: ?que cono estoy haciendo aqui?, y le dije al tio: «?No se lo que haras tu, pero yo me largo!». Conocia lo suficiente de trenes como para saber donde estaba el freno. Tire de la palanca y antes incluso de que el tren parase yo salte afuera por un lado. El salto por el otro lado y nunca lo volvi a ver. Muy pronto habia una masa de gente alrededor del tren, policias, inspectores del ferrocarril, mecanicos, reporteros, mirones… Yo en medio del gentio, mirando. «?Vamos a acercarnos a ver que ha pasado!», dijo alguien a mi lado. «Na, cono», dije yo, «no es mas que un tren». Tenia miedo de que quizas alguien me hubiese visto. Al dia siguiente aparecia una historia en los periodicos. La cabecera decia: «UN TREN VA HASTA PACOIMA POR SI SOLO…» Yo recorte el relato y lo guarde. Conserve ese recorte por diez anos. Mi mujer solia verlo. «?Por que diablos guardas ese recorte?», me decia, «no lo entiendo, UN TREN VA HASTA PACOIMA POR SI SOLO». Yo nunca se lo dije. Todavia tenia miedo. Usted es el primero al que se lo cuento.

– No se preocupe -le dije-, ni un alma volvera a escuchar esta historia de nuevo.

Entonces me empezo a doler de verdad el culo y peloblanco me sugirio que pidiera una inyeccion. Lo hice. La enfermera me la puso en la cadera. Cuando se fue, cerro la cortina de mi cama, pero peloblanco siguio alli al lado, sentado. De hecho, ahora tenia un visitante con el que hablar. Un visitante cuya voz me atravesaba mis jodidas tripas. Realmente me las sacaba.

– Voy a mover todos los barcos alrededor del cuello de la bahia. Haremos una toma ahi mismo. Estamos pagando al capitan de cada uno de esos barcos 890 dolares al mes y todos tienen dos chicos a su servicio. Hemos conseguido una flota y la tenemos que usar, pienso yo. El publico esta listo para una buena historia marina. No han olido una buena historia de barcos desde Errol Flynn.

– Ya -dijo peloblanco-, esas cosas van por ciclos. El publico ahora esta listo. Necesitan una buena historia

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