Yo: -?Ya lo se! Pelea y enrollatelo por el resto. ?Que te pasa, estupida?

K: -Dijo que no nos daria mas…

– Yo: -Dijo, dijo. ?Quien es ese tio? ?Dios? ?Hablale deprisa, sonriele! ?Agita el culo delante de el! ?Hinchale la polla! ?Tiratelo en la trastienda si es preciso, pero trae ese VINO!

K: -Esta bien, esta bien.

Yo: -Y no vuelvas sin el.

K decia que me amaba. Solia atarme cintitas alrededor de la polla y luego hacia un pequeno sombrerito de papel para la cabeza.

Si ella volvia sin el vino o solo con una botella, entonces yo bajaba como un loco y gritaba, amenazaba y sacudia al viejo hasta que me daba lo que yo queria, y mas. Algunas veces yo volvia con sardinas, pan y patatas fritas. Fue una epoca particularmente buena, y cuando Tony vendio el negocio empezamos el juego con el nuevo dueno, que era mas duro de roer, demasiado duro. Eso se llevo lo mejor de nuestra relacion.

3

Era como un taladro de madera, podia ser un taladro de madera, oli el aceite quemandose, y entonces ellos me metieron esa cosa en la cabeza, en mi carne, y empezo a taladrarme y a sacar sangre y pus, y yo habia sentado alli a mi simiesco espiritu columpiandose sobre un precipicio. Mi cara estaba llena de granos del tamano de pequenas manzanas. Era ridiculo e increible. «El peor caso que he visto en mi vida», dijo uno de los doctores, y era bastante viejo. Me rodearon como si fuese una especie de monstruo. Era un monstruo. Sigo siendo un monstruo. Cogi el tranvia de ida y vuelta hasta el hospital de caridad. Los ninos en los tranvias me miraban y preguntaban a sus madres:

– ?Que le pasa a ese senor? Mama, ?que le pasa a ese senor en la cara?

Y las madres les decian: -???SHSSSSSSHHH!!!

Y ese shsssssshhh era la peor condenacion, y entonces dejaban a los pequenos bastardos mirarme por encima de los respaldos de los asientos y yo miraba por la ventanilla y veia pasar los edificios, y me ahogaba, aspiraba bocanadas de aire y me ahogaba, sin nada que hacer. Los medicos, por ausencia de casos precedentes o por lo que fuese, lo llamaban Acne Vulgaris. Yo me sentaba durante horas en un banco de madera mientras esperaba mi taladro. Vaya una historia digna de lastima, ?eh? Recuerdo los viejos edificios de ladrillo, las enfermeras sencillas y descansadas, los doctores riendose, teniendolo hecho. Fue alli cuando aprendi de la falacia de los hospitales: que los doctores eran dioses y los pacientes mierda y que los hospitales existian para que los doctores pudieran hacerselo en su blanca superioridad almidonada, pudiendo hacerlo tambien, como no, con las enfermeras: «Doctor. Doctor. Doctor, pincheme el culo en el ascensor, olvide la amenaza del cancer, olvide la amenaza de vida. No somos unas pobres imbeciles, no moriremos nunca; bebemos nuestro jugo de zanahoria, y cuando nos sentimos mal podemos tomar una pastilla, una inyeccion, toda la droga que necesitemos. Chiip, chiip, chiip, la vida nos cantara. Larga vida para nosotras». Yo me sentaba y ellos me metian el taladro. ZIRRRR ZIRRRR ZIRRRR ZIR, el sol mientras tanto hacia crecer dalias y naranjas y brillaba a traves de los vestidos de las enfermeras, volviendo locos a los pobres diablos. Ziirrrr, zirrr, zirr.

– ?Nunca vi a nadie que soportara la aguja de este modo!

– ?Mirale, frio como el acero!

Veo otra vez el corro de folla-enfermeras a mi alrededor, un corro de hombres que poseian grandes casas y tenian tiempo para reirse y leer y acudir a los partidos y comprar pinturas y olvidarse de pensar, y olvidarse de sentir nada. Blancura almidonada y mi derrota. Por encima de mi y a mi alrededor, observandome.

– ?Como te sientes?

– Maravillosamente.

– ?No encuentras dolorosa la aguja?

– Que te den por culo.

– ?Que?

– Dije que te den por culo.

– Es solo un chaval. Es mal hablado. No se le puede culpar. ?Que edad tienes?

– Catorce.

– Solo te estaba felicitando por tu valor, tu manera de aguantar la aguja. Eres duro.

– Que te den por culo.

– No puedes hablarme de ese modo.

– Que te den por culo. Que te den por culo. Que te den por culo.

– Deberias comportarte mejor. Imaginate que te quedas ciego si no te vacunasemos.

– Entonces no tendria que estar viendo sus malditas caras.

– Este chico esta loco.

– Ya lo creo, dejale solo.

Esto fue en algun hospital de Los Angeles y nunca pude imaginarme que 20 anos despues, volveria a un sanatorio de caridad. Hospitales, carceles y putas: Estas son las universidades de la vida. Yo he alcanzado numerosos grados. Llamenme senor.

4

Tuve que sufrir otra de estas. Viviamos en el segundo piso de un viejo caseron y yo trabajaba. Eso fue lo que casi me mato, beber toda la noche y trabajar todo el dia. Solia tirar siempre una botella contra la misma ventana. Solia bajar con esa ventana a la cristaleria de la esquina a que la arreglaran, alli le ponian un vidrio nuevo en el marco. Hacia esto una vez a la semana. El hombre me miraba muy extranamente pero siempre aceptaba mi dinero, que le parecia tan bueno como el de cualquier otro. Yo montaba la ventana y la rompia de nuevo de un botellazo. Habia estado bebiendo fuerte durante 15 anos, y una manana me desperte y alli estaba: la sangre saliendo a borbotones de mi boca y culo. Monigos negros. Sangre, sangre, cataratas de sangre. La sangre apesta peor que la mierda. Ella llamo a un doctor y la ambulancia vino a por mi. Los camilleros dijeron que yo era demasiado grande para acarrearme por las escaleras y me pidieron que bajara andando.

– Esta bien, tios -dije-. Con mucho gusto; no quiero que os mateis a trabajar.

Una vez fuera, subi a la camilla; me la pusieron delante y yo me tumbe en ella como una flor marchita. Un infierno de flor. Los vecinos asomaban sus cabezas por las ventanas, me miraban mientras era llevado hacia la ambulancia. Me habian visto borracho casi siempre.

– Mira, Mabel -dijo alguien-. ?Alla va ese horrible hombre!

– ?Que Dios tenga piedad de su alma! -respondio Mabel.

Buena mujer, esa Mabel. Eche una bocanada de sangre por el borde de la camilla y alguien exclamo ?OOOOhhhhhhooooh!

Aunque estaba trabajando, no tenia dinero, asi que me llevaron al hospital de caridad. La ambulancia estaba llena. Pobres moribundos apelotonados. «Completo», dijo el conductor, «vamonos». Fue un viaje horrible. Eramos sacudidos, caiamos unos encima de otros, gemiamos, la ambulancia se inclinaba. Hice todos los esfuerzos posibles para no echar sangre, porque no queria que aquello encima empezase a apestar.

– Oh -dijo la voz de una mujer negra-, no puedo creer que esto me este sucediendo a mi, no puedo creerlo. ?Oh, Dios mio, ayudame!

Dios se hace muy popular en sitios como aquel.

Al llegar me bajaron a un oscuro sotano con algunos catres, alguien me dio algo en un vaso de agua y eso fue todo. Pasaron unos minutos y me puse a vomitar algo de sangre sobre la cama. Eramos cuatro o cinco enfermos en aquel sotano. Uno de ellos era alcoholico -y loco- pero parecia fuerte. Se levanto de su cama y empezo a vagar de un lado a otro, delirando, tropezando, cayendose encima de los otros enfermos, golpeando cosas,

– Ra ra era, soy Raba el joba, soy juba soy jumma jubba el raskas, soy juba.

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