algo atado con fuerza a la cara que le tapaba la boca y le hundia las mejillas. Entonces, un escalofrio recorrio su cuerpo al recordar las palabras de la noche anterior. En la pantalla del ordenador: «… sal de casa, coge el coche de Kellie, ve en direccion norte por la A 23 London Road y espera a que te llame…».

Era exactamente lo que habia hecho. Ahora empezaba a recordarlo todo: ir por la A 23; la llamada diciendole que se detuviera en el area de descanso.

Ahora estaba aqui.

Dios mio, santo cielo, madre de Dios, ?donde estaba? ?Donde estaba Kellie? ?Que diablos habia hecho? ?Quien cono habia…?

De repente, se encendio una luz, un rectangulo amarillo vertical a cierta distancia. Una puerta. Una figura que la cruzaba, con una linterna en la mano, el haz de luz brillaba como un espejo.

Tom aguanto la respiracion mientras contemplaba a la figura acercarse. A la luz oscilante de la linterna, vio que se encontraba en una especie de almacen lleno de bidones enormes metalicos y de plastico que parecian contener combustible o sustancias quimicas.

A medida que la figura se acercaba, Tom distinguio a un hombre muy gordo con una camisa ancha desabotonada en el cuello y con el pelo engominado hacia atras y recogido en una coleta. Llevaba un gran medallon colgado en una cadena al cuello. No habia luz suficiente para verle bien la cara, pero Tom calculo que tendria unos sesenta anos.

Luego, la despiadada luz de la linterna le enfoco directamente a la cara; sintio como si le ardieran las retinas y cerro los ojos con fuerza.

Con acento de Luisiana, y un tono que parecia sincero, como si fuera una pregunta de verdad de la que esperaba una respuesta, dijo:

– Asi que se cree usted una especie de heroe, ?verdad, senor Bryce?

Como no supo que responder, y como tampoco podia hablar, Tom permanecio en silencio.

Noto que la luz se apartaba y abrio los ojos. El hombre se puso en cuclillas a su lado, alargo las manos hasta tocarle la cara y las movio bruscamente hacia atras, con fuerza. Tom grito. El dolor era increible. Durante varios segundos, estuvo convencido de que le habia arrancado media cara.

Una tira de cinta adhesiva colgaba delante de sus ojos. Ya podia volver a mover la mandibula, abrir la boca, hablar.

– ?Donde esta mi mujer? -dijo Tom-. ?Donde esta Kellie? Por favor, dime donde esta.

El hombre movio la luz por la habitacion. Y a Tom casi se le partio el alma cuando vio, a cierta distancia, lo que al principio penso que era una alfombra enrollada y luego vio que era Kellie. Estaba tumbada en el suelo, atada, con un grillete en el tobillo y una cadena que salia de el y subia hasta un aro en la pared. Tenia la boca tapada con cinta adhesiva y le suplicaba con la mirada.

El primer instinto de Tom fue gritarle enfurecido a aquel gordo asqueroso, pero logro contenerse de algun modo, intentando pensar con claridad, entender que habia pasado, que era aquella pesadilla en realidad.

– ?Quien eres? -dijo.

– Haces demasiadas preguntas -le respondio el hombre con desden-. ?Quieres agua?

– Quiero saber por que estoy aqui. Por que mi mujer esta aqui.

El hombre le respondio dandose la vuelta y desapareciendo, de nuevo entre las sombras.

– ?Kellie! -grito Tom-. Kellie, ?estas bien?

Ya no podia verla. Ni oirla.

– ?Kellie, carino!

– ?Callate, cono! -dijo el gordo.

«?No, no me callare!», estuvo a punto de gritarle Tom. Por un momento, se le retorcian los intestinos de miedo, y al instante siguiente se apoderaba de el una ira ciega. ?Como se atrevia aquel cabron a tener a Kellie atada? O a el.

«Tengo la presentacion mas importante de mi carrera por la manana. Podria salvar mi negocio. Y lo estoy perdiendo por tu culpa, gordo de…»

«?Por la manana?»

«?Era por la manana?»

Empezaba a recordarlo todo, de forma irregular, como si intentara colocar en el orden correcto las tiras de papel que una rafaga de viento habia esparcido por la habitacion.

Kellie habia desaparecido. Le habian quemado el coche. Luego el habia respondido al e-mail. Y ahora su mujer estaba tumbada en el suelo, atada…

Penso en la joven que habia visto en la pantalla de su ordenador, con su traje de noche, el hombre encapuchado, el estilete.

Sentia un dolor terrible en la vejiga.

– Por favor -grito-. Tengo que mear.

– Nadie te lo impide -dijo el americano desde las sombras.

Tom se retorcio. El hombre se inclino sobre Kellie. Le arranco la cinta de la boca. Tom se estremecio al oir el sonido.

– ?Vete a la mierda! ?Hijo de puta, cabron! -le grito Kellie al hombre al instante.

– Se un poco mas fina. La gente querra que seas fina. ?Quieres un poquito mas de vodka?

– ?Vete a la mierda!

«?Oh, Dios santo, Kellie!» Que bueno era oir su voz, saber que estaba viva, que estaba bien, que peleaba. Sin embargo, aquella no era forma de enfrentarse a esta situacion.

Junto los muslos y apreto el abdomen, resistiendo el dolor de la vejiga. El hombre no pretenderia que orinara alli mismo, ?no?

– ?Kellie, carino! -grito Tom

– Haz que este cabron de mierda nos saque de aqui. Quiero ver a Jessica y a Max. Quiero ver a mis hijos. ?Sueltame, joder!

– ?Quiere que vuelva a taparle la boca, senora Bryce?

Kellie rodo sobre su estomago y se quedo quieta, sollozando histerica, era un llanto profundo y entrecortado. Y Tom se sintio fatal, inutil, absoluta y totalmente inutil. Tenia que haber algo que pudiera hacer. Algo. Algo, por el amor de Dios.

El dolor en la vejiga le impedia pensar y sentia como si le hubieran abierto la cabeza. La luz de la linterna se movio. Al hacerlo, Tom vio cientos de bidones oscuros, apilados hasta el techo, unas cosas enormes, muchas con etiquetas de peligro. Hacia frio alli dentro. Todo estaba inundado por un olor ligeramente acre.

«?Donde cono estamos?»

– ?Oh, Tom, por favor, haz algo! -grito Kellie.

– ?Quieres dinero? -le grito Tom al hombre-. ?Es eso lo que quieres? Reunire todo lo que pueda.

– ?Quieres decir que te gustaria suscribirte?

– ?Suscribirme? -dijo Tom, contento por fin por haber obtenido algun tipo de reaccion a sus preguntas; por entablar una conversacion con el hombre, por razonar con el, por intentar encontrar un…

– Te gustaria suscribirte para poder veros a ti y a tu mujer. -El americano se echo a reir-. ?Que gracioso!

Tom se animo un poquito.

– Si, lo que sea, ?lo que quieras!

La luz le enfoco directamente a los ojos.

– No lo entiendes, ?verdad, imbecil? ?Como vais a poder veros?

– Yo…, yo… no lo se.

– Aun eres mas estupido de lo que creia. ?Quieres pagar dinero para que tu y la borracha de tu mujer podais ver lo bien que os sienta la muerte?

Capitulo 75

Roy Grace estuvo pegado al telefono todo el rato mientras conducia su Alfa, haciendo una llamada tras otra: para saber como estaba Emma-Jane y, luego, para conocer los progresos de cada uno de los miembros de su

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