El nombre del remitente escrito a mano en el resguardo decia «Contratistas JK». Mark no tenia ni idea de que habia dentro. Habia tantisimo papeleo para los formularios urbanisticos que iba hundiendose poco a poco bajo la montana. Seguramente serian un monton de dibujos tecnicos del verificador de cantidad. Despilfarrando como siempre, al mandarlos por mensajero cuando podria haberlos enviado tranquilamente por correo. Ya lo abriria mas tarde. Ahora mismo, solo tenia una cosa en la cabeza, Ashley, tumbada desnuda en el suelo del despacho. Y estaba cachondo, loca, vertiginosa, lozanamente cachondo.
Luego, de forma totalmente inesperada, a los pocos segundos de tumbarse encima de ella, todo habia acabado.
– Lo siento -dijo Mark apoyando su peso en los codos-. Yo…
– Te ponen los mensajeros motorizados, ?no? -le pregunto ella, al parecer solo medio en broma.
– Claro.
– Muchos hombres son gays y no lo saben. Ya sabes, los motoristas con ropa de cuero pueden resultar muy eroticos para los hombres.
– ?De que vas?
– ?Tu que crees? Me dejas aqui desnuda y a punto de llegar al orgasmo. Bajas y ves a un tipo con ropa de cuero y al minuto siguiente te corres justo despues de metermela.
Mark rodo sobre si mismo y se sento a su lado en el suelo. Una oleada de melancolia le embargo.
– Lo siento -dijo-. Es que tengo un monton de mierda en la cabeza en estos momentos.
– ?Y yo no?
– Quiza se te de mejor manejar esta situacion que a mi.
– No se que eres capaz de manejar, Mark. Creia que tu eras el fuerte, y Michael, el debil.
Mark se inclino hacia delante y se puso las manos en la cara.
– Ashley, los dos estamos tensos, ?vale?
– Tu no deberias estarlo, acabas de tener un orgasmo increible.
– Vale, vale, vale. Ya me he disculpado. ?Quieres que siga? Hare que te corras, ya sabes, con los dedos.
Ashley se levanto de repente, recogiendo su ropa mientras lo hacia.
– Olvidalo, ya no me apetece.
Los dos se vistieron en silencio. Fue Ashley, mientras se pintaba los labios, quien al fin lo rompio.
– ?Sabes lo que dicen, Mark? Las buenas relaciones sexuales son un uno por ciento de una relacion; las malas son un noventa y nueve.
– Creia que nosotros teniamos buen sexo, normalmente.
Ashley comprobo que llevaba bien pintados los labios en su espejo de bolsillo, como si estuviera a punto de acudir a una cita.
– Si, bueno, yo tambien lo creia.
Mark se acerco a ella y la rodeo con el brazo.
– Vamos, Ashley, carino, ya me he disculpado. Estoy muy estresado, joder. Deberiamos irnos unos dias.
– Claro, eso si que quedaria bien, ?verdad?
– Me referia a cuando acabara todo esto.
Ella lo miro con dureza.
– ?Y cuando va a acabar todo esto exactamente?
– No lo se.
Ashley guardo el espejo en el bolso.
– Mark, carino, nunca acabara mientras Michael este vivo. Los dos lo sabemos. Quemamos las naves el jueves por la noche cuando sacaste el tubo para respirar. -Le dio un besito en la mejilla-. Te veo manana por la manana.
– ?Te vas?
– Si, me voy. Siempre me voy cuando acaba la jornada. ?Algun problema? Creia que debiamos guardar las apariencias.
– Supongo que si. Quiero decir que…
Ashley se quedo mirandolo un par de segundos.
– Calmate, por el amor de Dios. ?Entendido?
Mark asintio sin conviccion. Luego, ella se marcho.
Se quedo una hora mas, trabajando en los mensajes de correo electronico. Luego, como el ruido de los limpiadores lo distraia, decidio terminar y llevarse el resto del trabajo a casa.
De camino a la puerta, cogio el paquete que habia firmado antes y lo abrio rasgando el sobre. Habia algo dentro, un objeto pequeno, envuelto muy fuerte con celofan y, luego, enrollado con cinta adhesiva.
Con el ceno fruncido, se pregunto que seria. ?Una tarjeta SIM de repuesto para un movil? ?Una pieza de ordenador?
Cogio unas tijeras del cajon de la mesa y corto un extremo, lo ahueco y miro dentro.
Al principio, penso que era una broma, uno de esos dedos de plastico de mentira que pueden comprarse en las tiendas de regalos. Luego vio la sangre.
– No -dijo, mareandose de repente-. No, no.
El trozo de dedo cortado cayo del paquete y aterrizo en la moqueta sin hacer ruido.
Mark retrocedio horrorizado y vio que dentro del paquete habia un sobre.
Capitulo 69
Grace salio de la carretera principal y cogio un camino rural, justo a las afueras de Lewes. Paso por delante del cartel de la tienda de una granja, una cabina de telefono y luego vio, delante de el a la izquierda, una valla alta de tela metalica rematada con alambre de puas, en parte erguida, en parte caida. Habia dos puertas, abiertas del todo, que parecian no haberse cerrado desde hacia una decada. Clavado a una de ellas habia un cartel pintado descolorido y agrietado en el que se podia leer: «Gruas Wheeler». Al lado habia otro cartel mucho mas pequeno de advertencia, que decia: «?Cuidado con el perro!».
El aspecto del lugar era lo mas parecido que Grace habia visto en su vida a una casa rustica. Estaba mas que destartalada. Era, de lejos, el lugar mas desordenado que hubiera visto nunca.
El patio estaba dominado por una gran grua azul, aparcada entre una docena mas o menos de armazones de vehiculos parcial o totalmente desarmados, algunos destrozados, otros muy oxidados; habia uno, un pequeno Toyota, que parecia que estuviera aparcado y que alguien hubiera robado todo lo que fuera posible robar.
Habia montones de troncos serrados y por serrar, un caballete de madera, una sierra de cinta, una caseta prefabricada deteriorada, en la que habia apoyado un cartel descolorido escrito con tiza que decia: «Se venden arboles de Navidad», y una casita de madera que parecia que podia derrumbarse en cualquier momento.
Mientras entraba y apagaba el motor del coche, oyo los ladridos fieros y graves de un perro guardian, que rompieron la tranquilidad silenciosa de la tarde calida, y Grace se quedo por prudencia en el coche unos momentos, esperando a que apareciera el sabueso. En lugar de eso, la puerta de la casita se abrio y aparecio un hombre corpulento. De unos cincuenta anos, tenia el pelo ralo y grasiento, barba crecida y una barriga cervecera enorme que apenas podia contener debajo de la camiseta de malla y que sobresalia por encima de la hebilla del pantalon del peto marron, como una alud a punto de precipitarse montana abajo.
– ?Senor Wheeler? -dijo Grace mientras se acercaba, recelando aun de los ladridos del perro, que cada vez eran mas fuertes y graves.
– ?Si?
El hombre tenia un rostro amable, ojos grandes y tristes y manos enormes y sucias. Olia a cuerda y a aceite de motor.
Grace saco su placa y la levanto para que el hombre la viera.
– Soy el comisario Grace, del Departamento de Investigacion Criminal de Sussex. Siento mucho lo de su hijo.
El hombre se quedo quieto, impasible, luego Grace vio que comenzaba a temblar. Cerro las manos con fuerza y le cayo una lagrima de cada ojo.