Lyubov, ?por que no eres como los otros?

—Soy igual que ellos. Un hombre. Como ellos. Como tu.

—No. Tu eres diferente…

—Soy como ellos. Y tu tambien. Escuchame, Selver. No sigas. No sigas matando hombres. Tienes que volver… a tus… a tus propias raices.

—Cuando tu pueblo se haya marchado, entonces el sueno cesara.

—Ahora —dijo Lyubov, tratando de levantar la cabeza, pero tenia la espalda rota.

Miro a Selver y abrio la boca para hablar. Pero la mirada habia desaparecido, ahora escudrinaba el otro tiempo, y los labios seguian entreabiertos, y mudos. El aliento le silbaba ligeramente en la garganta.

Estaban llamando a Selver por su nombre, muchas voces lejanas, llamando una y otra vez.

—?No puedo quedarme contigo, Lyubov! —dijo Selver llorando, y al no obtener respuesta se incorporo e intento correr.

Pero en la oscuridad del sueno solo podia avanzar lentamente. El Espiritu del Fresno caminaba delante de el, mas alto que Lyubov o que cualquier yumeno, sin volver hacia el la mascara blanca. Y mientras se alejaba, Selver le hablaba a Lyubov.

—Volvere —le decia —. Todos volveremos. ?Te lo prometo, Lyubov!

Pero su amigo, el bondadoso, el que le habia salvado la vida y le traicionara el sueno, Lyubov, no respondia. Caminaba por algun lugar de la noche cerca de Selver, invisible, y silencioso como la muerte.

Un grupo de gente de Tuntar encontro a Selver vagando en la oscuridad, llorando y hablando, dominado por el sueno; lo llevaron en seguida de regreso a Enoltor.

Alli, en el improvisado Albergue, una tienda a la orilla del rio, yacio desvalido y delirante dos dias y dos noches, atendido por los Ancianos.

Durante todo ese tiempo seguia llegando gente a Enoltor, y volvia a marcharse, regresaba al Lugar de Eshsen que antes fuera Central, para sepultar alli a los muertos propios y a los ajenos; de los propios mas de trescientos, de los ajenos mas de setecientos. Habia unos quinientos yumenos encerrados en los corrales de los creechis, que al estar vacios y apartados no habian sido alcanzados por el fuego. Otros tantos habian huido, y algunos de estos buscaron refugio en los campamentos de lenadores situados mas al sur, que no habian sido atacados; aquellos que todavia se escondian y erraban por los bosques o las Tierras Mutiladas eran perseguidos dia y noche. A veces los mataban porque muchos de los cazadores mas jovenes aun seguian oyendo la voz de Selver que les gritaba “?Matadlos!”. Otros habian dejado atras la noche de la matanza como si fuese una pesadilla, el mal sueno que ha de ser comprendido para que no se repita; y estos, al encontrarse frente a un yumeno sediento y exhausto escondido entre la maleza, no podian matarle. Entonces tal vez el yumeno los mataba a ellos. Habia grupos de diez y veinte yumenos armados con hachas y fusiles, si bien a pocos les quedaban municiones; a estos grupos los atlishianos les seguian el rastro, y cuando les tenian cercados en los bosques en numero suficiente los capturaban y los llevaban otra vez a Eslisen. Todos fueron capturados al cabo de dos o tres dias, pues esa region de Sornol era un hervidero de habitantes de los bosques; nunca en la memoria de ningun hombre se habia congregado en un solo lugar ni la decima parte de la gente que habia ahora; algunos seguian llegando aun de pueblos distantes y otros Continentes, unos empezaban ya a regresar a las ciudades. Los yumenos capturados fueron encerrados en los corrales junto con los otros, pese a que ya estaban colmados y las barracas eran demasiado pequenas para los yumenos. Dos veces por dia les daban agua y comida, y un par de centenares de cazadores armados los custodiaba a toda hora.

En la tarde siguiente a la Noche de Eslisen, un avion aparecio atronando desde el este y descendio como si fuese a aterrizar, luego alzo vuelo como un ave de rapina que ha errado su presa, y volo en circulo sobre el desmantelado campo de aterrizaje, la ciudad todavia humeante, y las Tierras Mutiladas. Reswan se habia encargado de destruir todas las radios, y fue tal vez el silencio de las radios lo que atrajo a la aeronave desde Kushil o Rieshwel donde habia tres pequenas poblaciones yumenas. Los prisioneros se precipitaron fuera de las barracas y gritaban a la maquina cada vez que pasaba atronando por encima de sus cabezas; arrojo un objeto, en un pequeno paracaidas, dentro del corral; por ultimo, zumbando, se perdio en el cielo.

En Athshe quedaban ahora cuatro naves aladas semejantes; tres en Elushil y una en Rieshwel, todas de tamano pequeno, con capacidad para cuatro hombres; tambien tenian ametralladoras y lanzallamas, y eran una grave preocupacion para Reswan y los otros, mientras que Selver yacia perdido para ellos, transitando por los caminos cripticos del otro tiempo.

Desperto al tiempo-mundo en el tercer dia, flaco, mareado, hambriento y silencioso. Se bano en el rio y comio, y luego escucho a Reswan y a la matriarca de Berre y a los otros elegidos como jefes. Ellos le contaron lo que habia sucedido en el mundo mientras el dormia. Selver escucho, y los miro uno a uno, y ellos vieron al dios en el. En la repulsion y el temor que habian seguido a la Noche de Eshsen algunos llegaron a dudar. Tenian suenos turbulentos de sangre y fuego; pasaban el dia entero rodeados por extranos, gente venida de todos los confines de los bosques, en centenares, en millares, todos se precipitaban a este lugar como cuervos sobre la carrona, todos desconocidos entre si; y les parecia que habia llegado el Fin, que nada volvera ser como antes, que nada estaria bien de nuevo. Pero en presencia de Selver recordaron el proposito, y la angustia que los dominaba se calmo, y esperaron a que hablase.

—La matanza ha terminado —dijo —. Aseguraos de que todo el mundo lo sepa. —Los miro uno a uno —. Tengo que hablar con los del corral, ?Quien los dirige alli?

—Pavo, Pieplano, Ojosllorosos —dijo Reswan, el ex esclavo.

—?Pavo vive? Bien. Ayudame a levantarme, Greda, noto los huesos blandos…

Cuando llevaba un rato levantado, se sintio mas fuerte, y una hora despues se ponia en marcha hacia Eshsen, a dos horas de camino de Endtor.

Cuando llegaron, Reswan trepo por una escalera apoyada contra el muro del pabellon y grito en la jerga que se les ensenaba a los esclavos: —?Dong —venir —puerta Rapido-volando!

Alla abajo en los pasillos que separaban las achaparradas barracas de cemento, algunos de los yumenos le gritaron y le arrojaron cascotes de tierra. Reswan desaparecio y espero.

El viejo coronel no aparecio, pero Gosse, a quien ellos llamaban Ojosllorosos, salio cojeando de una cabana y llamo a Reswan: —El coronel Dongh esta enfermo, no puede salir.

—?Enfermo de que?

—Intestinos, enfermo por el agua. ?Que quieres?

—Hablar —hablar. Mi senor dios —dijo Reswan en su propia lengua, mirando a Selver—, el Pavo se esconde, ?quieres hablar con Ojosllorosos?

—Esta bien.

—?Vigilad la puerta, arqueros! A la puerta, se-nor Goss-a, ?Rapido-volando!

La puerta se abrio apenas el tapado y el tiempo suficiente para que Gosse pudiera escurrirse afuera. Se detuvo, solo, frente al grupo de Selver. Se apoyaba con precaucion en una pierna, herida en la Noche de Eshsen. Vestia un pijama andrajoso, sucio de barro y empapado por la Bula. El cabello gris le caia liso alrededor de las orejas y sobre la frente. Dos veces mas alto que sus captores, se mantenia muy tieso, y les observaba con temeraria, indignada consternacion.

—?Que quieres?

—Tenemos que hablar, senor Gosse —dijo Selver, que habia aprendido de Lyubov el ingles comun —. Soy Selver del Fresno de Eshreth. Soy amigo de Lyubov.

—Si, te conozco —?Que tienes que decir?

—Tengo que decir que la matanza ha terminado, si puede haber una promesa respetada por la gente de usted y por mi pueblo. Todos ustedes podran quedar en libertad, si todos los hombres de los campamentos de lenadores de Sornol del Sur, Kushil y Rieshwel se concentran y se quedan aqui juntos. Ustedes pueden vivir aqui donde el bosque esta muerto, donde ustedes cultivan sus cereales. No habra mas talado de arboles.

Ahora la expresion de Gosse era de ansiedad.

—?Los campamentos no fueron atacados?

—No.

Gosse no dijo nada. Selver lo miro, y volvio a hablar: —De los hombres de usted, quedan menos de dos mil con vida, creo yo. Las mujeres han muerto todas. En los otros campamentos todavia hay armas; ustedes podrian matar a muchos de los nuestros. Pero nosotros tenemos algunas armas. Y somos mas de los que ustedes podrian matar. Supongo que lo saben, y que por eso no han tratado de que las naves voladoras les trajeran lanzallamas,

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