Saludo a Ebor Dendep con una leve reverencia, y salio del bosque de los abedules, todavia cojeando, con el brazo vendado; sin embargo, habia una agilidad en su paso, una arrogancia en la posicion de la cabeza que lo hacia parecer mas sano que otros hombres.

Los jovenes fueron detras de el en silencio.

—?Quien es? —pregunto la mensajera de Trethat, siguiendole con la mirada.

—El hombre a quien venia destinado tu mensaje, Selver de Eshreth, un dios entre nosotros. ?Habias visto alguna vez a un dios, hija?

—Cuando yo tenia diez anos el Tocador de Lira vino a nuestro pueblo.

—El Viejo Ertel, si. Era de mi Arbol, y de los Valles Septentrionales, lo mismo que yo.

Bueno, ahora hemos visto otro dios, y mas grande. Hablales de el a los tuyos en Trethat.

—?Que dios es, madre?

—Un dios nuevo —dijo Ebor Dendep con su voz vieja y seca —. El hijo del bosque de fuego, el hermano de los asesinados. El es el hombre que no ha renacido. Ahora marchaos, todas, id al Albergue. Ved quienes iran con Selver, ocupaos de que lleven alimentos. Dejadme un rato a solas. Estoy colmada de presentimientos como un viejo estupido necesito sonar…

Coro Mena acompano a Selver esa noche hasta el lugar donde se habian encontrado por primera vez, bajo los sauces cobrizos a la orilla del arroyo. Muchos eran los que seguian a Selver al sur, unos sesenta en total, y eran pocos los que habian visto en marcha una muchedumbre semejante. Habia mucha agitacion y atraian a otros, mientras se encaminaban al mar que les llevaria a Sornol. Selver habia solicitado esa noche el privilegio de soledad de los Sonadores y se habia adelantado a los demas, que le alcanzarian por la manana. A partir de ese momento, inmerso en la multitud y obligado a actuar, poco tiempo tendria para el lento y profundo fluir de los grandes suenos.

—Aqui nos encontramos por primera vez —dijo el anciano, deteniendose entre las ramas contadas, los velos de hojas colgantes—, y aqui nos separamos. Este lugar sera llamado el Bosque de Selver, sin duda, por los que de hoy en adelante recorran nuestros caminos.

Selver no respondio en seguido de pie e inmovil como un arbol. Alrededor, las hojas inquietas y plateadas se oscurecian, cuando las nubes se agolpaban ocultando las estrellas.

—Tu estas mas seguro de mi que yo mismo —dijo por ultimo, una voz en la oscuridad.

—Si, estoy seguro, Selver… Fui bien instruido en suenos, y soy viejo por anadidura. Ya es muy poco lo que sueno para mi, ?y como podria ser de otro modo? Pocas cosas me parecen nuevas. Y lo que anhelaba en mi vida lo he tenido, y con creces. He tenido toda mi vida. Dias como las hojas del bosque. Soy un viejo arbol hueco; solo las raices siguen vivas. Por eso solo sueno lo que suenan todos los hombres. No tengo visiones ni deseos.

Veo lo que es. Veo el fruto que madura en la rama. Durante cuatro anos ha estado madurando, ese fruto del arbol de raices profundas. Durante cuatro anos todos hemos vivido atemorizados, incluso nosotros, los que vivimos lejos de las ciudades de los yumenos, y solo les hemos espiado desde algun escondrijo, o hemos visto como las naves se elevaban en el aire, o hemos contemplado los lugares muertos donde mutilan el mundo, o solo hemos oido historias de todas estas cosas. Todos tenemos miedo. Los ninos se despiertan gritando y hablan de los gigantes; las mujeres no quieren hacer viajes demasiado largos; los hombres de los Albergues no pueden cantar. El fruto del miedo esta madurando. Y yo te veo recogiendolo. Tu lo cosecharas. Todo cuanto nosotros tememos ver, tu ya lo has visto, lo has conocido: el exilio, la verguenza, el dolor; has visto caer los techos y las paredes del mundo, la madre muerta en desgracia, los hijos sin educacion, desamparados… Esos son tiempos nuevos para el mundo, tiempos nefastos.

Y tu lo has padecido todo. Has llegado hasta el limite. Y en el limite, al final del negro sendero, alli crece el Arbol. Alli madura el fruto; ahora tu extiendes la mano, Selver, ahora lo tomas. Y el mundo cambia por completo, cuando un hombre tiene en la mano el fruto de ese arbol, ese arbol cuyas raices son mas profundas que el bosque. Los hombres lo reconoceran. Te reconoceran a ti, como te reconocimos nosotros. ?No es necesario ser un anciano o un Gran Sonador para reconocer a un dios! Donde tu vayas, el fuego ardera; solo los ciegos no podran verlo. Pero escucha, Selver, esto es lo que yo veo y que acaso otros no vean, y por eso te he amado: sone contigo antes de que nos encontrasemos aqui. Tu ibas caminando por un sendero, y los arboles jovenes crecian a tu paso, el roble y el abedul, el sauce y el acebo, el abeto y el pino, el aliso, el olmo, el fresno de flores blancas, todo el techo y las paredes del mundo reverdecidos para siempre. Ahora adios, amado dios e hijo, que la suerte te acompane.

La noche se oscurecia a medida que Selver avanzaba, hasta que sus ojos, que veian en las tinieblas, no vieron nada mas que masas y planos de oscuridad. Empezo a llover.

Se habia alejado apenas algunos kilometros de Cadast cuando se dio cuenta que tenia que encender una antorcha o detenerse. Eligio detenerse, y a tientas encontro un refugio entre las raices de un castano. Alli se sento, la espalda contra el ancho y retorcido tronco, que conservaba todavia un poco de calor del sol. La fina lluvia, invisible en la oscuridad, repicaba suave, cadenciosa, contra el techo de hojas, contra los brazos y el cuello y la cabeza de Selver, protegidos por la espesa pelambrera sedosa, contra el suelo y las matas de los helechos cercanos, contra todo el follaje del bosque, proximo y distante.

Selver estaba sentado, tan quieto como el buho gris posado en una rama del castano, insomne, los ojos muy abiertos en la lluviosa oscuridad.

3

El capitan Raj Lyubov tenia dolor de cabeza. Habia comenzado como una molestia en los musculos del hombro derecho; despues habia crecido hasta convertirse en un concierto de tambores aplastante sobre el oido. Los centros del lenguaje estan en la corteza cerebral izquierda, penso, pero el no lo hubiera asegurado. No podia hablar, ni leer, ni dormir, ni pensar. Corteza, vortice. Migrana de dolor de cabeza, margarina de dolor de pan, oli, oli, oli. Por supuesto, le habian curado la jaqueca, una vez en la Universidad y otra durante las sesiones de Psicoterapia Profilactica Militar obligatorias, pero se habia llevado algunas pildoras de ergosmina de la Tierra como precaucion. Habia tomado dos, y un anestesico y un tranquilizante, y una gragea digestiva para contrarrestar la cafeina que contrarrestaba la ergotamina, pero la barrena seguia agujereandole desde dentro, justo por encima de la oreja derecha, al compas de un tambor gigante. Barrena, pena, oh Dios. Libranos Senor. Medio kilo de higado. ?Que harian los athshianos contra la jaqueca? Ellos no podian tener jaqueca, cuando sonaban despiertos ahuyentaban las tensiones una semana antes que apareciesen. Prueba, prueba a sonar despierto.

Empieza como Selver te enseno. Aunque no sabia nada de electricidad ni podia comprender los principios del EEG, ni tampoco habia oido hablar de las ondas alfa y cuando aparecen, Selver dijo: “Ah, si, se refiere a esto”, y en el aparato que registraba el funcionamiento de la cabecita verde aparecieron los inconfundibles garabatos alfa; y en una clase de apenas media hora le habia ensenado a Lyubov como provocar e interrumpir los ritmos alfa. Y no era nada dificil en realidad. Pero no ahora, el mundo nos abruma demasiado, oli, oli, oli, sobre la oreja derecha escucho siempre la carroza alada del Tiempo que se acerca veloz, pues anteayer los athshianos incendiaron Campamento Smith y mataron a doscientos hombres. Doscientos siete, para ser exacto. Todos, excepto el capitan. No era extrano que las pildoras no pudiesen llegar al centro de la jaqueca, porque dos dias atras estaba en una isla a trescientos kilometros de distancia. Del otro lado de las colinas y lejos. Cenizas, cenizas, todo destruido. Y entre las cenizas, todo lo que sabia de las Formas de Vida Inteligentes en Mundo 41. Polvo, basura, un embrollo de datos falsos y falsas hipotesis. Casi cinco anos aqui y habia estado convencido de que los athshianos eran incapaces de matar a hombres de cualquier especie. Habia escrito largos informes para explicar como y por que los athshianos no podian matar. Todo equivocado.

Falso del principio al fin.

?Que se le habia escapado?

Era casi hora de ir a la reunion en el Cuartel General. Lyubov se levanto con cautela, desplazandose como una sola mole para que el costado derecho de la cabeza no se le cayese; se acerco a su escritorio con el andar de un hombre que camina bajo el agua, se sirvio un trago de vodka, produccion comun, y se lo bebio. El alcohol le dio la vuelta como un guante: le puso de nuevo en contacto con el exterior, le normalizo. Se sintio mejor.

Salio, e incapaz de soportar los traqueteos de la motocicleta, empezo a caminar por la larga y polvorienta

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