Una patria ecuestre de huevos enormes como los caballos de bronce.

El escudo de oro del patriarca don Carlos custodiaba la locomotora de 1857.

Nadie habia osado desmontarlo, robarlo, de ahi. Ni siquiera el caudillo Jose Gil que tenia empedrada la boca con dientes de oro fundidos con el oro de los lingotes robados al Banco de la Republica.

El lampo de oro de esa boca fanatizaba a las multitudes hambrientas. Las arrastraba a las feroces batallas por la libertad.

No habia necesidad de discursos ni de proclamas. Bastaban los gritos inarticulados, el tableteo de las ametralladoras, el trueno del canon. El rayo. El relampago de oro en la boca de los caudillos.

En ese escudo habia material al menos para otras veinte jetas colmilludas.

En la inscripcion ennegrecida se leia la siguiente leyenda:

Locomotora Paraguay - 1857

Presidente Don Carlos Antonio Lopez

Una fabula de la historia patria. No importaba eso demasiado ahora.

La locomotora rodaba con nosotros como negacion de todo lo posible.

2

Cuando empezo a funcionar regularmente, una especie de locura colectiva se abatio de improviso como una peste sobre la colonia de ingenieros y tecnicos ingleses instalada en torno a los altos hornos de Ybycui.

La pequena ciudad iba creciendo con aires de aldea inglesa, en la que el estilo tudor se mezclaba con el barroco hispano-guarani.

Los matrimonios convivian en aparente armonia, dados a sus fiestas familiares, fieles a sus costumbres, a su religion anglicana, a su te a la inglesa El Times de Londres les llegaba con dos meses de atraso. Todo iba a pedir de boca.

Un buen dia el ingeniero jefe apunalo a su esposa.

A intervalos regulares, los asesinatos continuaron. No solo de las esposas. Se les sumaron suicidios y muertes subitas.

La epidemia se extendio rapidamente.

Era algo semejante a una ceremonia de sacrificio colectivo. Alguien habia comenzado a comer hongos alucinogenos, o algo por el estilo. El apetito mortal se extendio.

3

Gente inteligente y refinada, parecio atacada de subito por la peste de una locura desconocida. Caballeros irreprochables sacrificaban a los suyos a punal, veneno o cuerda.

La violencia remaba alli en un desencadenamiento inmovil que de pronto podia aplastar a todos. Los exorcismos del pastor no dieron el menor resultado.

El pastor amanecio un dia colgado de una de las vigas de la pequena capilla.

La floresta apacible se habia transformado en una jungla de insectos monstruosos, de ponzonosas emanaciones, de aguas cenagosas y paludicas.

La felicidad de esa gente extranjera no era entonces sino la mascara de una obsesion. Ser felices a toda costa en la tierra barbara, semejante sin embargo a una Arcadia. Los ingleses eran los nuevos arcades en el Paraguay.

Las estrellas brillaban puras sobre la catastrofe.

4

Los magistrados britanicos dictaminaron.

La causa evidente del inaudito pandemonium eran el clima, la naturaleza inclemente, emanaciones de ciertas plantas, hongos onirofagos, mosquitos letales, vampiros portadores de pestes malignas, insectos monstruosos, miasmas pestilenciales, arboles tibios de humedad venenosa.

Recordaron algunos episodios semejantes sufridos por los colonos en la India, en Malasia y otros sitios inhospitos de las posesiones britanicas.

El ingeniero jefe quedo con el color de una hoja seca. Estaba mortalmente enfermo. No pudo asistir al juicio. El pelo rubio encanecio de golpe. Le salian gusanos amarillos de las fosas nasales, de los oidos. Perdio el habla. Mejor dicho, dejo de proferir insultos soeces contra el jefe de Estado.

– Nadie sabe de que negras raices crece la perversidad de los hombres… ?Duro con ellos!… -dicen que dijo el presidente Lopez cuando le llevaron la noticia.

No habia policia ni ejercito. La guardia de los altos hornos entro en accion. Los uxoricidas fueron apresados y repatriados, cargados de grillos.

Los que todavia no lo eran fueron separados de sus mujeres, de sus ninos y tambien repatriados.

Todos sufrian el espanto de contemplar el fondo de la botella.

5

No acabo todo en estos episodios semejantes a fenomenos de brujeria.

Sucedio algo aun mas extrano. Las esposas sobrevivientes, menos dos o tres, no quisieron volver a Inglaterra. Asumieron su condicion de viudas honorarias.

Se convirtieron en campesinas, trabajaron la tierra y se mezclaron con la raza a la que en un comienzo habian despreciado. Aprendieron su idioma, sus costumbres, comian sus comidas. A los pocos anos no se distinguian de las mujeres locales, salvo por el color del pelo y de la tez.

Aprendieron de ellas el estoicismo ancestral.

Olvidadas de la tragedia fueron envejeciendo en la suave felicidad de los simples. Algunas volvieron a tener hijos.

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