9

El tren hacia rechinar y bambolear el largo puente de madera. Miles de animas gemian en las podridas maderas.

Estaban alli hacia mas de medio siglo sobre el enorme foso abierto por la explosion del tren cargado de bombas durante el levantamiento agrario del ano 12.

El puente no se sostenia sino en la seguridad casi milagrosa de que solo iba a desmoronarse al dia siguiente. Y asi un dia tras otro.

No hay fe mejor que la seguridad de lo imposible.

10

En mi primer viaje a Asuncion, a los diez anos de edad, acompanado por Damiana Davalos, dormimos en ese crater. Muy apretados por el frio y por las tibias caricias de la joven criada de mi madre.

En ese crater lunar, la silenciosa y ardiente sabiduria de Damiana Davalos me inicio en la hombria antes aun de que hubiese tomado la Primera Comunion.

Lo cual no era un mal comienzo.

Damiana (a quien yo llamaba Diana) me enseno que si el amor existe es gracias a Dios pero que si el amor se hace es gracias a dos.

Deduje que Dios no puede todo.

Desde entonces el salado y suave sabor de un sexo de mujer me iba a recordar para siempre aquella fosa inmensa y oscura, llena ahora de espesa vegetacion, sobre la cual avanzaba el tren retumbando como sobre un acueducto.

Crei siempre que aquello habia sido un sueno de mi pubertad.

El sueno es siempre el recuerdo de algo que no sucedio.

11

Ahora, en mi adultez, en este dia de poco y vispera de nada, aquel sueno del crater es un recuerdo mas nitido e indeleble que el sueno de un nino. Un recuerdo molido y destilado por los mismos olores, por los mismos deseos, por el mismo delirio.

Un crater lunar en el mito de la inocencia perdida.

12

La gorda mujer -porque esta soplona era a pesar de todo el inconmensurable prodigio de una mujer- se persigno durante toda la travesia del puente bisbiseando la letania de una sola palabra: Dios… Dios… Dios… en una explosion de pequenas toses que hacian temblar su papada.

Cuando el tren dejo de retumbar en el maderamen canceroso y tembleque, la mujer exhalo una prez y suspiro con los ojos cerrados: ?Dios te salve Maria purisima… sin pecado concebida…!

– Las desgracias vienen cuando ya ha pasado lo peor -murmuro como en una jaculatoria final-. Las cosas buenas solo suceden al dia siguiente de lo malo.

13

Se dirigio a mi:

– Se me antoja que viene muy sufrido, don. Viaja muy callado. ?O es que tambien le duele hablar?

Me alce de hombros mirando el crater.

– Hace bien -dijo la mujer-. No hay cosa tan bien dicha como lo que no se dice. Yo en cambio soy muy palabrera. Y eso me mata.

– Usted no habla por hablar -dijo el viejo con cachaza-. Usted habla buscando la vuelta.

– La purisima verdad, senor -admitio la mujer-. La riqueza del anillo esta en su vuelta…

Levanto las manos y los antebrazos chaparros, enchapados con pulseras y anillos de chafalonia. Los hizo tintinear en lo alto.

Tambien los anchos pies palmipedos mostraban los dedos enjoyados de anillos baratos pero luminosos, lustrados con saliva, operacion a la que se dedicaba prolijamente a cada tanto en lucha contra el polvo tenaz.

– Yo soy de Encarnacion pero vivi mucho tiempo en Iturbe. Lindo pueblo, Iturbe. Trabaje de costurera y pantalonera en Iturbe -dijo la mujer-. Yo cosi los primeros pantalones largos a los muchachos de aquella epoca. Ahora, si viven, tendran la edad de este senor.

En mi interior agradeci a la soplona que omitiera el nombre de Manora. No podia ignorarlo. Pero era un homenaje el que la voz indigna no mencionara el nombre de Manora ni nombrara al maestro Gaspar Cristaldo, su fundador, el personaje mas importante que vivio alli.

Era evidente que la soplona no conocio al maestro. O que lo negaba a proposito, a saber por que motivo.

14

De uno de sus bolsos saco una antigua foto y me la mostro con orgullo. Vi el pueblo, la fabrica y el rio.

Del sobado mazo extrajo y exhibio otras fotos. En una de ellas -la emocion me ato un nudo en la garganta- vi a papa y mama atendiendo a los heridos que volvian del frente despues de tres anos de guerra.

Los catres y camillas estaban esparcidos bajo los arboles, bajo una enorme bandera nacional.

Segui contemplando las fotos.

La chimenea altisima rayaba las nubes sin echar gota de humo por la boca de bronce. El pararrayos ya estaba colocado y despedia chispitas verdes, amarillas y azules.

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