5

El ojo telescopico de Leandro Santos, su mirada viva y fulgurante, vio saltar por los aires a la cabrilla que se habia tragado la vibora.

Nos fue relatando la escena. Conto que el animalito cayo sobre la cabeza de una mujer. Reboto y disparo despavorido por el campo lanzando lastimeros balidos.

El oido de Leandro era tan perfecto como su vista.

La voz sonora y carnosa canto:

– ?Vean un poco lo'mita! ?Ahora esta saltando la segunda cabrilla!

El ojo de Leandro se reubicaba sobre una vision cada vez mas nitida y precisa de todo lo que estaba ocurriendo en el campo, en sus menores detalles.

– ?Va la tercera cabrilla! -grito.

Leandro conto hasta siete.

Conto que el zaragutear de las cabrillas entre los despojos del naufragio no era de susto sino de libertad y alegria.

La vibora y el tren habian sido suficientemente castigados.

– ?Ya esta! -dijo Leandro Santos-. La curiyu muerta pario las siete cabrillas.

6

Cubiertas de sangre, estaban ahora alli retozando sobre los pastizales junto a la laguna muerta de Piky, como en una danza viva del pesebre de Navidad.

Las siete cabrillas ataviadas con el rojo manto de Poncio Pilatos.

– Un poco atarantados nomas andan los siete animalitos… -dijo Leandro.

Yo veia borrosa una sola cabrilla que escapaba rengueando hacia el monte. ?Y las otras seis?

?No estaba exagerando un poco Leandro?

No; el contaba la escena tal como la estaba observando en todos sus detalles. Las caras de la gente aterrorizada, los cuerpos, las ropas, los gritos, rotos y ensangrentados.

El mejor nadador de Manora tenia la vista mas aguda que el lince mas tesa-pyso de la tierra.

7

Leandro veia todo. Unicamente no vio al hombre que venia para matarlo por orden del jefe politico liberal Fidel Enriquez.

Susana Fontana, de diecisiete anos de edad, concubina del jefe, seguia enamorada hasta la medula de su alma del muchacho de dos metros de altura, hermoso como el centurion romano que lanceo a Cristo.

Leandro Longino Santos. Asi se llamaba.

8

Leandro, despreocupado y feliz, venia a su trabajo de guinchero en la fabrica aquella madrugada, haciendo crujir la escarcha con sus largas zancadas y braceando en la niebla como en medio de la correntada del rio.

De vez en cuando sacaba la armonica del bolsillo de la blusa y tocaba los aires de Floripa-mi, la polca predilecta de Susana.

El sargento de policia, vestido de civil, lo esperaba escondido detras de un arbol.

– ?Guarda, Leandro!… -le grito el asesino al dispararle a quemarropa por la espalda.

Leandro, ya herido de muerte, giro hacia el agresor y clamo el nombre del jefe, para echarle en cara su crimen ante los obreros que iban pasando.

– ?Kuna ajeno ko la nde yukaba!… -grito el asesino y desaparecio en la niebla despues de dispararle otro tiro en el pecho.

No era el jefe politico Fidel Enriquez el que lo habia mandado matar a Leandro. La mujer ajena era la que habia hecho morir al gigantesco muchacho, ansiosa de sus besos, de su presencia prohibida.

El nombre, el recuerdo de Susana Fontana quedaron fundidos a la muerte de Leandro Longino Santos, ya que en vida sus cuerpos, su amor, no pudieron fundirse.

9

Se reunieron los companeros. Llevaron el cuerpo de Leandro Santos a la fabrica. Con el permiso del capataz alli lo velaron esa noche. Todo el pueblo desfilo ante el cadaver del adolescente al que una mujer ajena habia asesinado.

10

Mientras tocaba su armonica frente al naufragio del tren, yo contemplaba a Leandro. Estaba alli como un borbollon de vida. Nunca lo ibamos a imaginar muerto.

De momento no podia separarme de la vision de las siete cabrillas que andaban retozando a su gusto por los campos de Piky segun Leandro nos iba contando.

Ya para entonces, en un delirio de gritos y lamentaciones, los pasajeros se habian lanzado desde los vagones. Algunos salieron disparando a campo traviesa. Muchos se lanzaron de cabeza a la laguna.

En medio del campo las mujeres se hincaron de rodillas y clamaban al cielo en demanda de auxilio al Dios Santo y Mortal, al Dios de los ejercitos, al Dios de los desamparados y moribundos.

La gente del pueblo llego a todo correr. Se aglomero en torno a los destrozos. Era un tole tole infernal.

Вы читаете Contravida
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×