destrozado junto a la corriente. Calmo su sed con su agua y remojo en la misma agua sus heridas ardientes. Luego se tendio un instante a la sombra de una roca, para tomar fuerzas que le permitieran llegar. Queria estar descansado cuando apareciera en el valle.

Tendido indolente en la sombra, ardiendo de fiebre, recordo con una sonrisa mortecina lo que habia sido hasta entonces su vida entre aquellos roquedales: la lucha constante contra todo, solo con la ayuda de las manos y de las piedras, sin un arma con que defenderse o atacar, aparte de las piedras y las rudimentarias azagayas que unicamente servian para cazar lagartos. Ahora, en algun lugar del valle, habia un hombre, Wil, que poseia una maquina de matar. Una maquina que le pertenecia a el.

Tenia fiebre muy alta que le quemaba las entranas. Le subia hasta la boca el gusto salado de la sangre. Escupio y vio un coagulo de sangre en la roca. Se levanto asustado. No podia esperar un segundo mas, tenia que entrar en el valle y hacer que el Viejo le curara y destruir el arma. Despues del descanso, las heridas le dolieron como si le hubieran clavado en ellas tizones encendidos. Pero contrajo los dientes para emprender la subida del empinado sendero que conducia a la entrada del valle. Mas de una vez se detuvo a escuchar. Se escondio, sin saber por que, al ver pasar a lo lejos a tres muchachos en busca de caza.

Tardo en llegar a la cima del collado el tiempo que el sol tardo en alcanzar el cenit. El calor, la fiebre y la sangre le empapaban la ropa y las gotas de sudor le escocian en los ojos. Se restrego con el dorso de la mano y levanto la mirada: en lo alto distinguio la silueta de un hombre, inmovil. No sabia quien era, pero grito con la esperanza de ser auxiliado. El hombre que estaba en lo alto no se movio de su posicion extranamente inclinada. Hank siguio reptando hacia el, gritandole de vez en vez, sin obtener nunca respuesta. Y, al llegar cerca de el, se pudo dar cuenta de la razon de aquel silencio. El hombre estaba atado a un palo y su cuerpo se inclinaba como un peso muerto hacia donde las ligaduras de lianas le permitian. En su frente se abria, horrible, el orificio causado por una capsula de la maquina de matar. Aquel hombre -lo vio- habia sido muerto a sangre fria, atado concienzudamente para que no pudiera huir de su horrible suerte.

Hank le reconocio y los musculos de su rostro se contrajeron.

– Ya ha comenzado… -murmuro, dejando caer la cabeza rigida sobre el pecho. Y entro en el valle.

Para los hombres y las mujeres de la comunidad que encontro en el fondo del valle, la vision apocaliptica de Hank, palido, sudoroso y ensangrentado, cubierto de polvo negro y al limite de su fuerza, fue como un grito mudo de espanto. Todos le habian creido muerto y ahora, de pronto, al verle de nuevo, creyeron firmemente en la resurreccion macabra de los cadaveres. Porque aquellos ojos hundidos en las orbitas eran ya ojos de muerto, porque aquella piel embarrada y escamosa era la piel de un muerto. Y la barba cerrada que crecia a corros sobre su rostro era la misma barba que les crece a los muertos. Solo su mirada era viva, buscando, entre los hombres, a alguien que le ayudase, sin darse cuenta de que todos habian dado un paso atras cuando se les acerco:

– El Viejo… -murmuro-. Llevadme al Viejo… El puede curarme…

– El Viejo ha muerto…

Hank se incorporo pesadamente.

– ?Ha sido… el tambien… con su maquina?

Una afirmacion muda le corroboro lo que sospechaba

– ?A cuantos mas?… ?A cuantos mas ha matado?

El silencio le rodeo, un silencio de miedo que atenazaba a todos, por su vision y por el recuerdo de lo que habian presenciado. Un chiquillo murmuro:

– A Rick… Y a David…

– ?Y cuantas veces disparo?

– Tres…

– Cuatro… -corrigio otro.

Cuatro veces. Y una vez mas para matar a Rad: cinco veces. Han de quedarle quince capsulas. Tendria que disparar quince veces antes de que las capsulas se terminasen. Quince veces y no quedaria una sola capsula en la maquina. Y, entonces…

– ?Donde esta?…

Los hombres se miraron, dudando de todo, de Hank y de aquel jefe que les mataria a ellos si le delataban. Se cambiaron miradas temerosas y, en esas miradas, estaba reflejado todo un mundo de miedo y de muerte que podia alcanzarles a todos, como habia alcanzado a aquel moribundo a quien unicamente parecia mantener en vida el odio. El mas viejo de los hombres senalo hacia lo alto, hacia la cueva que habia pertenecido al Viejo:

– Alla…

Hank miro hacia lo alto.

El sol daba de lleno en la boca de la cueva. Para llegar hasta ella, el angosto caminillo subia en zig-zag entre las penas, ofreciendo escondrijos en cada esquina. La cueva parecia carente de vida.

Hank sintio que las fuerzas le estaban volviendo, tal vez por ultima vez, pero se sentia fuerte y capaz de gritar con toda su alma:

– ??Wil!!…

La voz se repitio por el valle una y otra vez.

– ??Wil!!…

Nadie asomaba en la puerta de la cueva. Los hombres y las mujeres se apartaron prudentemente del lado de Hank. Sabian que la maquina podia matar a uno de ellos y que Wil habia necesitado dos disparos para terminar con Rick.

Hank dio unos pasos renqueantes hacia el senderillo entre las rocas. Llamo de nuevo:

– ??Wil!!… ?Sal a matarme a mi!… ?Te estoy esperando!… ?Matame o voy a matarte yo!…

En lo alto distinguio de pronto la silueta del hombre que salia de la caverna. Llevaba en su mano la maquina. Hank se habia ocultado tras una pena y, desde alli, observo los movimientos de su enemigo.

Vio como Wil oteaba en el valle, buscandole; casi le vio un temblor de miedo en el rostro. La maquina se movia en la misma direccion que los ojos, buscando un blanco: el. Pero Hank sabia tambien que la maquina no dispararia si el no se mostraba. Miro frente a si, la senda que ascendia lentamente hacia la caverna y calculo las fuerzas que necesitaria para alcanzar la roca mas proxima. De pronto, se levanto de un salto y se mostro entero ante el lejano Wil:

– ?Estoy vivo, Wil!… Y he venido a que me des la maquina.

!Bang?…

El disparo se repitio mil veces a lo largo y ancho del valle. El proyectil silbo cerca de Hank, mientras corria hasta la proxima pena. Hank sonrio. Un disparo menos. Catorce le quedaban. La idea le hizo adquirir mas fuerzas. Con un impulso superior a sus escasas posibilidades, se lanzo hacia el siguiente escondrijo:

?Bang!… Trece.

Hank tropezo su pie desnudo contra una piedra y cayo sobre el suelo de tierra.

?Bang!… Doce. ?Bang!… Once.

Hank se arrastro hasta la proxima roca. La gente, en el valle, se desperdigaba corriendo y las paredes de roca repetian los disparos y los multiplicaban hasta convertirlos en un aterrador trueno sin fin.

Hank tomo aliento detras de la roca. Poco a poco, los ecos se amortiguaban y volvia el silencio. Hank se inclinaba bajo el dolor de todas sus heridas abiertas. Era como si las balas volvieran a meterse en sus carnes, como si las ratas estuvieran otra vez hincandole sus dientecillos agudos en las piernas. Se miro las manos. Estaban amoratadas y la sangre seca se mezclaba con la tierra y con la carne que asomaba. Los dedos tumefactos parecian gusanos incapaces de articularse. Si hubiera alcanzado el arma, habria sido incapaz de hacer uso de ella.

Pero el arma, la maquina de matar, estaba aun muy lejos, en manos de Wil y con once capsulas que le esperaban. Hank jadeaba detras de las rocas. Le separaba de Wil una distancia que, de no haber estado herido, habria podido franquear apenas en cincuenta, pasos. Asi, en su estado…

Sintio fluirle la sangre a la boca, al tiempo que le venia una necesidad rabiosa de atacar y morder. Se limpio con el dorso de las manos tumefactas la comisura de los labios y vio que no era sangre, sino espuma. Y sintio dentro de el la rabia, matandole y dandole al mismo tiempo unas fuerzas titanicas.

Subitamente, todo ocurrio como una exhalacion. Hank se levanto y mostro su cuerpo. Las piernas le obedecieron dociles y se lanzo a la carrera hacia lo alto, como un poseso.

Wil le vio acercarse y apunto con cuidado.

?Bang!… Diez.

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