utilizarla.

Sin detenerse, observo luego el contenido de la bolsa, las escasas veinte capsulas que quedaban. Veinte capsulas de matar eran pocas. Durarian… Rad no lo sabia. Pensaba que tendria que matar a alguien, siquiera fuera para demostrar el poder que tenia. Pero matar… Se habia detenido sin darse cuenta, contemplando las capsulas atentamente. De pronto, sintio que le miraban. Levanto los ojos y vio a Wil frente a el, preocupado.

– ?Que miras? -Te miro a ti, ya lo ves…

– ?Y que? -pregunto de nuevo Rad, amenazador. -Nada… Ahora tienes tu la maquina. Eres el mas fuerte, ?que quieres que diga? -Nada, claro…

– ?Que piensas hacer ahora? Con esas capsulas puedes matar veinte veces…

– ?Quien ha hablado de matar? -Nadie… Te lo digo solo… ?Sabes ya como hacerlo?

Rad asintio con la sangre golpeandole las venas a borbotones. Apreto fuertemente los dientes e hizo una rapida senal hacia adelante. – ?Vamos!… -Lo que tu digas…

Volvieron a caminar en silencio durante toda la manana. Wil delante, inseguro, con miedo a aquella maquina que llevaba Rad y que, insensiblemente, sentia fija en su espalda. Sin volverse, procurando no hacer ningun movimiento que pudiera poner en sospechas a Rad, le dijo:

– Rad, yo no quiero quitarte la maquina… -Por lo menos -contesto Rad-, procurare que no lo hagas.

– No, no… No quiero hacerlo. La maquina es tuya. -Eso, al menos, es cierto.

– Te lo digo para que no estes en continua sospecha conmigo.

– Ya se que lo dices por eso. Para que me confie…

– Si.

– …y quitarmela entonces…

– No, Rad… Solo quiero saber que piensas hacer con ella.

Hubo un silencio largo. Wil no se atrevia a detenerse, ni a volver la cabeza y mirar por encima del hombro a su companero. Pero sentia cada vez mas evidente el canon del arma sobre su espalda. Dejo trascurrir un instante.

– ?Quieres que nos detengamos a comer? Estoy cansado.

– Yo tambien. Vamos ahi, detras de las jaras.

Se detuvieron a la sombra de unos arbustos casi secos que habian comenzado a rebrotar. Una hondonada daba sombra y relativo frescor. Comieron en silencio, dirigiendose rapidas miradas que se apartaban cada vez que los ojos de uno y otro se encontraban. Se hablaron apenas lo suficiente para indicar su lamentable estado fisico, despues de toda la noche de marcha incesante.

– ?Quieres que durmamos un rato? -apunto Wil-. Asi podremos caminar luego toda la noche y llegar al valle al amanecer.

Rad se estremecio imperceptiblemente. La decision tenia que ser suya, porque el, el amo de la maquina, era el jefe.

– Si, descansaremos…

Wil fue a tumbarse lejos de su companero. Cerro los ojos. El sueno le habia abandonado, a pesar de la noche de marcha incesante. Su cerebro habia entrado en fase de absoluta actividad. «Rad es muy joven. Demasiado. No puede. No puede ser jefe. Aunque tenga la maquina. La maquina mata. Y Rad matara, no podra evitarlo, no sabra contenerse. Gobernara con el miedo en las manos. Con la amenaza. Matara al Viejo, seguro, y a quien se le oponga. Hasta que se le agoten las capsulas y le maten entonces a el. Con piedras o con palos, no lo se. Pero habra que matarle y tal vez sea yo quien tenga que hacerlo. No quiero. Rad no es malo. Es la maquina, la maquina de matar. Como Hank. Hank habria sido un buen jefe. El Viejo lo decia. Pero encontro la maquina y no penso, desde entonces, mas que en matar, para probar que el podia hacerlo. Y, sin embargo… Ahora, Rad y yo solos. Phil fue muerto por las maquinas. Y Hank. Y tal vez yo, si Rad sigue con ella en las manos. Tengo que quitarsela. Quitarsela y enterrarla muy hondo en el suelo, donde no pueda encontrarla nadie. Solo yo… ?no, no!… Yo tampoco. Yo tampoco quiero nada de la maquina, solo que desaparezca, para siempre.»

Abrio lentamente un ojo. Alla, al otro lado de la hondonada, lejos, estaba sentado Rad.

Rad, tratando de no dormir. Tenia la maquina sobre sus rodillas, firmemente sujeta. Una capsula en el tubo. Y los pensamientos confusos de la duermevela. «Hank esta muerto… No podia vivir con aquellas heridas en la espalda, aunque yo le hubiera arrastrado hasta la cueva. Pero Wil no me cree. ?No me cree!… Y tendre que matarle, como tendre que matar a quien se me oponga. No, no se opondran… En todo caso, tal vez el Viejo, pero el Viejo vivira poco… Tienen que reconocerme… Yo soy mejor que Hank. Al fin y al cabo, Hank vivia solo para vengarse del hombre de la roca… Pero me quedan veinte capsulas. Una para Wil, otra para el Viejo, seran suficientes… O tal vez otra para Rick, que querra apoderarse del mando, y para sus hermanos, para David, para Isaac, para Gorel… ?Cuantas van? Cinco… No, seis; seis capsulas solamente, si acierto a la primera con cada uno, aun me quedaran… ?O son siete? No, no, seis… Me quedaran catorce capsulas, que ya no seran necesarias mas que para que sepan que las tengo… ?Y otra para Law!… Siempre creyo que, por ser un ano mayor que yo, podria conmigo… Yo le demostrare que… Wil se ha dormido, pero yo no debo dormirme. Puede despertar antes que yo y, entonces… No, no despertara antes, porque antes de que despierte… Pero ha pensado en quitarme la maquina y, si le mato dormido, nunca sabra que yo lo sabia… No, no dormire y, cuando despierte… No dormire, no, no quiero dormir, tengo que mantenerme despierto y…»

La cabeza le cayo pesadamente sobre el pecho, incapaz de sostenerse alerta. Wil espero unos instantes que le parecieron largos como anos, hasta convencerse de que, efectivamente, Rad se habia quedado dormido a la sombra de las jaras. Entonces, con movimientos tan lentos que se hicieron eternos, comenzo a arrastrarse hacia su companero. La arena, tras el, formaba un surco como la huella de un gran lagarto. Despacio, tan despacio que parecia inmovil, traspirando de miedo por cualquier ruido que pusiera en guardia a su companero dormido, Wil se aproximo a el, conteniendo el aliento para no ser delatado.

Ya estaba cerca, tan cerca que, con solo alargar la mano, podria haber alcanzado la maquina en las manos de Rad. Las suyas temblaban, presas de un horrible panico a la muerte que significaba la maquina, pero tenia que hacerlo, tenia que hacerlo… ?ahora!

Rad abrio los ojos. La maquina estaba fuertemente apresada por cuatro manos crispadas. Hubo una lucha. Una lucha breve y brutal, porque era la lucha de dos hombres por su propia vida. Rodaron por el suelo, levantando nubes de arena en torno suyo, revolviendo y aranandose los cuerpos, las ropas, sin soltar el arma ninguno de los dos. Sucios, sudorosos, crispados, los ojos de ambos llenos de espanto, sabian sin decirselo que la lucha terminaria solo con la muerte de uno de los dos. Y la maquina, entre ambos, se pegaba alternativamente al cuerpo de uno o del otro.

De pronto, en medio de los dos, en medio de los cuerpos unidos por el abrazo de muerte, sono el estallido de la maquina. Un estallido seco, sin ecos, casi sordo por la presion de los dos hombres.

Unas manos se aflojaron lentamente, deshaciendo su ferreo abrazo sobre la maquina y sobre el cuello. Unas manos que habian dejado para siempre de oprimir.

Wil se levanto jadeando. En sus manos estaba la maquina y, a sus pies, con las ultimas convulsiones de la muerte, hecho un ovillo tragico, Rad. El espanto asomo a los ojos de Wil, un horrible espanto ante la vista horrenda de aquella gran herida abierta en el vientre del muchacho, por la que se escapaba toda su sangre caliente, ante aquella mirada perdida en el aire del moribundo, incapaz de pronunciar una sola palabra, vueltos los ojos sobre si mismo… hasta quedar inmovil… con un ultimo estertor y la ligerisima sacudida del cuerpo antes de la inmovilidad total.

Luego, el silencio. Y el jadeo aterrador de Wil, los ojos fijos en el cadaver, sucio de sangre y de tierra, torcido sobre si mismo. Y la maquina de matar en sus manos, en las manos de Wil, que habia matado a Rad.

Tenia que actuar rapidamente, ahora. Los ojos se le nublaron, porque el no habia querido hacer aquello. Pero tenia que terminar. Cavo con las manos un hoyo profundo en la arena y enterro en el a Rad.

Despues, lejos de donde reposaba el cadaver del muchacho, comenzo a cavar otro agujero menor. Tenia que enterrar alli la maquina de matar. La maquina tenia que desaparecer, porque habia causado ya bastante dano. Y, sin embargo, cuando ya estaba hecho el profundo hoyo y empunaba fuertemente la maquina entre sus manos, la miro fijamente… y miro tambien las capsulas de muerte que estaban esparcidas por el suelo…

Wil tapo rapidamente el agujero que habia hecho en la arena y se alejo guardando en su bolsa de viaje las capsulas. Sus manos empunaban febriles la maquina de matar.

Primero fue un ligerisimo estremecimiento de la mano bajo el calor del sol. Un temblor imperceptible. Un esfuerzo sobrehumano. La cabeza, levantandose pesadamente. Los labios secos, la garganta que se negaba a

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