***

Max olvido el cuadernillo. Y su cunado el policia, tambien. Y nadie asocio el cuadernillo con el gran descubrimiento que el profesor Griffin saco a la luz seis meses despues. El descubrimiento mas importante de los ultimos cien anos; el que iba a permitir nuestros viajes interplanetarios y ha revolucionado toda nuestra industria y hasta nuestra vida: El reactor Griffin, productor de iones antigravitatorios.

Nuestra existencia ha entrado en una nueva fase y se anuncian grandes progresos que revolucionaran la vida humana en el Cosmos. El profesor Griffin ha sido propuesto para el premio Nobel por diez de los paises beneficiaros y nadie duda que lo obtendra.

Jan Harzog, alias el Castanas, reposa el sueno eterno en una fosa comun del cementerio municipal. Probablemente, si hubiera conocido las propiedades de los numeros que estaban escritos en el cuadernillo, no se habria estrellado contra la calzada al arrojarse desde el piso cincuenta. Por muchas razones.

JUEGOS

– ? Suicidio? -pregunto.

– No lo creo… Podrian haber encontrado un modo mas ingenioso de hacerlo -se encogio de hombros, preocupado, el comisario.

Afuera, en el jardin, se escuchaba el inconsciente canturreo de la nina, acunando a su muneca. La pequena no se habia dado cuenta aun de la tragedia que habia caido sobre ella. Era dificil hacerle comprender a una ninita de cuatro anos que no volveria a ver nunca mas a sus padres. Su canto monotono resonaba extranamente en el silencio que aquella manana, especialmente, parecia haberse apoderado de toda la zona del barrio residencial en torno a los laboratorios de genetica.

La ambulancia estaba esperando a la puerta del jardin y algunos curiosos se habian congregado en silencio, atisbando a traves de la verja.

– ?Los sacan ya?… -murmuro una mujer.

– Tardan mucho -comento alguien que estaba alli desde la llegada, una hora antes, del coche sanitario.

– ?A que esperan?

Uno de los enfermeros arrojo lejos la colilla de su cigarrillo:

– ?Bah, cosas de la poli!… Quieren saber no se que.

Dentro de la casa, el comisario le ensenaba minuciosamente al doctor Dener todas las circunstancias del extrano suceso que habia causado la muerte a la pareja.

– Mire usted, no tomaron precauciones para impedir que el gas se escapase por las rendijas de las puertas y ventanas. Cualquier suicida lo hace. Simplemente… Fijese.

Le senalo la llave del gas en la cocina y luego, con un amplio ademan, abarco todo el pasillo y la sala que habia entre ese lugar y la habitacion donde habian sido hallados muertos dos horas antes el profesor Wiener y su esposa. El comisario anadio:

– Quedo abierta la llave, el gas se expandio por la cocina, por el pasillo, por la sala y llego al dormitorio, ?se da cuenta?… -el doctor Dener asintio-. ?Debieron pasar horas enteras hasta que el gas llegado al dormitorio pudiera matarles!… Eso es lo que mas me ha extranado…

Camino a grandes zancadas hacia la sala, seguido siempre por el doctor Dener. Alli, entre la sala y el dormitorio, algunos agentes verificaban las ultimas bus quedas. El comisario se sento en uno de los sillones e indico otro cercano al suyo para que lo ocupase el medico, que le seguia extranado y sin comprender aun en que punto habia sentido aquel policia la necesidad de buscarle. Pero tuvo aun paciencia para seguir escuchando las lentas y seguras palabras del comisario.

– He tenido que descartar la posibilidad del suicidio por eso. Nadie quiere matarse a largo plazo, con una muerte tan lenta como la que han sufrido estos dos seres… La muerte les tuvo que sorprender dormidos. Ademas… y aqui entra usted, doctor -Dener se incorporo un poco en su asiento-, creo que cualquier psicosis suicida implica el asesinato de toda la familia… o el suicidio simple del enfermo, ?no es asi?

Dener asintio con la cabeza, pensativo.

– Si, generalmente sucede asi… El suicida piensa que debe librar de la vida a todos sus familiares, al mismo tiempo que se libera el. Este es uno de los casos. El otro, como usted decia, es la muerte individual.

– Pero nunca el suicidio de la pareja librando a la hija de la muerte -corroboro el policia, esperando el asentimiento del medico.

– Eso es… -Dener dudo un momento-. Claro, a no ser que la pareja decidiera el suicidio conjuntamente y…

– Ya le entiendo. Quiere usted decir por unos motivos determinados, al margen de cualquier manifestacion psicopatica. Tambien pense en eso…

– ?Y…?

– Efectivamente, en un caso asi habrian tratado de librar a la nina de la muerte que iban a sufrir ellos. La habrian sacado de la casa con cualquier motivo, la habrian llevado con algun pariente… o habrian aislado convenientemente el dormitorio de la pequena, aunque ese ultimo caso habria sido bastante arriesgado, porque la nina podria haberse despertado por la noche y haber salido a la sala saturada de gas.

– Sin embargo, la nina paso la noche en la casa.

– Y con todas las junturas de puertas y ventanas taponadas para impedir la entrada del gas.

– Entonces…

– Venga, doctor -el comisario se levanto de un salto de su asiento y se dirigio a grandes zancadas hacia la puerta que habia al otro lado de la sala. El doctor Dener le siguio a corto trecho. Vio como el policia abria la puerta de la habitacion y como encendia la luz, porque las ventanas estaban totalmente cerradas.

Luego le senalo las tiras de papel engomado que cerraban hermeticamente todas las junturas de las ventanas y los restos de otras tiras que habian taponado todas las rendijas de la puerta.

El doctor Dener abrio los brazos, como corroborando sus sospechas.

– Bien, esto parece aclararlo todo…

– ? Pero doctor, no se ha dado usted cuenta!… Las tiras de papel estan colocadas por la parte de dentro del dormitorio de la nina… ?Y no habia nadie mas que ella cuando abrimos la puerta!… ?Nadie mas que ella las pudo colocar ahi!…

***

La pequena jugaba con su muneca, ajena totalmente a cuanto ocurria a su alrededor. Los curiosos seguian arremolinandose en silencio mas alla de la verja y solo la senora Spiros, la vecina de los Wiener y esposa de un companero del difunto en los laboratorios de genetica, habia osado atravesar la puertecilla del jardin y observaba de lejos a la pequena, incapaz de acercarse a ella, como si temiera que la nina adivinase en sus ojos enrojecidos y en el panuelo histericamente apretado contra los labios la tragedia que no habia sabido captar.

La nina, vuelta de espaldas a la gente, como si nada le importase, tiraba eventualmente de la cuerdecilla de nylon que sobresalia con una anilla en la espalda de la muneca. Y, con cada tiron, el juguete dejaba escapar una de las frases de su escaso repertorio de muneca parlante: «Tengo sueno… ?Prrrrip!»… «Llevame a dormir… ? Prrrip!… Y la nina contestaba seria, como una madrecita cuidadosa, a los lamentos mecanicos de su juguete.

– Ya vamos, carino… Ahora iremos a acostarte…

En la puerta de la casa aparecieron el doctor Dener y el comisario. Mientras el policia hacia senas a los camilleros para que entrasen en la casa, el doctor se acerco a la pequena con aire preocupado. La nina no advirtio su presencia hasta que el medico estuvo muy cerca de ella y, entonces, levanto sus ojos negros hacia el, no con miedo, sino con la extraneza de sentir tan proxima la presencia de un desconocido.

– Hola… -dijo el doctor, con voz familiar, confiada.

La nina sonrio. No apartaba los ojos negros y francos del rostro de Dener.

– ?Como te llamas?…

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