comio con apetito el plato de gachas que le trajo el campesino. Mientras comia, el hombre miro el trabajo y le indico:

– Luego comience por ese lado… – senalando hacia la parte de la colina que quedaba oculta desde la casa de labor.

Jan comio con hambre de lechoncillo. Estaba ahito y eructo, no con satisfaccion, sino como venganza al plato de gachas y a toda la comida hedionda que habia tenido que soportar durante cinco anos en el penal.

La parte trasera de la colina presentaba una zona chamuscada de unos cinco o seis metros de diametro. Alli comenzo a cavar el Castanas de mala gana, ?que mas le daba comenzar por un lado o por otro!

A la media hora de estar trabajando, le parecio notar algo duro bajo al azada. Se inclino, dispuesto a quitar la piedra molesta y se dio cuenta de que el golpe habia arrancado una esquirla de algo que parecia hueso. Una superficie blancuzca aparecia casi cubierta de tierra. Escarbo con las manos y puso al descubierto un craneo. Era un craneo grande, de boveda muy levantada, como si su difunto propietario hubiese tenido la cabeza en forma de torre. El Castanas tuvo un sobresalto, miro por encima de la colina y comprobo que el campesino estaba muy lejos y no se ocuparia de el. Siguio escarbando con las manos y quedo al descubierto todo el esqueleto. Pertenecia a alguien que, en vida, no tuvo mas alla de un metro treinta de estatura. Una parte de la columna vertebral, a la altura occipucio, aparecia hundida. Probablemente la muerte le habia sobrevenido por un golpe muy fuerte recibido en aquella parte. Cuanto tiempo hacia de aquello, Jan no podia saberlo, naturalmente. Pero el esqueleto conservaba todavia algun resto de vestidura, como de tejido plastico. Junto al esqueleto descubrio una libreta de plastico con numeros escritos. Jan el Castanas penso:

“Aqui se ha cometido un asesinato. Y este patron eventual que me ha hecho venir a cavar aqui para que sea yo quien encuentre el fiambre y cargue con el si la policia lo descubre. Naturalmente, entre un honrado campesino y un preso que acaba de salir de la carcel, no habria duda”.

Por supuesto, Jan el Castanas fue incapaz de pensar con logica. El unicamente sabia de palos que habia recibido y la suprema razon de que quien ha tenido que ver con la justicia sera siempre un sospechoso a los ojos de la ley. Sabia que la proximidad de los hombre le habia sido fatal durante toda su vida y sabia tambien que nunca podria encontrar un rincon donde vivir en paz. Lo sabia ahora mas que nunca.

Instintivamente se apodero de la libreta de plastico y se la echo al bolsillo. Luego, recogiendo su viejo paraguas, se alejo de alli por un sitio donde no pudo ser visto por su patron. Previamente habia tapado con tierra el esqueleto.

Dos dias despues, sin que pasara por su estomago mas comida que el plato de gachas que le habia dado el campesino, Jan el Castanas regreso a la capital, subio al piso mas alto del edificio mas alto, dejo su paraguas en una esquina de la gran terraza desierta, se subio al pretil y se lanzo al vacio. Su cuerpo se estrello contra la calzada y, cuando el juez ordeno el levantamiento del cadaver y este fue trasladado al deposito municipal, le desnudaron, le registraron los bolsillos de su viejo traje y solo encontraron en ellos el certificado de buena conducta del penal y la extrana libreta de plastico llena de numeros. En lo alto del edificio, dias despues, hallaron el paraguas destrozado y alguien lo echo en un cubo de desperdicios.

***

– ?Tu entiendes esto?

– ?Numeros? ?Nada!

– Yo saque sobresaliente en matematicas en la escuela secundaria, pero esto no lo entiendo…

– ?Bah, tiralo por ahi!…

– ?Y si fuera algo interesante?

– ?En el bolsillo de un presidiario suicida? ?Anda ya!…

– Hay dibujos tambien.

– Seria aficionado. Alli tenia tiempo para todo.

– Yo me lo llevo. Conozco a alguien que…

– Cuidado, ?eh?… Forma parte del sumario.

– ?Bah!… Iria al archivo, como todo.

***

– Oye, cunado, tu que sabes de numeros, ?que te parece esto?

Silencio. Luego:

– ?Hmmm!…

– ?Que es?

– ?Hmmm!…

– ?Pero lo entiendes?

– No, pero…

– ?Que podra ser?

– Parece el diseno de una maquina…

– ?De que?

– No se… Estas integrales parecen… Pero no.

– ?No?

– Las series de las orbitas de electrones son parecidas, pero no son iguales… Mas bien…

– ?Si!…

– No, nada…

– ?Dilo!

– No se, tendria que estudiarlo…

– ?Pero tu crees que?…

– ?De donde lo sacaste?

– Del bolsillo de un suicida.

– O sea de nadie que pueda reclamarlo…

– Pues… no.

– Entonces, me lo llevare al laboratorio y lo mirare en los ratos perdidos.

***

El profesor Griffin se asomo por la espalda encorvada de su ayudante y miro durante un momento, en silencio, los numeros y las formulas que este trataba de descifrar. El profesor pudo observarle a sus anchas, porque su ayudante estaba tan abstraido que no se dio cuenta de su presencia. De pronto, algo le hizo dar un respingo. Se quedo sin habla por un instante. Luego trato de sobreponerse y de dar a su voz un aire intrascendente.

– ?Que hace, Max?…

– Ah, era usted, profesor… Nada, trataba de descifrar esto.

– ?Que es?

– Un cuaderno de notas que encontro mi cunado. Ya sabe, el policia…

– Ya…?Y por que se entretiene usted con eso? ?Por que no esta usted vigilando el reactor?

– Lo vi hace un momento.

– No hay que descuidarlo, Max… Vaya, vaya a ver…

Una media hora despues, Max estaba todavia junto al reactor, cuando llego junto a el el profesor Griffin, con el cuadernillo de tapas de plastico en la mano.

– Curioso, esto…

– ?Verdad?…

– Si… Inutil, claro, pero curioso… ?Ha sacado usted algo en limpio?

– Nada… A decir verdad, no lo he entendido muy bien…

– No tiene nada que entender. Son sucesiones de orbitas paranormales… De todos modos, dejemelo…

– Como quiera…

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