El sexto martes

Hablamos de las emociones

Pase ante los laureles silvestres y el falso platano y subi los escalones de piedra azul de la puerta principal de la casa de Morrie. El canalon blanco colgaba como una tapadera sobre la puerta. Llame al timbre y no salio a recibirme Connie sino Charlotte, la esposa de Morrie, una hermosa mujer de pelo gris que hablaba con voz melodiosa. No solia estar en casa cuando iba yo (seguia trabajando en el Instituto de Tecnologia de Massachusetts, tal como queria Morrie), y aquella manana me sorprendio verla.

– Morrie lo esta pasando mal hoy -me dijo. Fijo la vista durante un momento por encima de mi hombro, y despues se dirigio a la cocina.

– Lo siento -dije yo.

– No, no, se alegrara de verte -dijo ella en seguida-. Estoy segura…

Se interrumpio a mitad de la frase, volviendo ligeramente la cabeza, escuchando algo. Despues siguio diciendo:

– Estoy segura… de que se sentira mejor cuando sepa que estas aqui.

Tome las bolsas del supermercado, «mis viveres habituales», dije en broma, y ella parecio sonreir e inquietarse a la vez.

– Ya hay mucha comida. No se ha comido nada de lo que trajiste la ultima vez.

Aquello me cogio de sorpresa.

– ?No se ha comido nada? -pregunte.

Ella abrio la nevera y vi los recipientes de ensalada de pollo, fideos, verduras, calabacines rellenos, todo lo que habia traido yo para Morrie. Abrio el congelador y habia mas cosas todavia.

– Morrie no se puede comer la mayor parte de esta comida. Es demasiado dura para que pueda ingerirla. Ahora tiene que comer cosas blandas y liquidos.

– Pero no me habia dicho nada -dije yo.

Charlotte sonrio.

– No quiere herir tus sentimientos.

– No habria herido mis sentimientos. Lo unico que queria yo era ayudarle de alguna manera. Lo que quiero decir es que lo unico que queria era traerle algo…

– Ya le estas trayendo algo. Espera tus visitas con ilusion. Habla de que tiene que realizar contigo este proyecto, de que tiene que concentrarse y dedicarle tiempo. Creo que le esta dando una buena orientacion…

Volvio a dirigirme aquella mirada distante, de conectar con algo desde otra parte. Yo sabia que Morrie estaba pasando malas noches, que no dormia, y eso queria decir que con frecuencia Charlotte tampoco dormia en toda la noche. A veces, Morrie se quedaba despierto en la cama tosiendo durante horas enteras: tardaba todo ese tiempo en despejarse las flemas de la garganta. Ahora habia enfermeras que se quedaban en casa toda la noche y muchos visitantes a lo largo del dia, antiguos alumnos, companeros del claustro academico, maestros de meditacion, que entraban y salian de la casa. Algunos dias, Morrie tenia media docena de visitantes, y a menudo estaban en la casa cuando Charlotte volvia del trabajo. Ella lo llevaba con paciencia, aunque toda aquella gente de fuera consumia minutos preciosos que ella podia pasar con Morrie.

– … una orientacion -siguio diciendo-. Si. Eso es bueno, ya lo sabes.

– Asi lo espero -dije yo.

Le ayude a meter en la nevera toda la comida nueva. En la encimera de la cocina habia todo tipo de notas, mensajes, informaciones, instrucciones medicas. En la mesa habia mas frascos de pastillas que nunca -Selestone para el asma, Ativan para ayudarle a dormir, Naproxen para las infecciones-, ademas de un preparado de leche en polvo y de laxantes. Oimos que se abria una puerta al fondo del pasillo.

– Quizas este disponible ahora… voy a verlo.

Charlotte volvio a mirar mi comida y yo me senti avergonzado de pronto. Tantos recuerdos de cosas de las que Morrie no disfrutaria jamas.

Los pequenos horrores de su enfermedad iban en aumento, y cuando me sente por fin con Morrie, este estaba tosiendo mas de lo habitual, con una tos seca y purulenta que le sacudia el pecho y que le hacia mover bruscamente la cabeza hacia delante. Despues de un acceso violento, dejo de toser, cerro los ojos y respiro. Yo me quede sentado en silencio, pues pensaba que se estaria recuperando del esfuerzo.

– ?Esta la cinta en marcha? -dijo de pronto, con los ojos cerrados todavia.

– Si, si -dije apresuradamente, pulsando los botones de play y record.

– Lo que estoy haciendo ahora -dijo, con los ojos cerrados todavia-, es desligarme de la vivencia.

– ?Desligarte?

– Si. Desligarme. Y esto es importante; no solo para una persona como yo, que me estoy muriendo, sino para una persona como tu, que estas perfectamente sano. Aprende a desligarte.

Abrio los ojos. Suspiro.

– ?Sabes lo que dicen los budistas? «No te aferres a las cosas, porque todo es impermanente».

– Pero, espera un momento -dije yo-. ?No estas hablando siempre de vivir la vida? ?Todas las emociones buenas, todas las malas?

– Si.

– Pues bien, ?como puedes hacer eso si estas desligado?

– Ah. Estas pensando, Mitch. Pero el desapego no significa que no dejes que la vivencia penetre en ti. Al contrario: dejas que penetre en ti plenamente. Asi es como eres capaz de dejarla.

– No te sigo.

– Toma el caso de cualquier emocion: el amor a una mujer, o el dolor por la perdida de un ser querido, o lo que estoy pasando yo, el miedo y el dolor de una enfermedad mortal. Si contienes las emociones, si no te permites a ti mismo llevarlas hasta el final, nunca podras llegar a estar desligado; estaras demasiado ocupado con tu miedo. Tienes miedo al dolor, tienes miedo a la perdida de un ser querido. Tienes miedo a la vulnerabilidad que trae aparejado el amor.

»Pero si te sumerjes en estas emociones, permitiendote a ti mismo tirarte de cabeza a ellas, hasta el final, por encima de tu cabeza incluso, las vives de una manera plena y completa. Sabes lo que es el dolor. Sabes lo que es el amor. Sabes lo que es la perdida de un ser querido. Y solo entonces puedes decir: «Esta bien. He vivido esa emocion. Reconozco esa emocion. Ahora necesito desligarme de esa emocion por un momento».

Morrie hizo una pausa y me observo, tal vez para asegurarse de que yo entendia bien aquello.

– Se que crees que solo estamos hablando de la muerte -dijo-, pero es lo que yo te repito: cuando aprendes a morir, aprendes a vivir.

Morrie me hablo de sus momentos mas temibles, cuando sentia el pecho bloqueado con ataques de tos o cuando no sabia si volveria a respirar. Eran momentos horribles, decia, y sus primeras emociones eran el horror, el miedo, la angustia. Pero cuando llego a reconocer la sensacion de esas emociones, su textura, su humedad, el escalofrio por la espalda, el sofoco que te recorre el cerebro, entonces fue capaz de decirse: «Esta bien. Esto es miedo. Apartate de el. Apartate».

Pense en la frecuencia con que era necesario esto en la vida diaria. En como nos sentimos solos, a veces hasta el borde de las lagrimas, pero no dejamos salir esas lagrimas porque no debemos llorar. O en como sentimos un arrebato de amor por nuestra pareja, pero no decimos nada porque nos paraliza el miedo a las consecuencias que pudieran tener esas palabras sobre la relacion de pareja.

El planteamiento de Morrie era exactamente el contrario. Abre el grifo. Lavate con la emocion. No te hara dano. Solo puede ayudarte. Si dejas entrar el miedo, si te lo pones como una camisa

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