Llevaba dieciseis anos sin verlo. Tenia el pelo mas ralo, casi blanco, y tenia la cara demacrada. De pronto, me senti poco preparado para esta reunion (para empezar, estaba enganchado al telefono), y confie en que no hubiera advertido mi llegada de modo que yo pudiera dar varias vueltas mas a la manzana con el coche, terminar mi asunto, prepararme mentalmente. Pero Morrie, aquella version nueva, consumida, de un hombre al que yo habia conocido tan bien en cierta epoca, sonreia al coche con las manos cruzadas sobre su regazo, esperando a que yo saliera.

– ?Oye? -volvio a decir el productor-. ?Estas ahi?

Por todo el tiempo que habiamos pasado juntos, por toda la amabilidad y toda la paciencia que Morrie habia tenido conmigo cuando yo era joven, yo deberia haber soltado el telefono y deberia haber saltado del coche, deberia haber corrido hasta el, deberia haberlo saludado con un abrazo y un beso.

En vez de ello, apague el motor y me agache en el asiento como si estuviera buscando algo.

– Si, si, estoy aqui -susurre, y segui con mi conversacion con el productor de television hasta que terminamos.

Hice lo que habia aprendido a hacer mejor: me ocupe de mi trabajo, incluso mientras mi catedratico, que se estaba muriendo, me esperaba en el jardin de su casa. No estoy orgulloso de ello, pero eso fue lo que hice.

Ahora, cinco minutos mas tarde, Morrie me estaba abrazando, rozandome la mejilla con su pelo ralo. Le habia dicho que estaba buscando mis llaves, que por eso habia tardado tanto tiempo en salir del coche, y lo aprete mas fuerte, como si pudiera aplastar mi pequena mentira. Aunque hacia calor al sol de la primavera, llevaba puesta una cazadora y tenia las piernas cubiertas con una manta. Olia levemente a rancio, como huelen a veces las personas que estan tomando medicacion. Mientras apretaba fuertemente mi rostro con el suyo, yo le oia respirar trabajosamente junto a mi oido.

– Mi viejo amigo -susurro-, has vuelto, por fin.

Se apoyaba contra mi, meciendose, sin soltarme, levantando las manos para tomarme los codos mientras yo me inclinaba sobre el. A mi me sorprendio este afecto, despues de tantos anos, pero la verdad era que los muros de piedra que habia levantado entre mi presente y mi pasado me habian hecho olvidar lo unidos que llegamos a estar. Recorde el dia de la graduacion, el maletin, sus lagrimas a mi partida, y trague saliva porque sabia, muy dentro de mi, que yo ya no era el buen estudiante, portador de presentes, que el recordaba.

Mi unica esperanza era poder enganarlo durante unas pocas horas.

Una vez dentro de la casa nos sentamos ante una mesa de comedor de nogal, cerca de una ventana por la que se veia la casa del vecino. Morrie se revolvia en su silla de ruedas intentando ponerse comodo. Como tenia por costumbre, quiso darme de comer, y yo accedi. Uno de los asistentes, una mujer italiana gruesa llamada Connie, corto pan y tomates y saco recipientes con ensalada de pollo, hummus y tabouli.

Tambien saco unas pildoras. Morrie las miro y suspiro. Tenia los ojos mas hundidos de lo que yo los recordaba, y tenia los pomulos mas pronunciados. Aquello le daba un aspecto mas severo, mas envejecido; hasta que sonreia, naturalmente, y las mejillas flacidas se corrian como cortinas.

– Mitch -dijo en voz baja-, sabes que me estoy muriendo.

– Me he enterado.

– Esta bien.

Morrie se trago las pastillas, dejo el vaso de papel, inspiro hondo y dijo lo que tenia que decir.

– ?Quieres que te cuente como es?

– ?Como es? ?Morirse?

– Si -me dijo.

Aunque yo no era consciente de ello, acababa de empezar nuestra ultima asignatura.

Es mi primer ano de universitario. Morrie es mas viejo que la mayoria de los profesores y yo soy mas joven que la mayoria de los estudiantes, pues termine el instituto con un ano de adelanto. Para compensar mi juventud en el campus, llevo sudaderas viejas de color gris, practico el boxeo en un gimnasio de la localidad y llevo en la boca un cigarrillo apagado, a pesar de que no fumo. Conduzco un Mercury Cougar destartalado, con las ventanillas bajadas y con la musica alta. Busco mi identidad haciendome el duro; pero lo que me atrae es la suavidad de Morrie, y como el no me trata como si fuera un chico que intenta ser mas de lo que es, yo me tranquilizo.

Termino aquella primera asignatura con el y me matriculo en otra. Es generoso con las calificaciones; no le importan mucho las notas. Cuentan que un ano, durante la Guerra del Vietnam, dio sobresalientes a todos sus alumnos varones para ayudarles a mantener las prorrogas por estudios.

Empiezo a llamar a Morrie «Entrenador», como solia llamar a mi entrenador de atletismo en el instituto. A Morrie le gusta el mote.

– Entrenador-dice-. Esta bien: sere tu entrenador. Y tu puedes ser mi jugador. Puedes jugar a todos los juegos encantadores de la vida para los que yo ya estoy demasiado viejo.

A veces comemos juntos en la cafeteria. Morrie, para mi gran consuelo, es todavia una calamidad mayor que yo comiendo. Habla en vez de masticar, se rie con la boca llena, comunica un pensamiento apasionado a traves de un bocado de ensalada de huevo, mientras le salen disparados de los dientes los fragmentos amarillos. Me mata de risa. Durante todo el tiempo que lo he conocido, he tenido dos deseos irresistibles: abrazarlo y darle una servilleta.

El aula

El sol entraba a raudales por la ventana del comedor, iluminando el suelo de madera. Llevabamos casi dos horas hablando. El telefono sono una vez mas y Morrie pidio a su asistente, Connie, que lo cogiera. Ella iba apuntando en la pequena agenda negra de Morrie los nombres de las personas que llamaban. Amigos. Maestros de meditacion. Una tertulia. Uno que queria hacerle fotos para una revista. Estaba claro que yo no era el unico interesado en visitar a mi viejo profesor (su aparicion en el programa «Nightline» le habia dado cierta fama), pero me impresionaba, quizas incluso me daba cierta envidia, ver cuantos amigos parecia tener Morrie. Pense en los «amiguetes» que giraban a mi alrededor en la universidad. ?Donde habian ido a parar?

– Sabes, Mitch, ahora que me estoy muriendo me he vuelto mucho mas interesante para la gente.

– Siempre fuiste interesante.

– Ja -dijo Morrie con una sonrisa-. Que amable eres.

'No, no lo soy', pense.

– Esto es lo que hay -dijo-. La gente me ve como si fuera un puente. No estoy tan vivo como antes, pero todavia no estoy muerto. Estoy algo asi como… en medio.

Tosio, y recupero de nuevo su sonrisa.

– Estoy haciendo el ultimo gran viaje, y la gente quiere que les diga que equipaje

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