Lo dejo, jadeando por falta de aire.
– La primera vez que el medico me pidio que hiciera esto, yo llegaba al veintitres. Ahora llego al dieciocho.
Cerro los ojos, sacudio la cabeza.
– Tengo el deposito casi vacio.
Me di golpecitos nerviosos en los muslos. Ya era suficiente para una tarde.
– Vuelve a ver a tu viejo profesor -me dijo Morrie cuando le di un abrazo de despedida.
Yo se lo prometi, e intente no acordarme de la ultima vez que le habia prometido aquello mismo.
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Pasando lista
Algunas semanas mas tarde vole a Londres. Iba a cubrir los campeonatos de Wimbledon, el torneo de tenis mas importante del mundo, que es, ademas, uno de los pocos acontecimientos a los que voy donde el publico no abuchea nunca y donde no hay ningun borracho en el aparcamiento. En Inglaterra hacia un tiempo caluroso y nublado, y yo recorria a pie todas las mananas las calles bordeadas de arboles proximas a las pistas de tenis, pasando junto a adolescentes que hacian cola para adquirir las entradas que quedaban y junto a vendedores ambulantes de fresas con nata. Delante de la puerta habia un puesto de periodicos donde se vendian media docena de periodicos a todo color de la prensa amarilla britanica, donde se veian fotos de mujeres con los pechos desnudos, fotos de la familia real britanica tomadas por paparazzi, horoscopos, informacion deportiva, sorteos y alguna que otra noticia propiamente dicha. El titular mas importante del dia se escribia en una pizarra pequena que se apoyaba en el ultimo paquete de periodicos, y solia decir algo asi como ?DIANA RINE CON CHARLES!, O GAZZA DICE AL EQUIPO: ?QUIERO MILLONES!
La gente arrebataba estos periodicos, devoraba sus cotilleos, y yo habia hecho siempre lo mismo en mis visitas anteriores a Inglaterra. Pero ahora, por alguna razon, me daba cuenta de que cada vez que leia alguna cosa estupida o descerebrada pensaba en Morrie. Me lo imaginaba constantemente en aquella casa con el falso platano y los suelos de madera, contandose el aliento, aprovechando al maximo cada momento con sus seres queridos, mientras yo dedicaba tantas horas a cosas que no significaban absolutamente nada para mi personalmente: las estrellas de cine, las supermodelos, las ultimas declaraciones de Lady Di o de Madonna o de John F. Kennedy hijo. Yo envidiaba extranamente la calidad del tiempo de Morrie, a la vez que lamentaba que cada vez dispusiera de menos. ?Por que nos preocupabamos de tantas cosas que nos distraian? En mi pais estaba en pleno apogeo el juicio de O. J. Simpson, y habia, personas que renunciaban a todas sus horas del almuerzo para poder verlo y dejaban grabando el resto para poder seguir viendolo por la noche. No conocian a O. J. Simpson. No conocian a nadie que hubiera intervenido en el caso. Pero renunciaban a dias y a semanas enteras de sus vidas, enviciados con el drama de otra persona.
Yo recordaba lo que habia dicho Morrie durante nuestra visita:
Morrie, fiel a estas palabras suyas, habia desarrollado su cultura propia mucho antes de ponerse enfermo. Tertulias, paseos con amigos, bailar con su musica en la iglesia de la plaza Harvard. Habia puesto en marcha un proyecto llamado
Yo tambien me habia desarrollado mi cultura propia: el trabajo. En Inglaterra trabajaba para cuatro o cinco medios de comunicacion, haciendo malabarismos como un payaso. Pasaba ocho horas al dia ante el ordenador, introduciendo mis articulos para enviarlos a los Estados Unidos. Tambien realizaba trabajos de television, recorriendo con un equipo diversas partes de Londres. Ademas, enviaba por telefono cronicas para la radio todas las mananas y todas las tardes. Aquella carga de trabajo no era anormal. A lo largo de los anos, yo habia tomado al trabajo por companero y habia dejado de lado todo lo demas.
En Wimbledon, yo comia en la pequena cabina de madera donde trabajaba y no le daba importancia. Un dia especialmente loco, una jauria de periodistas habia intentado dar caza a Andre Agassi y a su celebre novia, Brooke Shields, y a mi me habia tirado al suelo de un empujon un fotografo britanico que apenas murmuro «perdon» mientras seguia adelante apresuradamente, con sus enormes objetivos fotograficos de metal colgados del cuello. Recorde otra cosa que me habia dicho Morrie: