El joven quimico abrio mucho los ojos.

—No, senor —dijo—. Eso no estaba ahi… Puedo garantizarselo.

—Hum… ?Hay otro en el lado opuesto?

—?Bueno, que me lleve el diablo! Quiero decir… ?Si, senor!

—Muy bien. Ahora venga aqui y mire a traves de los orificios. Pare el termostato, por favor. Ahora quedese ahi… —El doctor Smith coloco un dedo sobre el agujero de la pared—. ?Que ve? —pregunto.

—Veo su dedo, senor. ?Es ahi donde esta el agujero?

El doctor Smith no contesto.

—Mire desde el otro lado —dijo con una calma que estaba muy lejos de sentir—. ?Que ve ahora?

—Nada, senor.

—Pero el crisol que contenia el uranio estaba ahi… Esta viendo exactamente el sitio en el que estaba, ?verdad?

—Creo que si —acabo diciendo el quimico sin mucho entusiasmo.

—Esto es ultrasecreto, senor Jennings —dijo el doctor Smith con voz gelida despues de dirigir una rapida mirada al apellido escrito en la puerta que seguia abierta—. No quiero que hable de esto absolutamente con nadie. ?Me ha entendido?

—?Desde luego, senor!

—Bien, entonces salgamos de aqui. Enviaremos a los tecnicos en radiaciones para que revisen el laboratorio, y usted y yo iremos a ponernos bajo observacion en la enfermeria.

—?Cree que puede haber quemaduras por radiaciones? —pregunto el quimico palideciendo.

—Pronto lo sabremos.

Pero tampoco habia ninguna senal seria de quemaduras por radiaciones. Los recuentos de globulos sanguineos dieron un resultado normal, y un analisis de las raices capilares no revelo nada anormal. Las nauseas sufridas fueron diagnosticadas como psicosomaticas, y no hubo ningun otro sintoma.

Y ni entonces ni en el futuro aparecio nadie que fuese capaz de explicar por que un crisol que contenia una cantidad de uranio en bruto muy por debajo de la masa critica, y que no estaba sometido a ningun bombardeo directo con neutrones, se habia derretido repentinamente irradiando aquella corona tan mortal como significativa.

La unica conclusion a la que se llego fue la de que la fisica nuclear aun estaba llena de enigmas extranos y peligrosos.

Pero el doctor Smith nunca se decidio a contar toda la verdad en el informe que redacto posteriormente. No menciono los orificios descubiertos en el laboratorio, ni la circunstancia de que el mas proximo al lugar donde habia estado el crisol apenas era visible y que el del otro lado del termostato era un poco mayor, n tanto que el de la pared, que estaba situado al triple de distancia del lugar del accidente, era tan grande que podria haber permitido el paso de un clavo.

Un haz que se expandiese en linea recta podria recorrer varios kilometros antes de apartarse de la curvatura de la Tierra lo suficiente como para que no se produjeran nuevos danos, y cuando eso ocurriese su seccion habria alcanzado un diametro de unos tres metros.

Despues se proyectaria en el vacio, expandiendose y debilitandose, y constituyendo un hilo extrano en la trama del cosmos.

El doctor Smith nunca le hablo a nadie de aquella fantasia.

Nunca le dijo a nadie que al dia siguiente habia solicitado que le trajeran los diarios de la manana —aun estaba en la enfermeria—, y que reviso las columnas de texto impreso con un proposito muy definido en su mente.

Pero en una metropoli gigantesca desaparecen muchas personas al dia, y nadie habia corrido a una comisaria para gritar a los policias que un hombre (?o acaso seria medio hombre?) habia desaparecido delante de sus ojos…, o por lo menos ningun periodico hablaba de algo semejante.

Y el doctor Smith acabo consiguiendo olvidar lo ocurrido.

Para Joseph Schwartz todo ocurrio entre un paso y el siguiente. Habia levantado el pie derecho para pasar por encima de la muneca de trapo y se habia sentido mareado durante un instante, como si hubiera quedado atrapado fugazmente en el interior de un ciclon que hubiese vuelto su cuerpo del reves. Cuando volvio a bajar el pie derecho dejo escapar todo su aliento en una exhalacion Jadeante, y se sintio caer y resbalar lentamente sobre el cesped.

Espero con los ojos cerrados durante bastante rato…, hasta que acabo abriendolos.

?Era cierto! Estaba sentado sobre el cesped, en el mismo sitio donde antes habia estado caminando sobre el pavimento.

?Y las casas habian desaparecido! ?Todas las casas blancas, cada una con su jardin, que se alineaban a ambos lados de la calle…, todas habian desaparecido!

Y Schwartz no estaba sentado en un jardin, porque el cesped crecia en abundancia y estaba descuidado, y habia muchos arboles a su alrededor, y se veian mas arboles recortandose contra el horizonte.

Fue entonces cuando se llevo la mayor de todas sus sorpresas, porque algunas hojas de los arboles tenian un color rojizo; y un instante despues Schwartz sintio la seca aspereza de una hoja muerta en la curva de su mano. Schwartz era un hombre de ciudad, pero sabia reconocer el otono cuando lo veia.

?El otono…! Y, sin embargo, el habia levantado el pie derecho en un dia de junio, cuando toda la vegetacion estaba tenida de un verde fresco y resplandeciente.

Cuando penso en eso bajo la mirada automaticamente hacia sus pies. Schwartz lanzo una exclamacion estridente y extendio los brazos hacia abajo. La munequita de trapo sobre la que habia pasado, un pequeno halito de realidad, un…

?Oh, no! Schwartz la hizo girar entre sus manos temblorosas. La muneca no estaba entera, pero tampoco estaba destrozada: estaba cortada. ?Y eso si que era realmente extrano! La muneca habia sido rebanada en sentido longitudinal de manera tan concienzuda que no se habia movido ni una sola hilacha del relleno de estopa. Todos los hilos terminaban en extremos limpiamente cortados.

Y un instante despues el debil brillo de su zapato izquierdo atrajo la atencion de Schwartz. Paso el pie sobre su rodilla levantada sin soltar la muneca de trapo. El extremo delantero de la suela, esa parte que se extiende sobresaliendo un poquito de la puntera del zapato, estaba perfectamente cortado. Habia sido cercenado de una forma que no podria haber sido duplicada por el cuchillo de ningun zapatero del mundo. La nueva superficie revelada por el corte era increiblemente suave, y desprendia un brillo casi liquido.

La confusion habia ido subiendo poco a poco por la medula espinal de Schwartz moviendose en direccion al cerebro, y cuando llego hasta el su mente quedo paralizada por el horror.

Y al fin, y porque incluso el sonido de su voz podia ser un elemento tranquilizador en un mundo donde todo lo demas era totalmente absurdo, Schwartz hablo. La voz que llego a sus oidos sonaba apagada, tensa y jadeante.

—En primer lugar, no estoy loco —dijo—. Me siento igual que me he sentido siempre por dentro… Claro que si estuviese loco no lo sabria, ?o me equivoco? No… —Schwartz sintio que la histeria crecia en su interior, y lucho por reprimirla—. Tiene que haber alguna otra posibilidad… ?Un sueno, quiza? —se pregunto—. ?Como puedo averiguar si esto es un sueno o si no lo es? —Se pellizco y sintio el dolor, pero meneo la cabeza—. Supongo que se puede sonar que sientes un pellizco, asi que esto no es una prueba de que este sonando.

Miro desesperadamente a su alrededor, y se pregunto si los suenos podian llegar a ser tan nitidos y detallados y durar tanto tiempo. En una ocasion habia leido que la inmensa mayoria de los suenos no duraba mas de cinco segundos, que eran provocados por las perturbaciones insignificantes que sufria el durmiente y que su duracion aparente era totalmente ilusoria.

?No era un gran consuelo, desde luego! Schwartz estiro hacia arriba el puno de su camisa y echo un vistazo a su reloj de pulsera. El segundero giraba, giraba, giraba… Si se trataba de un sueno, los cinco segundos se estaban prolongado de una manera increible.

Miro en otra direccion, y se paso la mano por la frente en un inutil intento de enjugar la transpiracion helada que la cubria.

—?Y si fuese amnesia?

En vez de responder a su propia pregunta, Schwartz fue inclinando lentamente la cabeza hasta sepultarla

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