encontrar alguna forma de expresarse, y Grew utilizaba su periodico. Lo hacia crujir y gesticulaba con el, y cuando era necesario lo utilizaba para golpear las cosas.

Grew sabia que fuera de la Tierra habia maquinas teleinformadoras que emitian rollos de microfilme con las ultimas noticias, y que bastaba con tener un modelo normal de visor de libros-pelicula para leerlos; pero Grew se burlaba en silencio de aquel tipo de cosas. ?Otra costumbre esteril y degenerada!

—?Te has enterado de que van a enviar una expedicion arqueologica a la Tierra? —pregunto Grew.

—No —respondio Arbin sin inmutarse.

Grew se habia enterado de ello porque era el primero en leer el periodico, y la familia habia tenido que vender su holovisor el ano pasado; pero en realidad su pregunta solo habia sido un gambito de apertura.

—Bien, asi que va a venir una expedicion arqueologica —dijo—. y por concesion imperial, nada menos… ?Que opinas de eso? —Grew bajo la mirada hacia el periodico, y empezo a recitar el texto del articulo con ese tono inexplicablemente vacilante y entrecortado que adoptan la mayoria de las personas cuando leen en voz alta —. «Durante una entrevista concedida a Prensa Galactica, Bel Arvardan, Director de Investigaciones del Instituto Arqueologico Imperial, manifesto que confiaba en obtener valiosos resultados de los estudios arqueologicos que proyecta llevar a cabo en el planeta Tierra, situado en las inmediaciones del Sector de Sirio (ver mapa). “La civilizacion arcaica y el entorno excepcional de la Tierra —manifesto el doctor Arvardan— nos ofrecen una cultura atrasada que ha sido dejada de lado durante mucho tiempo por nuestros sociologos excepto como ejemplo de dificultades en el gobierno local. Albergo grandes esperanzas de que los anos venideros produciran cambios revolucionarios en algunos de los conceptos sobre la evolucion social y la historia humana que hemos tenido por fundamentales hasta el momento.”» Etcetera, etcetera —concluyo Grew con una sonrisa.

Arbin Maren no le habia prestado mucha atencion.

—?Que quiere decir eso de «cultura atrasada»? —murmuro.

Loa Maren no habia escuchado nada de cuanto habia dicho el anciano.

—Arbin, te toca jugar —se limito a decir.

—Bien, ?no vas a preguntarme que razon ha podido tener el Tribune para publicar esto? —siguio diciendo Grew—. Ya sabes que no publicarian una noticia remitida por Prensa Galactica ni a cambio de un millon de creditos a menos que hubiera un buen motivo para ello, ?no? —Grew guardo silencio durante unos momentos esperando una respuesta que no llego—. Pues porque tambien publican un editorial sobre el tema —continuo—, un editorial de una pagina entera dedicado integramente a meterse con el tal Arvardan… Un tipo quiere venir a la Tierra con fines cientificos, y enseguida lo ven todo negro y hacen cuanto pueden para impedirselo… ?Lee esta difamacion! ?Vamos, leela!

—Grew agito el periodico en direccion a su yerno—. ?Por que no la lees?

Loa Maren bajo sus cartas y tenso sus delgados labios.

—Papa, hemos tenido un dia muy pesado —dijo—, asi que no lo compliquemos ahora con la politica. Quiza mas tarde, ?eh? Por favor, papa…

—Por favor, papa…, por favor, papa —la imito Grew frunciendo el ceno—. Me parece que debes de estar muy harta de tu anciano padre si le prohibes incluso el decir unas cuantas palabras sobre la actualidad, ?no? Supongo que te estorbo, ?verdad? Sentado en este rincon dejando que vosotros dos trabajeis por tres… ?Quien tiene la culpa de eso? Soy fuerte. Quiero trabajar, y los dos sabeis que con un tratamiento adecuado mis piernas volverian a estar tan bien como antes. —Grew se las palmeo mientras hablaba. Las palmadas fueron asestadas con una fuerza salvaje, y Grew oyo el considerable ruido que hicieron, pero no sintio los impactos—. El unico motivo de que no pueda trabajar es que ellos consideran que soy tan viejo que no vale la pena curarme. ?No os parece que eso es un buen ejemplo de «cultura atrasada»? ?De que otra manera se puede calificar a un planeta en el que un hombre puede trabajar, pero no se lo permiten? ?Por todas las estrellas…! Creo que ya va siendo hora de que acabemos con todas esas tonterias sobre lo que ellos llaman «nuestras instituciones peculiares». ?Peculiares? ?Absurdas, asi las llamo yo! Creo que…

Grew habia empezado a agitar los brazos y la colera le congestionaba el rostro.

Arbin se levanto, fue hacia el anciano y puso una mano sobre su hombro apretando con fuerza.

—Vamos, Grew, ?por que se pone tan nervioso? —pregunto—. Cuando usted haya terminado con el periodico leere el editorial, ?le parece bien?

—Si, ?pero de que servira eso si estas de acuerdo con ellos? Ah, los jovenes sois todos unos peleles…, un monton de barro en las manos de los Ancianos.

—Calmese, padre —se apresuro a decir Loa—. No empiece con eso, ?quiere?

Se quedo escuchando en silencio durante un momento. No podria haber explicado por que lo hacia, pero…

Arbin experimento aquel cosquilleo helado que sentia siempre que se mencionaba a la Sociedad de Ancianos. Hablar como lo hacia Grew, burlarse de la cultura de la Tierra…, era una imprudencia, no cabia duda.

Vaya, pero si era asimilacionismo puro. Arbin trago saliva. «Asimilacionismo»…, una palabra obscena incluso cuando estaba confinada en el pensamiento.

Durante la juventud de Grew se habian dicho muchas estupideces sobre la ruptura con las viejas costumbres, cierto, pero entonces eran otros tiempos. Grew tendria que saberlo…, y probablemente lo sabia, pero no resulta facil ser razonable y comprensivo cuando estas atrapado en una silla de ruedas esperando que pasen los dias hasta el proximo Censo.

Grew quiza era el que se habia alterado menos de los tres, pero no dijo nada mas. Se fue tranquilizando poco a poco, y a medida que pasaba el tiempo le fue resultando cada vez mas dificil ver con claridad las letras. Aun no habia tenido tiempo de llevar a cabo un detallado analisis critico de las paginas deportivas cuando su cabeza cayo lentamente sobre su pecho despues de haber estado oscilando hacia delante y hacia atras durante un buen rato. El anciano dejo escapar un suave ronquido, y el periodico cayo de sus dedos con un ultimo crujido involuntario.

—Quiza no estamos siendo justos con el, Arbin —susurro Loa con voz preocupada—. Es una vida muy dura para un hombre como papa… Si la comparas con la vida que llevaba antes es como si estuviese muerto.

—Por mala que sea una vida no se parece en nada a estar muerto›, Loa. Tiene sus periodicos y sus libros, ?verdad? ?No te preocupes tanto por el! Esas rabietas le sientan bien. Ahora estara tranquilo y satisfecho durante unos dias…

Arbin habia empezado a estudiar nuevamente sus cartas, y se disponia a colocar una sobre la mesa cuando oyeron los golpes el' la puerta y los gritos enronquecidos que no llegaban a formar palabras.

La mano de Arbin temblo y se quedo inmovil. El temor invadio los ojos de Loa, y miro a su marido. Su labio inferior habia empezado a estremecerse incontrolablemente.

—?Deprisa, saca de aqui a Grew! —exclamo Arbin.

Aun no habia acabado de hablar cuando Loa ya estaba junto a la silla de ruedas haciendo ruiditos tranquilizadores con la lengua.

Pero el anciano dormido lanzo una exclamacion, y se desperto sobresaltado al primer movimiento de la silla de ruedas. Grew se irguio y busco automaticamente su periodico.

—?Que ocurre? —pregunto con irritacion, y en un tono que no tenia nada de murmullo.

—?Shhhh! No pasa nada —respondio Loa sin prestarle mucha atencion.

Empujo la silla de ruedas hasta la habitacion contigua, cerro la puerta y apoyo la espalda en ella. Su delgado pecho subia y bajaba a toda velocidad, y sus ojos buscaron los de su esposo…, y entonces se repitieron los golpes.

Permanecieron el uno junto al otro en una actitud casi defensiva mientras la puerta se abria, y se enfrentaron irradiando hostilidad con el hombre bajito y regordete que intentaba sonreir.

—?En que podemos servirle? —pregunto Loa con ceremoniosa cortesia.

Un instante despues retrocedia dando un salto mientras el hombre lanzaba una exclamacion ahogada y se agarraba a la puerta para no caer.

—?Esta enfermo? —pregunto Arbin mirandole con perplejidad—. Ven, Loa, echame una mano con el…

Las horas siguientes fueron transcurriendo poco a poco hasta que Arbin y Loa se prepararon para acostarse en el silencio de su dormitorio.

—Arbin… —murmuro Loa.

—?Que pasa?

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