que Luet era muy respetada, aun cuando hubiera cometido una falta.
La multitud se entreabrio para ceder el paso a una mujer que aparecio como un fantasma en la niebla. Iba desnuda, y como estaba limpia Nafai tardo en comprender que era una agreste. Solo cuando se aproximo y cogio la manga de Luet, Nafai pudo verle el cutis curtido y seco, el rostro arrugado y enjuto.
—Tu —susurro Luet.
—Tu —repitio la agreste.
Entonces la sagrada mujer del desierto encaro a la anciana que parecia estar al mando de aquel grupo de justicieras.
—Ya la he castigado —declaro.
—?Que quieres decir? —pregunto la anciana.
—Soy el Alma Suprema, y afirmo que ella ya recibio mi castigo.
La anciana miro a Luet con incertidumbre.
—?Es verdad, Luet?
Nafai quedo estupefacto. ?Tanto confiaban en Luet que le pedian que confirmara o negara un testimonio que podia costarle o salvarle la vida, segun su propia respuesta?
Esa confianza se justificaba, pues la respuesta de Luet no incluyo ninguna suplica a favor de si misma.
—Esta mujer sagrada solo me abofeteo. ?Como puede ser castigo suficiente para esto ?
—Yo la he traido aqui —dijo la agreste-—. Le he hecho traer a este muchacho. He mostrado a este varon grandiosas visiones, y le mostrare mas aun. Honrare su simiente, y engendrara una gran nacion. Que nadie lo detenga en su marcha por el agua y el bosque, y en cuanto a ella, lleva la marca de mi mano en el rostro. ?Quien puede tocarla cuando yo he saldado cuentas con ella?
—Es en verdad la voz de la Madre —dijo la anciana.
—La Madre —murmuraron algunas.
—El Alma Suprema —susurraron otras.
La mujer sagrada se encaro nuevamente a Luet y le toco los labios con el dedo. Luet le beso suavemente el dedo y por un instante Nafai anhelo saborear aquella dulzura. Luego la expresion de la agreste se altero. Era como si un alma mas brillante le hubiera iluminado el rostro y ahora se hubiera ido; parecia distraida, confundida. Miro alrededor sin reconocer y se perdio en la niebla.
—?Era tu madre? —susurro Nafai.
—No. La madre de mi cuerpo ya no es sagrada. Pero, en mi corazon, todas las mujeres sagradas son mi madre.
—Bien dicho —declaro la anciana—. Es una nina elocuente.
Luet inclino la cabeza. Cuando la irguio, tenia lagrimas en las mejillas. Nafai no entendia que sucedia alli, ni que significaba para Luet; solo sabia que su vida habia corrido peligro, y luego la de Luet, y ahora el peligro habia pasado. Eso era suficiente para el.
La agreste habia dicho que nadie debia detenerlo en su paso por el agua y el bosque. Al cabo de una breve deliberacion, las mujeres decidieron que esto significaba que debia atravesar el lago desde ese punto hasta la otra orilla, desde lo caliente hasta lo frio; Nafai ignoraba como deducian esto a partir de las pocas palabras de la mujer sagrada, pero a menudo se habia sorprendido de los muchos sentidos que los sacerdotes hallaban en las sagradas escrituras de la religion de los hombres. Aguardaron unos minutos, hasta que varias mujeres llamaron desde el agua. Solo entonces Luet lo llevo a un lugar desde donde podia ver el lago. Ahora entendia de donde surgia la niebla: vaharadas de vapor brotaban del agua. Dos mujeres conducian un bote largo y bajo hacia la costa, una remando, la otra al timon. La proa del bote era cuadrangular y baja, pero como no habia olas en el lago y remaban suavemente, no habia peligro de que entrara agua por la proa. Se aproximaron a la costa hasta encallar. Aun quedaban varios metros de agua entre el bote y los bajios de lodo donde se hallaban Nafai y Luet. El barro estaba decorosamente caliente, de modo que Nafai tenia que mantener los pies en movimiento para no escaldarse. ?Que sentiria al caminar en las aguas?
—Camina con firmeza —le susurro Luet—. Cuanto menos salpiques, mejor, asi que no debes correr. Si caminas sin pausa, llegaras pronto al bote, y el dolor pasara rapidamente.
De forma que ella lo habia hecho antes. Bien, si Luet podia soportarlo, tambien el. Avanzo hacia el lago. Las mujeres jadearon.
—No —dijo Luet—. En este lugar, donde eres un nino y un forastero, alguien debe guiarte.
?Yo, un nino? ?Comparado contigo? Pero Nafai comprendio que Luet estaba en lo cierto. Al margen de la edad, aquel lugar era de ella, no de el; ella era la adulta y el era el chiquillo.
Ella marco el ritmo, agil pero sereno. Nafai sentia que el agua le quemaba los pies, pero no era honda y no salpico demasiado, aunque sus movimientos no eran tan graciles ni certeros como los de Luet. El trayecto hasta el bote duro una eternidad, mil pasos punzantes, sobre todo mientras aguardo a que ella abordara la embarcacion. Luet le ayudo a subir al bote y Nafai sintio aguijonazos tan profundos que temio mirarse los pies pensando que el calor le habia arrancado la carne. Pero cuando miro, la piel parecia normal. Luet uso el vuelo de la falda para enjugarle los pies. La mujer que impulsaba el bote clavo el remo en el barro y dio un empellon, haciendo ondular los musculos de sus macizos brazos con el esfuerzo. Nafai se puso frente a Luet y le cogio las manos mientras se deslizaban por el agua.
Ese breve viaje fue el mas extrano de su vida. La niebla creaba una atmosfera magica e irreal. Pasaban en silencio junto a grandes rocas que surgian del agua y pronto se perdian de vista como si hubieran cesado de existir. La temperatura aumentaba, y el agua burbujeaba en ciertos sitios; eludieron esos puntos. El bote no se calentaba, pero el aire era tan torrido y humedo que pronto quedaron empapados, con la ropa pegada al cuerpo. Nafai advirtio por primera vez que Luet tenia silueta de mujer; las curvas no eran muy marcadas, pero si lo suficiente para que nunca mas la viera como una nina. De pronto sintio verguenza de cogerle las manos, pero tenia miedo de soltarla. Necesitaba tocarla, como un nino que aferra la mano de la madre en la oscuridad.
El aire se enfrio poco a poco. Atravesaron un estrecho flanqueado por abruptos penascos que parecian unirse en las alturas, perdiendose en la niebla. Nafai se pregunto si estaban en una caverna, o si simplemente el sol jamas llegaba al fondo de aquella profunda grieta. Entonces las paredes de los penascos se alejaron, y la niebla se despejo un poco. El agua se encrespo. Ahora habia olas y las corrientes balanceaban el bote.
La mujer que impulsaba el bote alzo los remos; la timonel aparto la mano del timon. Luet se inclino hacia Nafai y susurro:
—Este es el lugar adonde acuden las visiones. Como te dije, donde confluyen las aguas frias y calientes. Aqui es donde atravesamos las aguas con el cuerpo.
«Con el cuerpo» era literal. Nafai sintio mas verguenza por la desnudez de Luet que por la propia, asi que se miro las manos mientras se desnudaba y plegaba la ropa, al igual que Luet, para dejarla en el bote. En su timidez, Nafai no atino a ver como Luet se deslizaba hacia el agua sin ruido para permanecer inmovil y de espaldas. Noto que ella no intentaba nadar, asi que se zambullo —ruidosamente— y se quedo quieto. El agua lo mantenia a flote. No habia peligro de hundirse. El silencio era hondo y poderoso; Nafai solo hablo cuando vio que Luet se alejaba a la deriva.
—No importa —murmuro ella—. Calla.
Nafai guardo silencio. Ahora estaba solo en la niebla. Las corrientes lo hicieron girar, o tal vez no, pues en la niebla no distinguia el este del oeste ni lograba tener ninguna orientacion, excepto arriba y abajo, y ni siquiera eso parecia importar. Era un lugar apacible donde sus ojos veian y no veian, donde sus oidos oian y no oian. La corriente, sin embargo, no le permitia adormilarse. Sentia el contacto de las aguas calientes y frias, a veces quemantes, a veces gelidas, y por momentos pensaba que no resistiria mas, que tendria que nadar para no morir alli. De pronto la corriente cambio de nuevo.
No recibio ninguna vision. El Alma Suprema no le dijo nada. Nafai escucho. Incluso le hablo al Alma Suprema, rogandole saber como podria conseguir el indice que Padre le habia mandado buscar. Si el Alma Suprema lo oyo, no se lo dio a entender.
Anduvo a la deriva una eternidad, o quizas escasos minutos, hasta que oyo el roce de los remos contra el agua. Una mano le toco el cabello, el hombro, le cogio el brazo. Recordo como volver la cabeza, y al volverse vio el bote. Luet, totalmente vestida, le tendia las manos. Ahora no sentia verguenza; se alegraba de verla, pero le entristecia tener que salir del agua. Subio al bote con torpeza, balanceandolo bruscamente, haciendo entrar agua.
—Rueda hacia dentro —le susurro Luet.