—Ciertamente.
—?Predicen de verdad el porvenir?
Pero el mago tenia un pez en el anzuelo, y diez minutos despues, cuando saco del agua el almuerzo del dia, un esplendido robalo azul plateado, la pregunta cayo en el olvido.
Por la tarde, mientras holgazaneaban bajo el toldo levantado para protegerlos del sol implacable, Arren pregunto: —?Que vamos a buscar a Lorbaneria?
—Lo que andamos buscando —respondio Gavilan.
—En Enlad —dijo Arren al cabo de un momento— tenemos un cuento de un muchacho cuyo maestro era una piedra.
—?Si?… ?Y que aprendio?
—A no hacer preguntas.
Gavilan resoplo, como para contener una carcajada, y se incorporo. —?Muy bien! —dijo—. Aunque preferiria ahorrar mis palabras hasta saber de que estoy hablando. ?Por que no se hace mas magia en Hortburgo, y en Narveduen, y quiza en toda la extension de los Confines? Eso es lo que intentamos averiguar, ?no es asi?
—Si.
—?Conoces el viejo dicho,
—Si, pero…
—?Entonces deja que la piedra calle un momento! —dijo el mago. Y se sento junto al mastil, a la sombra amarillenta del entoldado, y miro el mar, al oeste, mientras la barca navegaba serenamente hacia el sur a traves de la tarde. Estaba muy erguido, e inmovil. Las horas pasaron. Arren nado un par de veces, deslizandose silencioso en el agua desde la popa, pues no queria ponerse delante de aquellos ojos sombrios que, avizorando el oeste a traves del mar, parecian ver mas alla de la orla luminosa del horizonte, mas alla del azul del aire, mas alla de las fronteras de la luz.
Gavilan salio al fin de su silencio y hablo, pero no mas de una palabra por vez. La crianza de Arren lo habia acostumbrado a descubrir con rapidez el talante de la gente, bajo el disfraz de la reserva o la cortesia. Advirtiendo que Gavilan parecia agobiado, no hizo mas preguntas. Solo al anochecer le pregunto: —?Si canto, turbare vuestros pensamientos?
Esforzandose por responder con una broma, dijo Gavilan:
—Eso dependera de como cantes.
Arren se sento de espaldas contra el mastil, y canto. Ya no tenia la voz aguda y dulce de anos atras, cuando cantaba y tocaba el arpa en el Palacio de Berila, delante del maestro de musica; ahora era ronca y velada en las notas altas y resonaba en las graves como una viola, clara y profunda. Canto el
Arren permanecio un rato en silencio, despues de esta cancion; luego se puso a cantar tonadas menores, mas ligeras, en voz baja, arrullando la inmensa monotonia del aire tranquilo y el mar palpitante y la luz que declinaba, mientras lentamente caia la noche.
Cuando dejo de cantar todo estaba en calma, el viento dormido, el oleaje leve; los maderos y cordajes de la barca crujian apenas. El mar se tendia, callado, y en lo alto las estrellas despuntaron una a una. En el sur aparecio una luz amarilla, clara y punzante, y derramo una lluvia de esquirlas de oro sobre las aguas.
—?Mirad! ?Un faro! —Luego, al cabo de un momento—: ?Podra ser una estrella?
Gavilan la observo durante un rato.
—Creo que ha de ser la estrella Gobardon. Solo puede versela en el Confin Austral. Kurremkarmerruk nos enseno que navegando todavia mas al sur, uno ve otras ocho estrellas que asoman una a una sobre el horizonte, debajo de Gobardon. Juntas forman una gran constelacion: para algunos un hombre que corre, para otros la runa de Agnen. La Runa del Fin.
Observaron la estrella sobre el agitado horizonte marino, de un brillo claro y persistente.
—Has cantado la cancion de Elfarran —dijo Gavilan— como si conocieras que dolor era ese, y me lo has hecho conocer tambien a mi… De todas las historias de Terramar, es la que siempre mas me ha cautivado. El coraje extraordinario de Morred contra la desesperacion; y Serriadh, que nacio mas alla de la desesperacion, el rey bueno. Y ella, Elfarran. Cuando hice el mayor mal que yo haya hecho en mi vida, me volvi sin embargo hacia ella, pense que ella me llamaba; y la vi… por un momento vi a Elfarran.
Un escalofrio recorrio la espina dorsal de Arren. Trago saliva y permanecio en silencio, contemplando la estrella amarillo-topacio, siniestra y esplendida.
—?Cual de los heroes es tu preferido? —pregunto el mago, y el joven respondio:
—Erreth-Akbe.
—Fue sin duda el mas grande.
—Pero es en su muerte en lo que pienso: solo, luchando con el dragon Orm en la playa de Selidor. Hubiera podido reinar en toda Terramar. Sin embargo, eso fue lo que eligio.
El mago no respondio. Cada uno siguio durante un rato el curso de sus propios pensamientos. Luego Arren, siempre contemplando la amarilla Gobardon, pregunto: —?Entonces es cierto que los muertos pueden volver a la vida, por arte de magia?
—Puedes volverlos a la vida —dijo el mago.
—?Pero se hace eso alguna vez? ?Como se hace? Parecio que Gavilan contestaba de mala gana:
—Por medio de los sortilegios de Invocacion —dijo, e hizo una mueca, o fruncio el entrecejo. Arren creyo que no diria nada mas, pero un momento despues prosiguio—: Esos sortilegios figuran en los Libros del Saber de Paln. El Maestro de Invocaciones no ensena ni aplica ese saber. Se lo ha usado en muy contadas ocasiones, y nunca sabiamente, pienso yo. Los grandes sortilegios de esa ciencia fueron urdidos por el Mago Gris de Paln, hace miles de anos. El Mago Gris invocaba a los espiritus de los heroes y los magos, incluso el de Erreth-Akbe, para que aconsejaran a los Senores de Paln sobre la conduccion de las guerras y el gobierno.
—?Y que sucedio?
—El consejo de los muertos no es provechoso para los vivos. Tiempos de desdichas cayeron sobre Paln. El Mago Gris fue desterrado. Murio olvidado.
El mago hablaba con reticencia, pero hablaba, como si sintiera que Arren tenia derecho a saber; y Arren lo acuciaba… —?Entonces, nadie emplea ahora esos sortilegios?