uno de ellos quiera decirle la verdad a un hombre, cosa nada frecuente, ignora que aspecto tiene la verdad para un hombre. Asi que le pregunte: «?De la misma manera que esta tu padre Orm en Selidor?». Porque como tu sabes, alli es donde Orm y Erreth-Akbe murieron combatiendo. Y el respondio: «No y si. Lo encontraras en Selidor, pero no en Selidor». —Gavilan hizo una pausa y reflexiono, mientras mascaba una corteza de pan duro—. Tal vez quiso decir que aunque el hombre no esta en Selidor, es alli adonde tengo que ir para encontrarlo. Tal vez… Le pregunte entonces por los otros dragones. Dijo que ese hombre ha estado con ellos, y sin sentir ningun temor, porque aunque ha muerto retorna una y otra vez de la muerte, en carne y hueso, vivo. Por lo tanto ellos le temen como a una criatura sobrenatural; y por ese temor los domina con magia, y los ha despojado del Habla de la Creacion, dejandolos librados a su propia naturaleza. Y asi se devoran unos a otros, o se quitan ellos mismos la vida arrojandose al mar… una muerte abominable para la serpiente de fuego, la bestia del viento y el fuego. Le dije entonces: «?Donde esta el senor Kalessin?», y todo cuanto me dijo fue: «En el Oeste», lo cual podria significar que Kalessin ha volado hacia esas tierras que segun los dragones se extienden mas alla de las aguas conocidas; o quiza no signifique eso. Asi que termine con mis preguntas, y el empezo con las suyas, diciendo: «He volado sobre Kaltuel volviendo al norte, y sobre las Puertas de Torin. En Kaltuel vi a unos aldeanos que sacrificaban a un nino de pecho sobre la piedra de un altar, y en Ingat a un hechicero que las gentes de su propia comunidad habian matado a pedradas. ?Te parece, Ged, que se comeran al nino? ?Regresara el hechicero de la muerte y apedreara a su propio pueblo?». Yo pense que se burlaba de mi, y estaba a punto de contestarle con colera, pero no, no se burlaba. Dijo: «El sentido ha desaparecido de las cosas. Hay un agujero en el mundo, y el mar escapa por el. La luz se esta acabando. Nos quedaremos en la tierra yerma. No habra mas agua ni mas muerte». Y entonces comprendi, por fin, lo que queria decirme.

Arren no solo no comprendia; estaba, ademas, muy perturbado. Porque Gavilan, al repetir las palabras del dragon se habia nombrado a si mismo con su nombre verdadero, era evidente. Y eso habia despertado en la memoria de Arren el penoso recuerdo de la mujer de Lorbaneria gritando a quien quisiera oirla: «?Mi nombre es Akaren!». Si los poderes de la magia, y los de la musica y la palabra, y los de la confianza se estaban debilitando y marchitando entre los hombres, si un miedo demente se estaba apoderando de ellos de modo que, como los dragones privados de razon, se volvian unos contra otros para destruirse, si eso ocurria, ?escaparia su senor a ese destino? ?Era en verdad tan fuerte?

No parecia fuerte, encorvado sobre su cena de pan y pescado ahumado, el pelo encanecido y chamuscado por el fuego, las manos fragiles, la cara fatigada.

Sin embargo, el dragon le temia.

—?Que te atormenta, hijo?

Con el, solo cabia la verdad.

—Habeis pronunciado vuestro nombre verdadero, mi senor.

—Oh, si. Olvide que no lo habia dicho antes. Necesitaras de mi nombre verdadero, si vamos alla adonde debemos ir. —Alzo los ojos hacia Arren, todavia masticando—. ?Pensaste que me estaba volviendo senil, y que iria pregonando mi nombre a los cuatro vientos, como un viejo leganoso que ha perdido la razon y la verguenza? ?No, hijo, todavia no!

—No —dijo Arren, tan azorado que no pudo decir nada mas. Estaba rendido; el dia habia sido largo, y poblado de dragones. Y las perspectivas eran cada vez mas sombrias.

—Arren —dijo el mago—. ?No! Lebannen, alli adonde vamos, no hay nada que ocultar. Alli todos llevan sus verdaderos nombres.

—Nadie puede hacer dano a los muertos —dijo Arren, sombrio.

—Pero no es solo alli, no solo en la muerte, donde la gente recobra sus nombres. Aquellos que pueden ser mas danados, los mas vulnerables, aquellos que han dado amor, y no lo piden de vuelta: esos se llaman unos a otros por sus nombres. Los fieles de corazon, los capaces de dar vida… Pero estas rendido, hijo. Echate y duerme. No hay nada que hacer ahora, salvo mantener el rumbo toda la noche. Y en la manana veremos la ultima isla del mundo.

En la voz del mago habia una extrema gentileza. Arren se acurruco en la proa y al instante el sueno empezo a invadirlo. Oyo que el mago entonaba un cantico en voz muy queda, casi un murmullo, no en lengua hardica sino en el Habla de la Creacion; y cuando empezaba al fin a comprender, y a recordar lo que las palabras significaban, justo antes de comprenderlas, se quedo dormido.

En silencio el mago guardo el pan y la carne, inspecciono las lineas, puso todo en orden en la barca, y luego, tomando el cabo de guia de la vela en la mano y sentandose en la bancada de popa, puso en la vela el fuerte viento de magia. Incansable, Miralejos enfilo hacia el norte, una flecha sobre el mar.

Miro a Arren, el rostro dormido del muchacho iluminado por el oro rojo del largo crepusculo, la aspera cabellera movida por el viento. Ya no era el adolescente de aspecto delicado, sereno y principesco que pocos meses antes lo aguardara sentado junto a la fuente de la Casa Grande; este era un rostro mas delgado, mas duro y mucho mas fuerte. Pero no menos hermoso.

—No he encontrado a nadie que me siguiera en mi camino —dijo Ged el Archimago en voz alta, hablandole al joven dormido, o quiza al viento hueco—. A nadie mas que a ti. Y tu has de seguir tu camino, no el mio. Sin embargo, tu reino, en parte, sera tambien mi reino. Porque yo te reconoci, ?yo fui el primero en reconocerte! Y mas me alabaran por esto en los dias del futuro que por todas mis hazanas de magia… Si hay dias en el futuro. Porque ante todo tenemos que encontrar el punto de Equilibrio, el centro pendular del mundo. Y si yo caigo, caeras tu, y todo el resto… Por un tiempo, por un tiempo. No hay oscuridad que dure eternamente. Y aun alli, hay estrellas… Oh, cuanto me gustaria verte coronado en Havnor, y el sol resplandeciendo sobre la Torre de la Espada, y sobre el Anillo que para ti trajimos de Atuan, desde las tumbas tenebrosas, Tenar y yo, ?antes aun que tu nacieras!

Rio, y volviendose de cara al norte, dijo entre dientes en la lengua comun: —?Un cabrerizo sentando en el trono al heredero de Morred! ?No aprendere nunca?

Luego, siempre con el cabo de guia en la mano y la vela henchida y roja a los ultimos resplandores del poniente, hablo otra vez en voz baja: —Ni en Havnor quisiera estar, ni en Roke. Es tiempo de acabar con el poder. De abandonar los juguetes viejos y seguir andando. Es tiempo de que vuelva a casa. Quisiera ver a Tenar. Quisiera ver a Ogion, y hablar con el antes de que muera, en la casa de los acantilados de Re Albi. Ardo en deseos de caminar por la montana, la montana de Gont, por los bosques en otono, cuando las hojas brillan. No hay ningun reino que pueda compararse a los bosques. Es tiempo de que vaya alli, de que vaya en silencio, solo. Y acaso alli aprenda al fin lo que ninguna accion, ningun arte, ningun poder puede ensenarme, lo que nunca he aprendido.

El poniente entero estallaba en rojas llamaradas de furia y de gloria, y el mar se tenia de purpura, y la vela en lo alto brillaba como la sangre; y luego cayo silenciosa la noche. Toda esa noche el muchacho durmio y el hombre velo, mirando adelante, escrutando la oscuridad. No habia estrellas.

11. Selidor

Por la manana, al despertar, Arren vio delante de la barca, brumosas y bajas en el oeste azul, las costas de Selidor.

En el Palacio de Berila habia viejos mapas, trazados en los tiempos de los Reyes, cuando los mercaderes y los exploradores navegaban mas alla de las Comarcas Interiores y los Confines eran mejor conocidos. Un gran mapa del Norte y el Oeste se extendia a lo largo de dos paredes de mosaico en la sala del trono, con la isla de Enlad, en oro y gris, sobre la cabecera del trono. Arren lo veia ahora con el ojo de la mente como lo habia visto miles de veces en la ninez y la adolescencia. Al norte de Enlad estaba Osskil, y al oeste de Osskil, Ebosskil, y al sur de este, Semel y Paln; y alli se terminaban las Comarcas Interiores, y en el mosaico de un palido verdeazul no habia nada mas que mar vacio, con la diminuta figura de una ballena o un delfin puesta aqui y alla. Por fin, pasando el angulo en el que el muro del Norte se encontraba con el muro del Oeste, aparecia Narveduen, y mas alla de ella tres islas menores. Y luego otra vez mar, y mar vacio, mar y mar; hasta el borde mismo de la pared, y el contorno del mapa, donde emergia Selidor, y mas alla la nada.

La recordaba vividamente, la forma curva, la ancha bahia en el corazon de la isla, abriendose en un

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