Miro a la izquierda y vio al hombre tendido en el suelo del desierto, envuelto en la capa, con un brazo bajo la cabeza, profundamente dormido. El rostro tenia una expresion seria, casi malhumorada; pero la mano izquierda yacia flojamente sobre la tierra, junto a un cardo pequeno que todavia conservaba el raido capuchon de pelusa gris y la diminuta coraza de puas y espinas. El hombre y el pequeno cardo del desierto; el cardo y el hombre dormido…

Un hombre cuyos poderes eran parecidos a los de las Antiguas Potestades de la Tierra, y no menos fuertes; un hombre que hablaba con los dragones y paraba los terremotos con una palabra. Y alli reposaba, dormido sobre la tierra, con un pequeno cardo junto a la mano. Que extrano era todo. Vivir, estar en el mundo, era algo muchisimo mas extrano que lo que ella sonara jamas. Los fulgores del cielo tocaron los cabellos polvorientos del hombre y por un instante doraron el cardo.

La luz se extinguia lentamente. Y el frio parecia mas intenso minuto a minuto. Tenar se levanto y empezo a juntar salvia seca, quebrando las ramas delgadas, pero recias y nudosas, como de roble. Se habian detenido alli a eso del mediodia, cuando hacia calor, y el cansancio les habia impedido continuar. Un par de enebros achaparrados y la ladera occidental del cerro por la que acababan de descender eran abrigo suficiente; despues de beber un poco de agua del frasco, se habian echado en el suelo a dormir.

Bajo los arbolitos habia unas ramas mas largas, y ella las recogio. Cavando un hoyo entre unas rocas que emergian de la tierra, preparo una hoguera y la encendio con su pedernal. La yesca de hojas y ramitas de salvia se encendio con rapidez. Las ramas secas se inflamaron en llamas encarnadas, perfumadas de resina. Ahora, todo parecia oscuro alrededor de la hoguera, y las estrellas asomaban otra vez en la vastedad del cielo. La crepitacion y el chisporroteo de las llamas despertaron al hombre dormido. Se incorporo, se froto la cara mugrienta con las manos, y al fin se levanto, entumecido, y se acerco al fuego.

—Me pregunto…—dijo con voz sonolienta.

—Lo se, pero no aguantaremos aqui toda la noche sin un fuego. Hace demasiado frio. —Y al cabo de un momento, ella agrego: —A menos que tu conozcas alguna magia que nos mantenga calientes, o que oculte la luz…

El se sento junto al fuego, los pies casi metidos en las llamas y abrazandose las rodillas. —?Brr! —dijo—. El fuego es mucho mejor que la magia. He creado una pequena ilusion a nuestro alrededor; si alguien viene por aqui le pareceremos palos y piedras. ?Que crees tu? ?Nos estaran siguiendo?

—Lo temo, aunque no es probable. Nadie excepto Kossil sabia que tu estabas alli. Kossil y Manan. Y ellos han muerto. Seguramente ella estaba en el Palacio del Trono cuando se derrumbo. Esperandonos en la puerta- trampa. Y los otros, los demas, pensaran que yo estaba en el Palacio o en las Tumbas, y que me ha sepultado el terremoto.

—Tambien ella se abrazo las rodillas, y se estremecio.— Espero que los otros edificios no se hayan derrumbado. No se veian bien desde la colina, con tanto polvo. No los templos y las casas, al menos, no la Casa Grande donde duermen las ninas…

—Yo diria que no. Solo las Tumbas, que se devoraron a si mismas. Vi el techo de oro de un templo cuando nos alejabamos; todavia estaba en pie. Y habia gente al pie de la colina, gente corriendo.

—Que diran, que pensaran… ?Pobre Penta! Quiza tenga que convertirse en la Suma Sacerdotisa del Dios- Rey. Ella era quien siempre deseaba escapar. No yo. Quizas escape ahora. —Tenar sonrio. Tenia una alegria que ningun pensamiento ni ningun temor podia ensombrecer, la misma alegria confiada que habia nacido dentro de ella al despertar a la luz dorada. Abrio la bolsa y saco dos panecillos aplastados; le dio uno a Ged por encima del fuego y mordio el otro. El pan era duro, y agrio, y muy bueno para comer. Durante un rato los dos masticaron en silencio.

—?A que distancia estamos del mar?

—Dos dias y dos noches tarde en venir. Tardaremos mas en ir.

—Soy fuerte —dijo ella.

—Eres fuerte y valiente. Pero tu companero esta cansado —dijo el con una sonrisa—. Y no tenemos mucho pan.

—?Encontraremos agua?

—Manana en las montanas.

—?Podras encontrar comida para nosotros? —pregunto ella, con cierta timidez e indecision.

—Para cazar hace falta tiempo, y armas.

—Quiero decir, ya sabes, con encantamientos.

—Puedo llamar a un conejo —dijo el, atizando el fuego con una retorcida vara de enebro—. Ahora mismo, todo alrededor, los conejos estan saliendo de las madrigueras. Es la hora de los conejos, el anochecer. Si llamara a alguno por el nombre, acudiria… Pero ?te gustaria atrapar, desollar y guisar un conejo al que has llamado asi? Tal vez si estuvieras muriendote de hambre. Pero seria un abuso de confianza, creo yo.

—Si. Yo pensaba que quiza podrias…

—Hacer aparecer una cena —dijo el—. Oh, podria. Y en vajilla de oro, si quieres. Pero eso es ilusion, y cuando comes ilusiones acabas mas hambriento que antes. Lo mismo seria que te comieras tus propias palabras. —Durante un instante ella vio brillar los dientes blancos de Ged a la luz de la hoguera.

—Tu magia es singular —dijo con cierta dignidad, de igual a igual, de Sacerdotisa a Mago—. Por lo que parece, solo sirve para cosas grandes.

El agrego un poco de lena al fuego y las llamas estallaron en chisporroteos y crepitaciones, un juego de artificios que olia a enebro.

—?De veras puedes llamar a un conejo? —pregunto Tenar de pronto.

—?Quieres que lo haga?

Ella asintio.

El se aparto del fuego y dijo con voz queda hacia la oscuridad inmensa y estrellada: —Kebbo… O kebbo…

Silencio. Ningun sonido. Ningun movimiento. Y de pronto, en el linde mismo de la parpadeante luz de las llamas, aparecio un ojo, redondo como un guijarro de azabache, muy cerca del suelo. La curva de un lomo peludo; una oreja, larga, levantada, atenta.

Ged hablo otra vez. La oreja temblo, y una segunda oreja emergio repentinamente de las sombras; luego, el animalito se volvio y Tenar lo vio entero un instante, el brinco corto, agil y sigiloso con que regreso despreocupado a sus ocupaciones nocturnas.

—?Ahi —dijo ella, recuperando el aliento—. Que encanto. —Y pregunto en seguida: —?No podria hacerlo yo?

—Pues…

—Es un secreto —dijo ella, seria otra vez.

—El nombre del conejo es un secreto. Al menos, no se ha de pronunciar a la ligera, sin una razon. Pero lo que no es un secreto, sino mas bien un don, o un misterio, entiendes, es el poder de convocar a alguien.

—Oh —dijo ella—. Y eso es lo que tu tienes. ?Ahora comprendo! —Habia una pasion en la voz de Tenar que la burla presunta no lograba esconder. El la miro y no respondio.

En realidad, todavia estaba agotado por la lucha con los Sin Nombre: habia consumido todas sus energias en aquellos tuneles que se sacudian. Y aunque habia ganado, no le quedaban animos para celebrarlo. Pronto volvio a acurrucarse, lo mas cerca posible del fuego, y se durmio.

Tenar se quedo alimentando el fuego y contemplando las constelaciones invernales que centelleaban de horizonte a horizonte hasta que se adormecio mareada por el esplendor y el silencio.

Los dos despertaron. La hoguera estaba apagada. Las estrellas que Tenar habia contemplado brillaban lejos ahora, mas alla de las montanas, y otras nuevas habian asomado por el este. Los habia despertado el frio, el frio seco de la noche desertica, el viento como un cuchillo de hielo. Un celaje de nubes cubria el cielo por el sudoeste.

La lena casi se habia acabado. —En marcha —dijo Ged—. No tardara en amanecer. —Le castaneteaban los dientes y a ella le costaba entender lo que el decia. Echaron a andar, subiendo por la larga ladera del oeste. Los matorrales y las rocas parecian negros a la luz de las estrellas, y era facil caminar, como si fuera de dia. Despues de un primer rato de frio, entraron en calor; dejaron de encogerse y tiritar, y empezaron a moverse mas facilmente. Al amanecer estaban ya en la primera elevacion de las montanas que hasta entonces habian

Вы читаете Las tumbas de Atuan
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату
×