Estaba claro que Deborah habia perdido el control del interrogatorio del sospechoso, cosa que el manual desaprueba. Volvio a saltar a un lado, nerviosa por la simbologia sexual de la silla de Meza, y el la siguio sentado en ella.

—?Vamos, mama, rindete! —grito el hombre con una voz a medio camino entre una carcajada y un resuello asmatico.

Lamento que pueda dar a entender que siento algo, pero a veces experimento una punzada de compasion por Deborah, porque la verdad es que se esfuerza mucho. Por lo tanto, mientras Meza giraba su silla siguiendo en minicirculos a Deborah, me puse detras de el, me incline sobre el respaldo de su silla y desenchufe el cable de sus baterias. El zumbido del motor ceso, la silla se detuvo de golpe y lo unico que se oyo fue una sirena lejana y el golpeteo del dedo de Meza sobre el joystick.

En el mejor de los casos, Miami es una ciudad de dos culturas y dos idiomas, y los que estamos inmersos en ambas hemos aprendido que una cultura diferente puede ensenarnos muchas cosas nuevas y maravillosas. Siempre he sido partidario de esta idea, y ahora me recompenso, cuando Meza demostro ser tremendamente creativo tanto en ingles como en espanol. Nos solto una retahila impresionante de lugares comunes, y despues su faceta artistica florecio en todo su esplendor y me llamo cosas que nunca habian existido, salvo tal vez en un universo paralelo disenado por Jeronimo Bosch. La actuacion adopto un aire de improbabilidad sobrenatural, debido a que su voz sonaba muy grave y ronca, pero en ningun momento permitio que eso le detuviera. Yo estaba francamente admirado, y por lo visto Deborah tambien, porque ambos nos quedamos escuchando hasta que por fin se canso y concluyo con «Soplapollas».

Le rodee y me detuve al lado de Debs.

—No digas esas cosas —le espete al hombre, y me traspaso con la mirada—. Es muy prosaico, y tu estas por encima de eso. ?Que es lo que has dicho? ?«Saco comemierda de vomito de zarigueya»? Maravilloso.

Reconoci sus meritos con un pequeno aplauso.

—Enchufame, pedo de puta —grito—. Ya veremos si sigues igual de contento despues.

—?Para que nos atropelles con tu todoterreno deportivo? No, gracias.

Deborah resucito de su estupefacta admiracion de la representacion y volvio a adoptar su papel protagonista. Me empujo a un lado y miro a Meza con rostro inexpresivo.

—Senor Meza, necesitamos que conteste a un par de preguntas, y si se niega a colaborar, le conduciremos a la comisaria y se las haremos alli.

—Hazlo, hija de puta —contesto—. A mi abogado le encantaria.

—Podriamos dejarle asi —sugeri—. Hasta que venga alguien y se lo lleve para venderlo como chatarra.

—Enchufame, saco de pus de lagarto.

—Se esta repitiendo —dije a Deborah—. Creo que le estamos desgastando.

—? Amenazo con matar al director de la Oficina de Turismo? —le pregunto Deborah.

Meza se puso a llorar. No fue un espectaculo edificante. Su cabeza empezo a moverse nerviosa de un lado a otro, brotaron mocos de su nariz y boca, se sumaron a las lagrimas y empezaron a desfilar sobre su rostro.

—Hijos de puta —exploto—. Tendrian que haberme matado. —Sorbio por la nariz tan debilmente que no logro otra cosa que emitir un sonido humedo—. Mirame, mira lo que han hecho —prosiguio con su voz ronca, un graznido inexpresivo.

—?Que le hicieron, senor Meza? —le pregunto Debs.

—Mirame —resoplo el hombre—. Esto me hicieron. Mirame. Vivo en esta chingada silla, ni siquiera puedo mear sin que un enfermero maricon me sostenga la polla. —Alzo la vista, un poco desafiante pese a los mocos—. ?Tu no querrias matar tambien a esos puercos?

—?Esta diciendo que ellos le hicieron esto? —insistio Debs.

El hombre sorbio por la nariz de nuevo.

—Sucedio en el trabajo —dijo, un poco a la defensiva—. Dentro del horario, pero ellos dijeron no, accidente de coche, no pagamos. Y despues, me despidieron.

Deborah abrio la boca, y luego volvio a cerrarla con un sonido audible. Creo que habia estado a punto de decir algo asi como, «?Donde estaba anoche entre las tres y media y las cinco?», y se le ocurrio que debia estar en aquella silla motorizada. Pero Meza era listo, y tambien se dio cuenta.

—?Que? —pregunto, con un poderoso sorbido que desencadeno una tormenta de mocos—. ?Alguien ha matado por fin a esos chingados maricones? ?Y no crees que pude ser yo debido a la silla? Enchufame, puta, y te demostrare con que facilidad mato a quien me cabrea.

—?A que maricon mato? —le pregunte, y Deborah me dio un codazo, aunque todavia no tenia nada que decir.

—Al que haya muerto, cabronazo —resoplo—. Espero que sea la soplapollas de Jo Anne, pero joder, los matare a todos antes de terminar.

—Senor Meza —dijo Deborah, y percibi una leve vacilacion en su voz que habria podido ser compasion en otra persona. En Debs era decepcion, tras haberse dado cuenta de que aquella lamentable cosa no era su sospechoso. Una vez mas, Meza lo percibio y paso al ataque.

—Si, lo hice yo —dijo—. Esposame, hijaputa. Encadename al suelo, en el asiento trasero con los perros, ?Que pasa, tienes miedo de que muera por tu culpa? Hazlo, hijaputa. O te matare como mate a aquellos mamones capullos de la oficina.

—Nadie mato a nadie de la oficina —le aclare.

Me fulmino con la mirada.

—?No? —Su cabeza giro hacia Deborah, y los mocos destellaron a la luz del sol—. Entonces, ?por que cono me estas acosando, cerda de mierda?

Deborah vacilo, y probo por ultima vez.

—Senor Meza.

—Que te den por el culo, y sal cagando leches de mi porche —le espeto el hombre.

—Parece una buena idea, Debs —sugeri.

Deborah sacudio la cabeza frustrada, y despues exhalo aire de forma explosiva.

—Joder —rezongo—. Vamos. Enchufale.

Dio media vuelta y bajo del porche, dejandome el peligroso y desagradecido trabajo de enchufar el cable de la corriente de Meza a la bateria. Eso demuestra lo egoistas y desconsiderados que son los humanos, aunque sean de la familia. Al fin y al cabo, era ella la que llevaba pistola. Entonces, ?no deberia haber sido ella quien le enchufara?

Por lo visto, Meza estaba de acuerdo. Empezo a recitar una nueva lista de vulgar y grafico surrealismo, dirigida a la espalda de Deborah, Lo unico que yo mereci fue un veloz «Deprisa, maricon», cuando hizo una pausa para tomar aliento.

Me di prisa. No por que deseara complacer a Meza, sino porque no queria estar cerca cuando la silla estuviera conectada. Era demasiado peligroso, y en cualquier caso, pensaba que ya habia perdido bastante de mi preciosa e irremplazable luz diurna escuchando sus monsergas. Habia llegado el momento de volver al mundo, donde habia monstruos que atrapar, incluso un monstruo en ciernes, y con suerte tambien algun lugar donde comer. Nada de esto ocurriria si me quedaba atrapado en este porche, esquivando una silla motorizada con una boca a juego.

Asi que enchufe el cable a la bateria y sali pitando de alli antes de que Meza se diera cuenta de que estaba conectado de nuevo. Corri hacia el coche y subi. Deborah puso la marcha y acelero antes de que yo hubiera acabado de cerrar la puerta, por lo visto preocupada por la posibilidad de que Meza arremetiera contra el vehiculo en su silla, y enseguida nos encontramos de regreso en el meollo confuso del trafico homicida de Miami.

—Joder —dijo por fin, y la palabra se me antojo una suave brisa de verano despues de escuchar a Meza—. Estaba segura de que era el.

—Piensa en el aspecto positivo —replique—. Al menos has aprendido unas cuantas palabras nuevas maravillosas.

—Vete a tomar por el saco —sentencio Debs. Al fin y al cabo era muy propio de ella.

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