Bourgeois hasta que encontro el edificio que reconocio como la antigua Kommandantur donde el trabajaba.

Ahora era la oficina de correos del Marais. Giro a la izquierda y entro en el oscuro callejon empedrado que tan bien recordaba.

Una parte importante del Marais se encontraba surcada por cantones medievales y abigarrados patios como ese, humedos y con olor a alcantarilla. Se detuvo a escuchar, pero no habia nadie tras el. La unica luz ademas de la de la farola era el resplandor amortiguado tras alguna cortina cerrada.

Hartmuth miro hacia arriba, pero no habia ojos vigilantes como en el pasado, solo la salamandra de marmol tallada sobre la entrada al patio. Se le formo un nudo, aun mayor, en el estomago.

Recordaba muy bien la salamandra y a la familia que vivio detras de ella. La policia francesa, a la que el supervisaba, los habia hecho salir escaleras abajo con sus estrellas amarillas cosidas a los abrigos, mientras ellos protestaban y decian que tenia que tratarse de un error. La redada habia tenido lugar durante el dia, cuando ella estaba en la escuela. Pero los vecinos lo habian visto todo detras de sus ventanas cerradas. El sabia que estarian vigilando. La furgoneta habia estado aparcada justo donde el se encontraba ahora, bajo el arco de la rue du Parc Royal, con la salamandra de marmol esculpida y con el escudo de armas de Francisco I.

Ahora los edificios eran boutiques y modernas zapaterias en lugar de tiendas de especialidades kosher y talleres de ropa. Donde la calle se unia al retorcido callejon medieval de la rue de Payenne, Hartmuth inhalo lo mas profundamente que le fue posible. Anduvo despacio sin hacer ruido y sintio que tenia dieciocho anos. Suplico a Dios que ella estuviera alli, aunque sabia que no podia ser. No estaba.

La plaza Georges-Cain aun estaba alli, la tumba arqueologica de Paris. Las columnas romanas se elevaban sin un diseno predeterminad, en el suelo yacian rosetas esculpidas y figuras de marmol se recostaban contra las paredes. Pero no tenia dieciocho anos y no iba a reunirse con su amada, Sarah, escondida en las catacumbas. Se sento y lloro.

Viernes por la manana

Aimee colgo el traje de pantalon en el armario del frio dormitorio. Aun se sentia herida por el comentario de Sinta. Pego una patada al radiador que se negaba a funcionar hasta que, con un torpedeo, comenzo a soltar un chorrito de calor.

Su abuelo habia arramplado con unos cuantos viejos ladrillos, durante la ocupacion, y les habia dado vueltas en la chimenea para retener el calor. Con ellos cubria su cama, los envolvia con las mantas y dormia calentito durante toda la noche. La pena era que la chimenea llevaba tapiada desde los anos sesenta. Utilizo el busca para localizar a Rene, que la llamo por telefono instantes mas tarde.

– ?Como puedo averiguar si un grupo llamado Les Blancs Nationaux…? Rene la interrumpio.

– Su pagina web es infame, no es para corazones sensibles.

– ?Te importaria explicarte?- Escucho el ruido de fondo de un suave gemido y golpes ritmicos amortiguados-. ?Interrumpo algo, Rene?

– Ya podrias-rio el- Estoy en la lavanderia de Vincennes y esta centrifugando. Una prueba de que no puedo permitirme la limpieza a seco, como tu.

Lo malo era que ello ni siquiera podia permitirse recoger el unico traje decente que tenia.

– Hablame de Les Blancs Nationaux.

– ?A que se debe el repentino interes?

– La nuera de la victima los culpa del asesinato-dijo-. Morbier dijo que habia una manifestacion en las cercanias.

– ?Me estas hablando de la anciana de los cincuenta mil francos a la que tatuaron la esvastica?

– Eres todo un Sherlock Holmes.

– Se dice que graban en video las reuniones-dijo el.

– ?Te refieres a que las cuelgan en internet?

– Solo para los verdaderos iniciados-dijo el-. Parte de un espantoso ritual para la hermandad aria en sus reuniones.

?Serian Les Blancs Nationaux lo suficientemente duros como para grabar un asesinato? Solo existia una manera de adivinarlo.

Accedio a la guia telefonica de Paris a traves de Minitel desde el telefono de su casa. Les Blancs Nationaux aparecian con una direccion de la porte Bagnolet. Abrio al maximo las altas puertas forradas del armario y miro en su interior. Todavia tenia los disfraces de cuando trabajo con su padre. En algun lugar ahi dentro se encontraba el atuendo necesario para hacerles una visita.

La cazadora de su primo Sebastian, que afortunadamente habia pasado de devolverle, colgaba junto a un disfraz de haren con velo purpura. Junto al mono verde de limpiador de calles de Paris, detras de un delantal de cocinero almidonado, blanco nuclear, encontro sus rasgados vaqueros negros de la boutique Thank God I’m a VIP, en la rue Greneta.

Abrio su estuche de maquillaje de teatro, una caja abollada que aun ocupaba todo un cajon de su cuarto de bano aunque no la habia utilizado desde hacia anos. Se dispuso a trabajar en su rostro. Una vez termino, saco la caja de las pelucas, llena de polvo, debido al abandono, bajo la cama y escogio una negra de su coleccion. La recorto y cepillo hasta conseguir el estilo que buscaba.

De su despacho le llego el pitido y el zumbido del fax. Se inclino nerviosa pensando que podia pasar, esperando que fuera una actualizacion de algun impago que les permitiera hacer frente a los gastos del despacho del mes anterior. Cogio la hoja y se detuvo a medio camino. El logotipo era la direccion de un local con autoservicio de fotocopias y fax cerca de la Bastilla. El papel contenia solo una frase: “Deja tranquilos a los fantasmas o te uniras a ellos”.

Dejo caer el fax y se agarro al borde de la mesa para apoyarse, al tiempo que la imagen del grabado nazi sobre la frente de Lili se presentaba ante ella. Alguien pensaba que merecia la pena amenazarla y ella ni siquiera habia comenzado a investigar.

– “Autoservicio” significa exactamente eso-le dijo el dueno del local de la Bastilla, sintiendose acosado.

– Espere un momento-dijo Aimee amenazante-. Aqui aparecen el dia y la hora. ?Quien envio este fax?

– Se meten los francos en la maquina y funciona-respondio el encogiendose de hombros.

– Alguien esta intentando matarme, Fifi- Ella se acerco aun mas. Tenia el labio superior perlado de sudor-. ?Quien ha estado aqui hoy?

– Con los empleados no se tiene casi trato, o nada.-El se retiro a la seguridad que le proporcionaba estar tras el mostrador.

Su rasgada cazadora de cuero se ataba con cadenas; llevaba los vaqueros rotos, negros, como soldados a sus piernas. Botas negras de motero son sonido metalico y una camiseta de tirantes con agujeros que mostraba tatuajes, completaban su atuendo. Por su pecho asomaba el simbolo de las SS y cruces de hierro, en medio de imperdibles, calaveras y esvasticas. Sus grandes ojos estaban perfilados de negro, a juego con su pintalabios purpura. Y su peluca negra lucia una desalinada cresta.

De todos modos, interrogo al otro empleado. Este pestaneo y le dijo que habia estado demasiado ocupado. Pero si venia mas tardes, podria preguntarlo Fifi todo lo que quisiera.

Desde la Bastilla cogio el metro hasta la porte Bagnolet. Durante el trayecto enumero las personas que podian haber enviado el fax, desde cualquiera hasta unos pocos judios viejos, ademas de Morbier, el cual sabia que estaba investigando el asesinato de Lili.

?Podria haberla amenazado alguno de los que celebraba el shiva en casa de los Stein? ?Quiza Sinta, encendida por la furia, le habia enviado un fax amenazandola para que dejara en paz el pasado? No, cualquiera que fueran los sentimientos de Sinta sobre sus dotes para la deduccion, ella no haria algo asi. No tenia sentido, y fuera lo que fuera Sinta, instintivamente Aimee se habia percatado de su sentido practico.

Encontro la avenida Jean Jaures, un ancho boulevard con arboles a ambos lados.

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