Todos los pueblos y ciudades de Francia tenian una avenida Jean Jaures en memoria del famoso lider socialista y Paris no era una excepcion.

Junto a la entrada principal de un sencillo edificio marron similar a los demas, habian colocado junto a la ranura de la direccion, un trozo de papel con las siglas “LBN” mecanografiadas. Simple y anonimo.

Un timbre de metal sobre el decia “rez-de-chausee” (planta baja). No tendria que subir escaleras vestida con sus ajustados vaqueros. Un suelo de falso parquet conducia a lo largo de un pasillo fluorescente en el cual resonaban sus pasos. Sobre una puerta de madera habia una nota escrita a maquina: “Videos gratuitos: ?Conozca la historia real ?!”

El olor a pintura fresca y a desinfectante la golpeo al llamar a la puerta. Abrio una mujer delgada vestida con un mono negro que la miro con el seno fruncido. Uno de los ojos grises de la mujer vagaba de un lado a otro. El otro miro a Aimee de arriba abajo.

– ?Llega tarde!- dijo.

Desconcertada, Aimee tomo aire y esbozo una media sonrisa. La frase elativa a unirse a Les Blancs Nationaux se evaporo en sus labios.

– No te quedes ahi-dijo la mujer con sequedad-.Entre.

Siguio a la mujer hasta una pequena oficina amueblada de manera sencilla con mesas y sillas de acero.

– El trafico. Esperabas…-dijo Aimee

– Que hubieras llegado hace veinte minutos-ladro la mujer. Se sento y parecio estar mas tranquila. E l ojo errante le temblaba menos mientras sus dedos golpeaban expectantes la mesa de metal de la recepcion-. ?Donde estan?

Aimee deslizo sus unas purpura en los bolsillos de los ajustados vaqueros. Se encogio de hombros y se rasco la cabeza.

– No empieces-dijo la mujer. Parecia estar tan enfadada como para escupirle.

Aimee se levanto de un salto.

– Mira, yo…

– ?Ya fue suficiente la ultima vez!- interrumpio la mujer.

Definitivamente, esta esqueletica mujer de ojos raros tenia una fijacion.

Aimee escucho ruidos en el pasillo.

Una expresion de alarma surco el rostro de la mujer. Estaba aterrorizada, de eso Aimee estaba segura. La mujer se levanto de su silla como un resorte.

– ?Se lo explicas tu!-dijo acercandose a la puerta a grandes zancadas. El frio miedo a lo desconocido recorrio las venas de Aimee. Ahora deseaba haber traido a Rene de apoyo.

La puerta se abrio de golpe. Un hombre alto con pelo rapado y oscuro que ensombrecia su craneo empujaba una plataforma llena de cajas apiladas. Tras las cajas de carton se vislumbraba su traje a raya diplomatica.

– Acaban de llegar-dijo-. Hay mas en el coche-dijo dirigiendose a la mujer.

Ella se movio con rapidez.

– Te encargas tu de ella-dijo antes de salir.

El hombre levanto las cajas con un grunido, las apoyo en el suelo y entonces vio a Aimee. Su rostro bronceado de marcadas arrugas contrastaba con sus brillantes y agudos ojos turquesa. Tomo un video en un estuche de plastico de dentro de una de las cajas, se lo lanzo y comenzo a almacenar un monton de videos en una esquina.

Aimee leyo la resena en el interior del plastico transparente: “Todo esta aqui, vea la VERDAD, visite lo que llaman un campo de la muerte y vea el engano perpetuado durante cincuenta anos”.

– ?Impresionante!-dijo ella.

El se volvio y le dedico una mirada.

Ella palidecio. En su muneca lucia tatuajes con simbolos de las SS como si fueran brazaletes.

– Discutimos formas artisticas ideales, comparando el arte degenerado del presente y exponiendo mitos de la filosofia del siglo XX como la falacia de los campos de la muerte.-Senalo un cartel frente a ella.

Ella hizo como que estudiaba el eslogan del cartel: “Guia para reconocer los tentaculos sionistas en la literatura!”.

El extendio el brazo y lanzo un punetazo, como si lo estuviera apuntando con una aguja.

– Nuestros cuerpos son templos arios y nosotros no fumamos hierba.-Sus helados ojos turquesa no abandonaban nunca el rostro de ella.

Penso que no se le escapaba nada. Y daba mas miedo que la recepcionista del ojo errante.

– No pasa nada. Estoy limpia, limpia de verdad-dijo con demasiado enfasis.

– ?Quien ere?

Ella se encogio de hombros.

– Eso es lo que yo me pregunto.

– ?Donde estan?.- A ella le entro el panico. ?Que era lo que esperaban? ?Que pasaria si el verdadero mensajero llegaba mientras ella hablaba?

Sobre el escritorio que tenia tras el sono el telefono y contesto. Le dio la espalda y se puso a escribir en una libreta.

Si se trataba de alguien que llamaba para hablar sobre su supuesto asunto, entonces estaba en un serio peligro. Comenzo a estudiar los panfletos sobre los expositores de la pared al tiempo que se acercaba a la puerta poco a poco mientas el hablaba por telefono. Casi habia llegado a la puerta cuando el colgo el telefono de golpe.

– No tan deprisa-dijo el-. Llevate estos- dijo al tiempo que el entregaba un monton de videos. Parecia estar mas tranquilo-. Todo se ha reorganizado. Traelos a nuestra reunion del sabado. En Montgaller, en el piso de arriba de ClicClac Video.

– D’accord-accedio ella. Saco su tarjeta-. Este es mi trabajo real.

Ahora el parecia incluso casi amable. La tarjeta rezaba “Luna, del Jardin del Sonido, Organizacion de Eventos/Gestion de sonidos, Les Halles”. Se trataba de una que habia tomado de su fichero de alias.

De manera teatral se quito el polvo de las manos y busco la suya. Cuando intercambiaron sus tarjetas ella se dio cuenta de que sus manos estaban frias como el hielo. En su tarjeta se leia “Thierry Rambuteau, DocuProducciones” junto a una corta lista de direcciones de fax, correo electronico y numeros de telefono.

Se escucharon gritos procedentes del pasillo. Al oir el sonido del cristal al romperse y de los forcejeos, ella asio los punos americanos en el interior de los bolsillos de la cazadora de cuero. El rostro de Thierry permanecio como una mascara mientras unas carcajadas escandalosas resonaban en el vestibulo exterior. La condujo hasta la puerta.

– Quedate a hablar con nosotros despues de la reunion, Luna-dijo en un tono de voz diferente. Sus ojos azules brillaban con calidez-. Nuestra causa cambiara tu vida. Lo hizo con la mia.

Una posibilidad remota. Eso es lo que ella queria decirle. En el exterior, trozos de cristal se dispersaban en el suelo de parque del vestibulo. No habia ni rastro de nadie, pero la puerta del cuarto de bano de enfrente se encontraba ligeramente abierta.

Ella salio a la luz del sol en la avenida Jean Jaures con la curiosidad de saber lo que habia ocurrido, pero a la vez satisfecha de poder marcharse. ?Que ocurria?

Espero diez minutos y luego volvio sobre sus pasos y entro de nuevo en el edificio. Silencio. Un olor a citrico flotaba en el pasillo. Habian barrido los cristales y habian cerrado con candado la puerta de Les Blancs Nationaux

?Habia descubierto Thierry Rambuteau que Aimee no era la persona por la que habia tomado la esqueletica mujer del ojo errante? ?Y si le habia seguido la corriente? Podria averiguarlo si Morbier la ayudaba.

Habia dejado el abrigo de Lili Stein que olia a cedro en una taquilla de la estacion con la intencion de llevarlo a la tintoreria. Se lo puso, cansada de la reaccion de otras personas en el metro.

Penso en Lili Stein y en su propia madre. La madre cuyo rostro permanecia borroso, flotando vagamente en los recodos de la memoria. Rodeo con los brazos el abrigo que cubria los tatuajes y el cuero negro.

– Maman-susurro en voz baja mientras arropaba su cuerpo con el abrigo.

Viernes al mediodia

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