aqui

Ella tomo un sorbo mientras observaba como la miraban sus ojos. Su mirada se habia vuelto brillante y distante

– La asesinaron cerca de este hotel-dijo Aimee dejando la taza despacio sobre la mesa-. Estrangulada. Le grabaron una esvastica sobre la frente.

– Me temo que no conozco ese n-nombre-dijo. Pestaneo repetidamente

Ella percibio el tartamudeo y vio temblor en su boca en su esfuerzo por ocultarlo

– Su familia dijo que habia tenido mucho miedo antes de que ocurriera. Creo que ella tenia algun secreto.- Aimee lo observaba-. Pero usted estuvo en Paris antes. Puede que se conocieran entonces, ?no?

Se trataba de un farol, pero merecia la pena intentarlo

– Me ha confundido usted con otra persona. Es la primera vez que vengo a Paris.- Se puso en pie deprisa

Aimee tambien se levanto

– Aqui tiene mi tarjeta. Esos retazos de nuestros recuerdos tienden a resurgir despues de conversaciones como esta. Llameme a cualquier hora. Una ultima pregunta: ?por que aparece usted como fallecido en la batalla de Stalingrado, herr Griffe?

El parecio estar realmente sorprendido

– Pregunto en el Ministerio de Defensa. Lo unico que recuerdo son los cuerpos apilados como lenos en la nieve. Montones de ellos. Congelados todos juntos. Kilometros de ellos, abarcaban todo el horizonte ruso.

En ese momento Hartmuth se tenso, como si de repente recordara donde estaba

– Pero adelante, madame Leduc. Pellizqueme. Soy de verdad. Y ahora, perdone.- Golpeo los tacones y se marcho

Ella se derrumbo en el sofa de terciopelo. ?Llevaba puestos esos guantes para evitar dejar huellas? Todo lo que sabia es que habia algo reprimido en su interior. Tirante y a punto de explotar

Aimee acabo la fuente de fruta; seria una pena echar a perdr unas frambuesas en noviembre. Pero por lo menos se habia enterado de algo: o se trataba de un mentiroso increible o se habia cometido un error. Opto por la primera posibilidad. Despues de todo, se trataba de un diplomatico y politico.

Hordas de manifestantes gritando “?Nunca mas! ?Nunca mas!”, le bloquearon el trayecto hasta el metro. Los autobuses se alineaban en la estrecha rue des Francs Bourgeois, enrareciendo el aire con los gases de combustible y mal genio. Aimee deseo poder dejar atras los altos y solidos muros del siglo XVII, que la acorralaban a ella y a los demas transeuntes en las aceras.

Los policias, revestidos del atuendo negro antidisturbios acechaban entre los jovenes sionistas y los skinheads que gritaban “?Francia para los franceses!”. Una ligera llovizna caia formando cristalinas gotas sobre los escudos antibalas de los policias, agazapados cual mantis religiosa.

Mas adelante, le llamo la atencion una limusina Mercedes de color negro, atascada en el patio del hotel Pavillon de la Reine. El conductor gesticulaba en direccion a la angosta calle y discutia con un miembro de los antidisturbios.

Alguien bajo el cristal tintado y Aimee vio una mano venosa que se extendia

– Phillipe, por favor, quiero ir andando-dijo una inconfundible voz. Recordo la ultima vez que la habia oido: en la radio despues de descubrir el cuerpo de Lili.

La reluciente puerta se abrio y el ministro Cazaux, probablemente el proximo primer ministro frances, aparecio en medio del trafico detenido. Los guardaespaldas de paisano que se apresuraron a rodear su alta y huesuda figura, llamaron la atencion de la multitud.

– S?il vous plait, Monsieur le Ministre, en estas condiciones…-comenzo a decir un guardaespaldas

– ?Desde cuando no puede andar entre la gente un empleado del Gobierno?-dijo Cazaux sonriendo-. A punto de firmarse el tratado, necesito tener todas las oportunidades para poder escuchar lo que les preocupa.-Guino un ojo a la pequena multitud alrededor de su coche y su encanto hizo que muchos de ellos se derritieran en sonrisas mientras se desplazaba entre ellos estrechando manos, absolutamente comodo con la situacion

Sonrio directamente a Aimee, la cual se habia situado torpemente entre los empleados del hotel. Aparentaba ser mas joven que como aparecia en los medios, pero a ella le sorprendio su abundante maquillaje

– Bonjour, mademoiselle. Espero que apoye usted la plataforma de nuestro partido

Cazaux sostuvo sus manos entre las suyas calidas y ella hizo un gesto de molestia al sentir la repentina presion

– J m?excuse.-Se retiro, mirandole la mano

Tenia un encanto arrollador. Una vez que lo nombraran, seria primer ministro durante cinco anos.

– Monsieur le Ministre- dijo ella sofocando una sonrisa-, usted promueve la reforma social, pero su partido sanciona este tratado racista. ?Puede usted explicar esta contradiccion?

Cazaux asintio e hizo una pausa

– Mademoiselle, ha mencionado usted algo interesante.-Se volvio hacia la multitud, una mezcla de cabezas rapadas, gente que iba de compras y jovenes sionistas-. Si hubiera otra manera de reducir nuestra atroz tasa de desempleo del doce coma ocho por ciento, seria el primero en hacerlo. En este momento, Francia tiene que ponerse en pie, volver a tomar parte en el mercado global, y no hay nada mas importante que eso.

En la multitud muchos asintieron, pero los jovenes sionistas coreaban: “No mas campos!”

El ministro se dirigio a ellos

– No existen respuestas simples ante la inmigracion. Ojala fuera asi

Abrazo a un gimoteante bebe que le tendio una madre sudorosa. Tomandose todo el tiempo del mundo, acuno al bebe como un experimentado abuelo. Luego lo beso en las mejillas, lo arrullo y se lo devolvio con cuidado a su encandilada madre

– El dialogo es el fundamento de nuestra republica.-Sonrio a los sionistas-. Hagan llegar sus preocupaciones a mi despacho.

Tuvo que admitir que Cazaux era bueno. Se trabajaba bien a las masas. Varios fotografos lo cazaron hablando seriamente con un joven sionista. Para cuando se disolvio el atasco, incluso el estruendo de los sionistas casi habia cesado.

A una senal de los guardaespaldas, Cazaux saludo con la mano, subio a la limousine y salio a toda velocidad calle abajo. Se dio cuenta de que todo el incidente habia durado menos de quince minutos. Su experto manejo de la violencia potencial disparo su inquietud. Habia manipulado la volatil situacion casi como si la hubiera planeado el mismo. Se pregunto cuando se habia vuelto tan cinica.

Delante de ella habia un hombre que llevaba una boina azul ladeada.

– Como en los viejos tiempos. Solo que esta vez igual lo hacen bien-dijo, murmurando. Tenia el rostro contorsionado por el odio

“Hay negros y arabes por todos los sitios-continuo-. Mi pension de veterano de guerra es la mitad de lo que consiguen los negros. Meten ruido durante toda la noche y ni siquiera hablan frances.

Ella se volvio hacia otro lado y miro directamente a los ojos de Leif, el skinhead del pantalon de cuero de Les Blancs Nationaux. Estaba en pie junto a la entrada de un lugubre hotel particulier y la observaba. Aunque iba vestida con un traje rojo, maquillaje y tacones en lugar del cuero, el pintalabios negro y las cadenas, no iba a quedarse a ver si la reconocia.

Cuando volvio a mirar se habia ido. Se sintio rodeada por el olor a sudor rancio y a lana humeda. Se quedo paralizada cuando vio su cresta aparecer por encima del hombro del anciano.

– Salauds! – maldijo el viejo a la multitud que se empujaba, sin que Aimee supiera muy bien a quien se referia.

Tenia mucho miedo. N esa calle angosta y abarrotada, no tenia adonde ir. Se agazapo detras del anciano, se quito la chaqueta roja, y se coloco un gorro marron de esquiar sobre el pelo. Le dio un escalofrio al quedarse vestida con una camiseta de seda color crema bajo la persistente lluvia, se coloco unas gafas de gruesa montura negra y se mezclo con la multitud lo mejor que pudo.

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