Hartmuth Griffe se sentaba acurrucado en un banco junto al Minotauro Dorado y se arrebujaba en su abrigo de cachemira. Se los quedo mirando fijamente segun se acercaban

– Gracias por venir, monsieur Griffe

– Me ha intrigado su oferta, mademoiselle Leduc-dijo con una ligera inclinacion de cabeza-. Y bien, ?que es eso tan interesante como para hacerme salir con este frio?

Aimee se fijo en la manera en la que Hartmuth observaba el azul intenso de los ojos de Thierry. Hizo un gesto en direccion a Thierry. El brazo de Thierry salio disparado desde el abrigo militar de cuero negro y efectuo el saludo Sieg heil. La gastada piel crujio

Los ojos de Hartmuth no se inmutaron cuando se levanto

– Antes de que me vaya, ?quien es usted?

Thierry sonrio sardonicamente

– En estos momentos, esa es una buena pregunta

Aimee se adelanto

– Tengo algo que pedirle. Puede parecerle algo atrevido, y por supuesto, lo es, pero concedame ese honor, por favor; luego tendra sentido. Por favor, quitese la camisa

– ?Y si me niego?-dijo Hartmuth de pie apoyado sobre una reja cubierta de hiedra

Aimee le bloqueo la salida

– Es mejor que coopere

Thierry le sujeto los brazos a Hartmuth y lo inmovilizo por detras. Hartmuth se agitaba y se retorcia

– No es sensato resistirse-dijo Thierry mientras empujaba a Hartmuth detras de unos arbustos frondosos justo debajo de las ventanas del museo

Destras del denso follaje. Aimee le apunto con su Glock a la sien

– Se lo he pedido de buenas maneras. Ahora, hagalo

Con el rostro como una mascara, Hartmuth se quito la chaqueta y se desabrocho la camisa, dejando el pecho al descubierto. Bronceado, musculazo y fibroso. Aimee le envolvio los hombros con su abrigo al levantarle un brazo

– ?Creeis que yo tambien soy drogadicto? ?Que necesito un chute?-los ojos de Hartmuth se clavaron en los de Thierry-. Vosotros dos, yonquis, vais en equipo, ?verdad? Tengo la cartera en el bolsillo. Coged el dinero y largaos

Aimee le examino el brazo con cuidado mientras Thierry lo sostenia por detras. Disimulo el asco que sentia al descubrir la reveladora senal

– ?Que hac-ces?-dijo Hartmuth retirando el brazo con un movimiento brusco

– Esa cicatriz bajo el brazo izquierdo procede de haber retirado el tatuaje de las SS, ?no es cierto?-dijo ella-. Se dispara en esa zona hasta que la boca de la pistola se pone al rojo vivo. Es doloroso, pero mejor que la muerte lenta si los rusos las descubrian

Hartmuth solo los miraba con atencion

– Por favor, vuelva a ponerse la camisa: hace mucho frio aqui fuera-dijo Aimee. Ya lo tenia. Necesitaba tiempo para comprobar si estos hombros concordaban, pero despues de leer la carta de Sarah sabia que lo harian

Thierry miraba a Hartmuth fijamente

– ?Quien eres y que quieres?-pregunto Hartmuth. Su mirada era fria

– No se lo que quiero-dijo Thierry

Aimee dio un paso adelante

– Es su hijo

Hartmuth abrio unos ojos como platos, mudo por la sorpresa

– No lo entiendo-comenzo Hartmuth-. ?No s-sera una br-broma?

– Mas bien un estrambotico tiro por la culata. Mancillando, en el sentido ario-Thierry dejo escapar una amarga risa

– Pretendes que…

– Monsieur Griffe, si es que ese es su nombre, quiero respuesta-dijo Aimee-. Sientese

Thierry lo forzo a sentarse en el banco. Su mirada nunca abandonaba el rostro de Hartmuth

Hartmuth movia la cabeza hacia delante y hacia atras sin dejar de mirar a Thierry

– ?Que descabellada idea estais intentando demostrar?

– Tenia que asegurarme de que usted pertenecio a las SS-dijo ella

– Mi expediente esta limpio-repuso Hartmuth-. ?Esto es absurdo!

Aimee le lanzo la hoja de papel azul descolorido cubierta con la caligrafia angulosa

– ?No le habia prometido que tendria algo interesante que leer?-dijo-. Lea esto

Hartmuth lo leyo despacio. Su labio inferior titubeo una sola vez. Volvio a leer la carta sin moverse

– ?Quien te ha dado esto?-pregunto Thierry

– Su madre adoptiva lo dejo para que fuera leido con su testamento

– Pero ?por que habeis venido a mi?-Le tembalaban las manos al volver a abrocharse el abrigo de cachemira

– Diganoslo usted-dijo ella

Thierry, con los brazos cruzados, miraba a Hartmuth con atencion. El unico sonido les llegaba del roce de la gravilla cuando Thierry cruzaba las piernas una y otra vez. En algun lugar del Marais, se escucho doblar una campana, sonoro bajo el aire helado. Hartmuth permanecia mudo, casi paralizado.

– Tuvo que asesinar a Lili Stein porque le reconocio-dijo Aimee-. ?De la epoca en la que usted detuvo a su familia y a todos los judios del Marais!

Hartmuth se levanto

– Voy a llamar a un guardia

Aimee lo cogio del brazo

– Cincuenta anos mas tarde, Lili ve su foto en un periodico y sabe quien es

– ?Te lo estas inventando todo!-dijo el

– Lili no pudo olvidar su rostro. Usted tiro la puerta abajo y saco a sus padres a rastras de la cama

– Ya l-le he d-dicho q-que no fue asi-tartamudeo Hartmuth

Ella se dio cuenta de como apretaba y aflojaba los punos

– Accidentalmente, le reconocio en el callejon detras de su hotel.-Aimee acerco su cara a la de el y al hacerlo lo empujo hacia atras-. O puede que le siguiera la pista. Ella grita “Carnicero nazi”y “Asesino”. Quiza trata de atacarle, se asusta y se escapa. Pero usted la sigue y tiene que mantenerla callada igual que a la portera. Mantener su pasado oculto

– S-solo la vi una vez-dijo el

Aimee se quedo helada. Asi que era verdad. La idea que habia esbozado era la correcta

– En 1943. La segui hasta su apartamento-dijo. Sus ojos se empanaron

– Cuenteme que ocurrio-dijo Aimee

– Tenia miedo de que Lili pasara informacion-dijo el-. Seguirian el rastro hasta mi. Pero encontre a la portera, molida a palos

Aimee sintio un escalofrio.

Las huellas de sangre bajo el fregadero eran suyas-dijo senalando sus manos-. Esos guantes ocultan sus huellas dactilares, y evitan que nadie descubra quien es usted. ?Usted es el lacayo de la Gestapo que no podia hacer que llegaran a los hornos todo lo rapido que Eichmann deseaba!

Hartmuth se desprendio despacio de sus guantes de cabritilla y mostro sus manos llenas de cicatrices en el aire frio. La arrugada carne se contraia formando extranos dibujos sobre sus palmas ajadas. Los dos ultimos dedos de la mano izquierda eran munones

Cortesia de los campos de petroleo de Siberia, mademoiselle.

Aimee desvio la mirada, incapaz de ocultar sus sentimientos. La quemadura de la palma de su mano parecia pequena en comparacion con su deformidad.

– ?Pero eran las huellas de sus botas!-insistio-. Lavo sus botas en el fregadero, ?no?

Un breve silencio. El bajo la mirada

Despues de lo que ocurrio, si. Regrese

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