ramalazo de panico cruzo su mirada.
– ?Por que esta paranoia? Morbier…
– Se trata de una trampa; no… -Rene trago saliva-. ?Vete!
Ella dudo un momento
– Pero Rene…
– ?Maldita sea! ?Vete y detenlos!- Sus ojos se cerraron cuando se desvanecio
Aimee salio del patio despacio sin girarse y escucho el chirriar de los frenos de la ambulancia al detenerse. Desde detras de una mohosa columna escucho el ruido de la gravilla al crujir cuando los asistentes corrian con una camilla. Se pregunto como se habian enterado con tanta rapidez. Miro furtivamente desde detras de las columnas estriadas y vio a una unidad de operaciones especiales, vestidos con chalecos antibalas, acercandose a grandes zancadas hasta el cadaver hecho un ovillo. Doblaron la cabeza hacia el cuello y se dio cuenta de que estaban hablando por unas pequenas radios. Escucho las interferencias cuando uno de ellos se detuvo delante de su columna y respondio en voz baja.
– Negativo. Ni rastro de ella.
Ella reconocio al tirador muerto y desparramado sobre sus entranas sangrientas; las esvasticas tatuadas en sus nudillos le resultaron familiares. De repente se dio cuenta de que era el senor Pantalones de Cuero: Leif; tal y como Thierry habia dicho. El casi la habia apunalado en la furgoneta, la habia perseguido por el Marais y estaba entre la multitud cuando aparecio Cazaux.
Se dio la vuelta en direccion a la salida trasera y echo a correr justo al pasar la ultima columna, donde se detuvo abruptamente, dispuesta a cruzar corriendo la porticada place des Vosges por entre los transeuntes que se encontraban paseando. Una furgoneta de los antidisturbios se acerco bamboleandose desde la angosta rue Birague y se detuvo con un viraje justo delante de ella
Por la arcada en la que se encontraba se extendia el olor a castanas asadas. Cuando la unidad antidisturbios salia a tropel de la furgoneta, agarro del codo a un hombre situado junto a ella. Lo rodeo con sus brazos y escondio la cabeza en su cuello arrugado. Su anciana esposa, atonita, parecia esta a punto de golpearla con su bolso de gran tamano cuando Aimee fingio estar horrorizada.
– Lo siento. Vaya, ?es usted exactamente igual que el abuelo!-exclamo sin levantar la cabeza
La mayoria de los antidisturbios entraron en el patio del hotel Sully, pero unos pocos se habian desplegado por la place des Vosges. Aimee mantuvo el paso con la pareja de ancianos mientras la indignada esposa trataba de alejarse de ella
– ?Saluda usted a su abuelo asi, jovencita?-inquirio con sarcasmo
Los ojos del anciano brillaban cuando su esposa tiro de el. Por delante de Aimee, un acordeon dejaba escapar un sonido que le resultaba familiar y resonaba en el ladrillo abovedado. En la esquina oriental de la place des Vosges habia una tienda de Issey Miyake. Mientras el anciano le guinaba el ojo a modo de despedida Aimee giro bruscamente, y paso a traves de las puertas de acero inoxidable. Se encontraba en el interior de la tienda, de un blanco almidonado.
Paredes, techos y suelos de un blanco impoluto proporcionaban un telon de fondo minimalista en el que era imposible ocultarse. Prendas de vestir negras colgaban de cuerdas desde el techo como si fueran cadaveres. Si no ibas vestido de blanco o de negro, era seguro que destacabas en este lugar, y seguro que los tejanos polvorientos y agujereados por la gravilla de Aimee destacaban. Detras del mostrador desierto estaban las batas blancas que llevaban los vendedores. Cogio una y se la abrocho sobre los pantalones y la chaqueta vaquera. Podia escuchar el zumbido de las maquinas de coser a sus espaldas, se deslizo detras de unas cortinas blancas de malla antes de que saliera una vendedora.
Las costureras asiaticas sentadas en fila y ocupadas en sus maquinas de coser ni siquiera levantaron la vista cuando ella entro. Muchas de ellas mantenian conversaciones en voz baja mientras ponian el tejido bajo la punzante aguja. Oia voces en el exterior de la tienda, voces altas en un tono oficial. Si se quitaba la bata, sus vaqueros sucios y su desalinada cazadora, la delatarian en un minuto. Los cubos se encontraban desbordados por prendas de color blanco y negro y las costureras seguian anadiendo unidades acabadas. Aimee se inclino y cogio el cubo que tenia mas cerca. Una costurera levanto la vista y la miro interrogante
– Me han enviado a por las muestras-sonrio Aimee-. Tengo la orden de recogida en la furgoneta.
– Diselo a la supervisora-dijo la costurera. Enarco las finas cejas oscuras al mirar a Aimee de arriba abajo-. Traelo cuando vuelvas
– D?accord-accedio Aimee-. Gruno al tomar el pesado cubo entre los brazos. Sudo tinta hasta llegar a la parte de atras del taller, mantuvo el rostro oculto y coloco el cubo junto al resto. Formaban un monton con una forma peculiar.
Aimee saco unas cuantas prendas con cuidado antes de cerrar el cubo y se situo detras del monton. Se quito la cazadora vaquera, se puso una chaqueta sastre de lana de buen corte y se desprendio de los tejanos para ponerse una falda estrecha negra que le marcaba las formas. Rebusco en un cubo con calcetines y cogio unas medias finas con elastico negro. Habia zapatos y botas de muestrario esparcidos de manera descontrolada sobre las baldas. Se probo diferentes pares de botas, pero el unico par que le quedaba medianamente bien eran unos zapatos de salon de ante con tacon alto. No era exactamente lo que uno escogeria para una fuga. Parecia una fashion victim de temporada, pero iba mejor combinada que nunca. El reto era correr con semejante falda estrecha y con tacones.
Hizo una bola con los vaqueros. Las mochilas y los bolsos de las trabajadoras estaban colgados de unos ganchos a sus espaldas. Rapidamente vacio en el suelo el contenido de un elegante bolso de piel negro y metio en su interior el telefono movil, el billetero, las tarjetas, la mascara y la Glock, junto con el cargador que le quedaba. Junto al contenido del bolso sobre el suelo dejo caer unos billetes de cien francos junto con un “lo siento, espero que esto sirva”, garabateado sobre uno de ellos con pintalabios rojo. Quito el pestillo de la entrada trasera para los trabajadores al tiempo que oyo una voz por encima del zumbido de las maquinas de coser.
– Por favor, presten atencion al agente. ?Alguna de ustedes ha visto…?
Sin esperar a oir mas, salio a la noche y a la oscuridad de la place des Vosges.
Los tacones de Aimee resonaban ritmicamente sobre los adoquines mientras iba en busca del Citroen de Rene. Lo encontro por fin en la rue du Pas de la Mule, que significaba: “los pasos del burro”. Rene y ella siempre hacian bromas sobre eso, pero esta vez no esbozo ni una sonrisa cuando vio que dos policias estaban examinando el vehiculo. Y no estaban precisamente poniendo una multa de aparcamiento.
Se dio cuenta de que ir a su despacho o a su casa seria estupido, y esconderse en casa de Rene mas aun. ?Donde podria encontrar un sitio en el que esconderse que tuviera un ordenador? Se metio furtivamente en la
Un grupo de turistas se agolpaban en la puerta de la casa-museo de Victor Hugo, cosa que como percibio Aimee, las fuerzas de seguridad ignoraban. Todos los museos nacionales franceses contenian ordenadores de ultima generacion, conectados en red con los ministerios gubernamentales. Esto seria perfecto si podia hacerse pasar por turista y colarse por la puerta
Se metio entre un trio de ancianas y las saludo como si fueran viejas conocidas. Sonrio y comenzo de inmediato a charlar sobre el tiempo
– Claro, como soy de Rouen-dijo Aimee-, saboreo estos lugares antiguos en el Marais.
– ?Pues la catedral de Rouen-exclamo una de las tres-es una verdadera joya! ?Un perfecto ejemplo de lo mejor de la arquitectura medieval! ?Imposible comparar esta imitacion de los Borbones con ella!-La anciana hablaba con pasion. Senalo las columnas del siglo XVII que se encontraban sobre sus cabezas. Aimee sabia muy poco sobre arquitectura y nada sobre Rouen. ?Ojala hubiera mantenido la boca cerrada!
– ?Se acaba usted de unir al circuito arquitectonico, querida?-pregunto una anciana jorobada-. Se ha perdido usted una parte significativa del Marais, especialmente los
– Ya los vere la proxima vez-dijo Aimee
Se acerco mas a la anciana, que olia a violetas marchitas. Pasaron dos policias y ella se arrimo a los ladrillos
