rosados del edificio.
Entraron en fila en el vestibulo y se dio cuenta de que era la mas joven del grupo. El guia, un joven de cara redonda con gafas ovaladas de concha, extendio los brazos como si quisiera abrazar el espiritu del mismisimo Victor Hugo para que los guiara, y comenzo a hablar con voz sonora y cantarina
– Desde 1832 a 1848 vivio en el segundo piso de este edificio el que fue quiza el mas grande de todos los hombres de letras.-Asintio respetuoso a varios ancianos que se apoyaban en andadores-. Todos aquellos que no puedan subir por las escaleras pueden seguir el recorrido al museo a traves de los ordenadores.
A pesar del apuro en el que se encontraba, casi se echa a reir al ver la expresion divertida que los ancianos dedicaron al guia. La mayoria de los octogenarios hacian caso omiso de los ordenadores.
El museo, dispuesto tal y como lo habia estado en su tiempo, mostraba la vida diaria de Victor Hugo. El dormitorio de Hugo, ocupado por una cama con dosel, tenia vistas a la place des Vosges a traves de una vidrieras de cristal con burbujas. Las paredes estaban recubiertas por paneles de madera oscura. Una vitrina contenia varios mechones de su pelo sujetos con un lazo, etiquetados y fechados. En el estudio se encontraba su
El guia continuaba hablando.
– Ya que esta es la ultima visita del dia en este historico edificio, esta disponible, por supuesto, la opcion de descansar.- Agito los brazos con desden senalando un vestibulo
Aimee se sento, se froto el talon y se unio a varios ancianos. En el aire flotaba el aroma a tabaco. Ya habia jugado con la muerte una vez hoy. Manana seria otro dia. Agradecida, acepto el cigarro que el ofrecio el hombre sentado junto a ella. Inhalo el humo con fruicion, saboreandolo cuando alcanzo sus pulmones.
Despues de que sonara el timbre, lo cual significaba que era hora de cerrar, los hombres se levantaron y se dirigieron hacia la entrada. Cuando nadie miraba, se fundio con los pliegues de un tapiz descolorido cerca del guardarropa. Decidio que seguro habia peores sitios en los que pasar la noche que el museo de Victor Hugo. Se echo hacia atras hasta apoyarse en la humeda pared de madera y se agacho detras de unos tapices mientras el personal del museo registraban los recibos del dia y cuadraban las ventas de entradas. Estaba continuamente preocupada por Rene y esperaba que no estuviera gravemente herido. Tambien le preocupaban Les Blancs Nationaux: ya que ella se habia escapado, ?secuestrarian a Rene? Y esa unidad mas que cuestionable de operaciones especiales, ?serian de verdad B.R.I.? No podia hacer demasiado hasta que el museo cerrara y los trabajadores se marcharan.
Los trabajadores grunian y se quejaban de las corrientes y del frio que llegaba de las paredes de piedra. Sonrio. Probablemente se iban a sus casas, a calidos y acogedores pisos dotados de todas las comodidades modernas. Pero ella vivia en un lugar como este, ?que mas daba si no podia volver alli? Estaba segura de que vigilaban tanto su piso como su despacho.
Morbier, al que conocia desde que era una nina, habia sucumbido a la presion en su departamento y la habia traicionado. Yves, ese neonazi tan guapo, alertado por su aparato de escucha, le habia dicho a Leif que ella era una infliltrada. Pero Leif habia fallado y habia disparado a Rene en el fuego cruzado. Ella se habia ocupado de Leif: hasta ahora, lo unico de lo que no se arrepentia.
Estaba completamente sola. No tenia a nadie en quien confiar.
Se arrimo mas a la pared mientras el personal se tomaba su tiempo para cerrar. Oyo por fin una voz
– Comprueba el piso y los servicios, y ya activo yo la alarma
Gracias a dios un servicio que funciona, penso Aimee. Habia estado apretando las piernas intentando aguantarse durante tanto tiempo.
–
Al mirar a traves de los agujeros de la polilla en el tapiz, vio sobre la mesa del director el ordenador de color gris, proporcionado por el Ministerio frances de Cultura. El gobierno frances estaba obsesionado por el acceso a los ordenadores, a cargo de los contribuyentes. En este momento, le parecia perfecto con tal de poder echar mano de ese teclado. El director, que le daba la espalda, toco un interruptor en la pared antes de que alguien del personal gritara que funcionaba.
Probablemente se trataba de un sistema de seguridad Troisus activado en dos posiciones diferentes. Era bastante habitual para los edificios del gobierno, que tenian un interruptor en el interior y otro en el exterior. Ya se preocuparia mas tarde por la alarma o utilizaria una claraboya, ya que rara vez estaban conectadas. Espero durante por lo menos cinco minutos por si acaso alguien habia olvidado algo y regresaba y casi se hizo pis encima antes de poder buscar un servicio.
Despues de orinar en el bide de Victor Hugo, que estaba mas cerca que el vater, se sento en la silla del director y encendio un radiador electrico para hacer desaparecer el frio que le helaba los huesos.
Como este sistema tan moderno le resultaba familiar, lo intento con diferentes versiones de las iniciales del director hasta que acerto con la que le permitia acceder a su terminal. Se quito los zapatos de tacon y se comio el ultimo cruasan de chocolate. Lo intento con diferentes claves de acceso genericas. Al tercer intento, accedio al Archivo Nacional de Francia.
Llamo a Martine desde su telefono movil.
– Martine, deja de confiar en los flics.
– ?Que quieres decir?-Martine parecia estar mas cansada de lo habitual.
– Se han llevado a Rene
– ?A tu socio?-dijo Martine
– Escucha: necesito dos cosas, d?accord?
– ?Y donde esta mi historia? Me lo prometiste-dijo Martine
Aimee echo hacia atras la silla del director y miro por la alta ventana. Las sombras se alargaban sobre la place des Vosges. Las figuras se movian de un lado a otro. Podian ser transeuntes o los del B.R.I. No habia forma de saberlo.
– Manda a un periodista para que vigile a Rene en el hospital. No puedo ir yo porque me estan buscando. Publica una historia del tipo: “Tiroteo misterioso: asesino neonazi con esvasticas tatuada”. Dale mucho bombo, en la primera pagina. Y ahora, mandame por fax la ultima de las chuletas
– ?En que lio te has metido?-En la voz de Martine habia preocupacion-. ?Quien va detras de ti?
– Mas bien ?quien no? Este es el fax en el que estoy.-Aimee lo dicto leyendolo en la maquina junto al ordenador del director-. ?Mira primero a ver como esta Rene, por favor! Haslo ahora mismo, ?vale? Y te prometo que todo esto es para ti.-Lo que no anadio fue,
Estaba alerta por si aparecia alguien que fuera a hacer la limpieza, asi que vago por las salas. No se podia decir que los escritores prosperos de la epoca de Victor Hugo vivieran de manera suntuosa. Miro a la calle desde su dormitorio y vio como caia la noche sobre los platanos de la plaza. Si habia presencia policial, ella no la veia, solo veia a los padres que intentaban sacar a sus hijos del parque infantil.
Se fijo en una placa junto a los pliegues del dosel de brocado que caian en cascada hasta las maderas del suelo que anunciaba que el gran Victor Hugo habia expirado en esta cama. La invadio el desasosiego. ?Tendria Victor Hugo encantadas estas habitaciones? Fantasmas, fantasmas por todos los sitios.
El fax emitio un grunido. Se sobresalto y golpeo un armario de madera, que crujio, e hizo que los ratones que se ocultaban debajo se escurrieran corriendo por el pasillo. Roedores. Odiaba los roedores. Nubes de polvo se elevaban sobre el suelo. Desde algun profundo lugar en el interior de su bolso, se escucho el tintineo del telefono al tiempo que ella reprimia la tos.
– Mira esto.-La voz de Martine se quebraba al otro lado de la linea-. ?Podrias encontrarla con esta foto?
Aimee corrio hasta la maquina de fax. Ahogo un grito al ver la cara, de forma clara e inconfundible
– Ya lo he hecho-dijo
Jueves por la noche
– Soy Aimee Leduc-dijo al telefono movil-. Necesito verla
